“El arte es contención en épocas de confusión”

Desde talleres para niños, una revista, murales comunitarios, cuadros en constante movimiento y video arte, entre algunas de sus creaciones, la docente reflexiona sobre la importancia de generar espacios de expresión.

Ale Cornide es artista, así la conocemos en Pinamar. Además, docente de Lengua y Literatura en la Escuela Corbeta Uruguay. De espíritu inquieto y siempre comprometida socialmente, ha buscado generar espacios de expresión para jóvenes y eso fue lo que logró recientemente con el grupo de video arte #Malainfluencia. El impacto más grande fueron las más de 22 mil visitas que tuvieron en los cuatro videos que realizaron con motivo del Día Internacional en contra de la Violencia hacia la Mujer.

–¿Una idea que surgió del grupo y superó fronteras?
–La propuesta fue abierta: a partir de la letra de Paren de matarnos, de Miss Bolivia, invitamos a sumarse enviando videos con uno de los versos. Participaron más de 80 personas de todas partes: Pinamar, Tucumán, Córdoba, Mendoza, Rosario, Mar del Plata, Chubut, hasta el músico uruguayo Pablo Riquero, Nicolás Pauls y Fena della Maggiora. Realmente hermoso.

–El arte es expresión. ¿Expresar es contener?
–El arte es una forma de mirar el mundo, como lo es la ciencia o la religión. Pero el equilibrio entre la contención y la calidad artística es complejo y ahí está el mayor desafío desde lo interno. Todas las personas, y más aún los jóvenes que se acercan al arte, encuentran un espacio de expresión para volcar allí todo su mundo, toda su historia y eso es mucho. Cada uno, trae consigo miles de conflictos y el arte les permite canalizarlos pero es importante el respeto hacia la disciplina, es decir, no es un camino de buenas intenciones: es de exploración, trabajo, compromiso y mucho esfuerzo. Cuando se logra eso se genera libertad. Una de las chicas de #Malainfuencia escribió: “En cada ensayo me siento yo misma y protegida por todas las demás. Dejé de sentirme un bicho raro”. Esta demanda hay que soportarla, sostenerla con calidad porque de lo contrario sólo sería un acto más de ego puro. Es decir, yo no soy la que lo hace. Abrimos este espacio para que se junten, se respeten, se escuchen y sepan artísticamente qué quieren decir y mostrar.

–¿Un grupo que se afianza y está en búsqueda de un nuevo espacio para funcionar?
–Con la autorización de sus padres, el grupo ha crecido de 19 a 30 integrantes, de junio a noviembre. Todo es gratuito. Ellas no pagan y yo no cobro. A partir de que la dirección de la Escuela de Educación Secundaria 1 decidió no prestarnos más el espacio del Aula Siglo XXI, hemos seguido trabajando donde hemos podido y veremos cómo seguimos. En este sentido, cuidarse, saber de la otra, aprender que la base de cualquier cambio en esta sociedad enferma es comenzar por no hacer lo mismo que criticamos, es fundamental. Difícil, pero básico. Atravesamos una etapa compleja con la confusión de conceptos y hay que estar atentos a ello. Como docente de Lengua y Literatura, lo veo a diario. No saber diferenciar lo político de lo partidario, por ejemplo, es gravísimo.

–¿Quizás deberíamos remitirnos al significado semántico de las palabras para no olvidar esas diferencias?
–Somos animales políticos, ciudadanos cuyas acciones repercuten en la sociedad en la que vivimos. Estar afiliado a un partido o que te caiga mejor o peor una figura política es otra cosa. La escuela es el lugar más político del mundo y debe serlo porque justamente allí es donde se gestan ciudadanos de bien, críticos, pensantes, que deben poder discernir en la época de la sobreinformación. Jamás les he dicho a mis estudiantes qué pensar, pero siempre los he alentado a que piensen por sí mismos. Y esta acción concreta la aprendí justamente de mis propios docentes, como Raúl Merlo o Luis Calvento, en la misma escuela donde hoy tengo el placer de trabajar. También lo aprendí en el Teatro del Mar con Lito Melfi, con el “Polaco” Zmelty, con el querido Hugo Minghetti y, por supuesto, en la vida: la universidad, vivir en otras provincias, conocer gentes de distintos estratos sociales. Abrir la cabeza y no dejar jamás de pensar.

–En la sociedad de la inmediatez y la sobreinformación es donde más necesarios se vuelven estos espacios…
–Más allá de nuestros trabajos y familias, los chicos y chicas nos siguen y crecemos juntos. El arte es conflicto y del conflicto nace la visión crítica y la búsqueda permanente de ser mejores personas. Sin eso, no hay nada. En una sociedad donde se confunde la fama con el talento no se comprende que los contactos, las relaciones y hasta el azar llevan a un artista a ser quién es y que hay miles de pibes que son mejores que Maluma o que Milo Lockett, sólo que el mercado no ha puesto sus ojos en ellos. Esta concepción es fundamental para entender el arte como acto de acción: moverse es mover el mundo, pero si esperamos los aplausos o la fama, es posible que perdamos el rumbo.

–¿El rumbo es seguir apostando a espacios creativos para Pinamar?
–Convivo con el arte desde que me acuerdo. Acá, en Pinamar, bailando y actuando; en Mar del Plata, realizando un ciclo de lecturas y exposiciones durante cuatro años; en Trelew organizando la Asociación cultural El árbol, y podría seguir. Cuando regresé comencé El Tallercito, allá por 2011, y conocí a Muriel [Frega], mi compañera de aventuras; inventamos Arte Galaxia justamente por no tener un espacio físico. Ambas somos artistas y profesionales. Logramos la revista Silencio en la costa, que ya va por el número 12 en su cuarto año. Hicimos murales comunitarios, como el de la Primaria 1 (por dentro y por fuera), el Aula del Siglo XXI y este año la increíble experiencia de El muro de la memoria, convocadas por la Multisectorial, con más de 450 personas dejando su huella en un solo día. Algo vamos a inventar. Siempre lo hacemos. Tengo un sueño: hacer una cooperativa de arte. Juntar la cantidad de artistas excelentes que hay en Pinamar, encontrar un galpón, un espacio, y juntarnos. Es complicado, pero tal vez algún día.