El nieto de Antonio

La paradoja del tiempo hace que, a partir de un proyecto hijo de la cibernética, el pasado se haga presente. La historia de un sueño que se hizo realidad y que perdura en el tiempo.

Durante nuestra visita a la expo de Turevent tuvimos el gusto de conocer a varios grupos de emprendedores pinamarenses. Uno de ellos está conformado por el binomio compuesto por Alejandro Vilar y Gonzalo Hourcade, siendo este último el encargado de dar una charla acerca de un software de gestión gastronómica desarrollado por ambos.

Esta nueva herramienta se llama Paxapos y apunta a resolver los problemas que usualmente aquejan al empresario de nuestro país: inflación, necesidad de control, administración e información avanzada y dinámica para análisis y toma de decisiones.

Se puede utilizar con tablets, celulares y PC viejas. El sistema es el más económico del mercado porque necesita poco equipamiento para funcionar.

Se trata del único sistema creado por gastronómicos y para los gastronómicos.

La iniciativa es de suma utilidad y de a poco va siendo implementada por nuevos emprendimientos que entienden que es necesario cambiar para no perder el tren del progreso.

Hasta acá tenemos una historia actual y producto de las nuevas tecnologías y su aplicación. Pero existe otra, totalmente diferente y no menos valiosa, la de quien trajo la semilla de Paxapoga desde España y nunca imaginó tener un nieto ingeniero, como lo es Alejandro Vilar Riesco.

Durante la charla nos quedó develado el origen de la palabra Paxapoga, que corresponde a un lugar, en la montaña, donde los abuelos de Alejandro solían encontrarse, en Asturias, en el noroeste español. Precisamente el nombre era de un pequeño pueblo con ese nombre aunque con “s” en lugar de la “x” actual. Cada una de las cuatro sílabas que lo componen procedía de los apellidos de las cuatro familias que habitaban el lugar.

“Quienes conocen la naturaleza de estos lugares saben que se trata de pequeños espacios de paso donde la gente comía y se hospedaba. Como iban caminando, a caballo o en burro, tenían que parar allí obligadamente. Pasaron los años, mis abuelos vinieron de España a Buenos Aires, cuando tenían veintipico de años, y a los 50 encontraron Pinamar y se quedaron para siempre. Mi abuelo falleció hace dos años acá, en Pinamar. Siempre tuvieron el sueño de formar su propio negocio y nunca se olvidaron de ese lugar donde les daban de comer, que se llamaba Paxapoga. Como en el norte de Asturias utilizan mucho la fonética de la equis se produjo el reemplazo de la “s”. Afortunadamente tuve la suerte de visitar España y ese lugar”, repasa.

Alejandro se emociona de ver el reconocimiento hacia su abuelo, recordado en Pinamar y evocado en el ámbito familiar, particularmente en la voz de su tío abuelo, cuando trae del recuerdo antiguas historias que hablan de la generosidad de su abuelo Antonio. Un abuelo que tuvo el gesto de hacer posible a Alejandro un viaje para conocer a su bisabuelo, de 92 años, como si supiera de la trascendencia de ese hecho en la identidad y la memoria de su nieto, que por entonces apenas tenía 10 años.

“Nosotros tuvimos la suerte de vivir adentro del restaurant. Si bien nací en Buenos Aires, teníamos una habitación en el fondo de Paxapoga. Al referirse a mis hermanos, mi viejo solía decir que nacimos con olor a milanesa, porque estábamos ahí todo el día. El amor por nuestros abuelos hizo que sigamos con la gastronomía aunque tengamos otras profesiones. Por ejemplo, yo soy ingeniero en sistemas. Tengo un hermano que es arquitecto y otro que es contador. Todos seguimos la gastronomía y tuvimos el gusto de abrir tres locales más con mis abuelos. Fue una experiencia muy linda abrir los negocios con ellos. Hoy estoy ofreciendo el sistema pero lo nuestro es la gastronomía”, agrega.

Pero la leyenda no termina ahí. Hace muchos años el abuelo Antonio fundó un club de la colectividad, Cangas de Narcea, un lugar que a falta de frontón cuenta con algo más tradicional y antiguo, una de las pocas canchas de bolos celtas que aún existen en Buenos Aires. Quiso el destino que desde la dirigencia del club convocaran a Paxapoga para hacerse cargo de la gastronomía, ofrecimiento que los descendientes de Antonio aceptaron cerrando el círculo del sueño de su fundador.

Hoy es Alejandro el que ofrece un servicio pensado para la gastronomía; ayer fue Antonio quien inició un recorrido rico en sacrificio y predicando con el ejemplo. Una forma de sobrevida, por lo menos en la mente de quienes lo sucedieron.