“Crisis vitales y resiliencia”

Los conceptos serán desarrollados en una charla abierta a toda la comunidad con el objetivo de brindar herramientas para la superación individual y colectiva.

La licenciada Margarita Rodríguez Suárez es psicóloga, recibida en la Universidad de Buenos Aires (UBA), con posgrado en terapia cognitiva conductual. Trabaja en consultorio en CABA y es autora del libro sobre resiliencia Flores de Plástico en un Frasco de Mayonesa. El Re Encuentro (2016). Junto al licenciado Pablo Cazau (psicólogo, escritor y autor de varios libros, profesor en carreras de grado y posgrado de varias universidades en Buenos Aires), integra la dirección de la Fundación Soberanamente, un espacio dedicado a la investigación, la docencia y la promoción de la salud mental. El jueves 24 de mayo a las 16 darán una charla sobre el tema “Crisis Vitales y Resiliencia” en el Teatro Municipal de la Torre, con entrada en libre y gratuita.

–¿Las crisis vitales son las evolutivas?
–Las crisis evolutivas son las que aparecen en diferentes etapas de nuestra vida (por ejemplo, la infancia, la adolescencia, la juventud, etc.). Pero las crisis vitales son aquellas en las que sentimos un “antes y un después”; es cuando nos ha sucedido algo que ha cambiado el rumbo de nuestra vida. Podemos tener crisis vitales dentro de las crisis evolutivas.

–¿Los factores de estas crisis son externos, internos o ambos?
–Suele suceder que aparece algún acontecimiento externo primero, y ese acontecimiento es significado por la persona de una manera particular. Por lo tanto podríamos decir que hay factores externos e internos. Y, de los dos, los factores internos serían los más importantes. Pensemos en un mismo acontecimiento que les sucede a dos personas: por ejemplo, un divorcio. Una de las personas atraviesa un período de duelo y luego comienza a activar sus recursos internos para rehacer su vida, no sólo afectivamente sino que vuelve a sus propios intereses y capacidades y logra sentirse nuevamente feliz. La otra persona no logra salir de la tristeza de la separación, tiene una crisis depresiva y está tomando medicación psiquiátrica. ¿Qué hace la diferencia? No sólo habrá variables relacionadas con la historia del sujeto y de su personalidad. También la interpretación que hagamos del suceso será fundamental.

–De acuerdo a esta mirada, más que evadir una crisis ¿resulta mejor verla como una oportunidad?
–La palabra crisis tiene mala prensa; creemos que siempre denota dificultades. Sin embargo tenemos que tomarlo como “oportunidades” siempre. Se le atribuyen a Albert Einstein las siguientes frases: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederles a personas y países porque la crisis trae progresos. Es en la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. Sin crisis no hay desafíos; sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

–La resiliencia ¿es una capacidad que tenemos todos y en qué consiste?
–La resiliencia, esta palabra de difícil pronunciación, es la capacidad que tenemos las personas de atravesar situaciones de adversidad y salir fortalecidos. Afrontamos la adversidad desde las propias fortalezas y, una vez atravesada, aprendemos de las derrotas o pérdidas y nos sentimos fortalecidos; ya no somos los mismos. Quizás podamos verla como una “versión evolucionada” de nuestra capacidad de supervivencia, esa que compartimos con los animales y que en ellos sería el instinto. Todos tenemos más o menos desarrollada esa capacidad. Algunos autores dicen que está relacionada con una buena vinculación en la infancia. Pero también la aprendemos y la imitamos. La buena noticia es que todos podemos seguir desarrollándola para que, cuando la vida nos acerque adversidades (no estamos exentos a ello), nos encuentre mejor preparados y con más recursos internos.

–¿Hay estudios de género que determinen diferencias respecto a si el hombre o la mujer la desarrollan por igual o no?
–El imaginario popular ha divulgado que las mujeres tienen una mayor tolerancia al dolor y que atraviesan mejor las situaciones adversas. Pero algunas investigaciones muestran que las diferencias son mínimas. Hay mujeres y hombres muy resilientes, así como hay mujeres y hombres que podrían desarrollarla más porque diversos sucesos o condiciones (llamados factores de riesgo) les han demorado un poco más la superación de lo adverso.

–¿El contexto social en el cual nacemos y crecemos es determinante en la capacidad de resiliencia?
–El contexto social es una variable muy importante. Pero también lo son el ámbito familiar y la personalidad. Por ejemplo, hay personas que aprendieron a ser pesimistas y a no confiar en sus propias capacidades porque crecieron en un ámbito pesimista o poco estimulante. O quizás crecieron entre miedos que les fueron transmitiendo en el ámbito familiar. También puede ocurrir que ciertas creencias (familiares o sociales) demoran a la persona en la adversidad y se le hace difícil superarla. Pero no es determinante en el sentido de que me “destina” a una vida infeliz. Se puede reaprender. Porque, en definitiva, la felicidad es una cuestión de interpretaciones.

–Louise Hay es una exponente grandiosa de resiliencia. ¿Otros ejemplos para citar?
–Excelente ejemplo el de Louise Hay. Hay muchos ejemplos de resiliencia, todos inspiradores. De famosos conocidos y también de desconocidos, los que luchan día y día en silencio y que no salen en los diarios. Un ejemplo conocido es Stephen Hawking, el físico, cosmólogo y divulgador científico británico que falleció hace poco y al que le habían diagnosticado una enfermedad relacionada con la esclerosis lateral amiotrófica a los 21 años. Le habían dado dos años de sobrevida. Falleció a los 76 años. Pero resilientes son todas aquellas personas que atraviesan algún acontecimiento adverso del cual tienen que efectuar un trabajo interno y utilizar todos sus recursos disponibles para salir adelante. Hay personas, comunidades y países resilientes. Haití es un ejemplo, dados los continuos ataques de la naturaleza que debe atravesar.

–¿ Y nuestro país?
–Creo que los argentinos somos bastante resilientes. Hemos atravesado crisis de todo tipo, y sin embargo hemos salido adelante. Quizás (y esto es solo una hipótesis) tengamos también algún gen resiliente de nuestros ancestros europeos e indígenas, ¡o una mezcla de ambos! Pero un factor que nos demora para desarrollar resiliencia (factor de vulnerabilidad), a mi modo de ver, son nuestros miedos. Los miedos unidos a algún pensamiento catastrófico hacen que nos asustemos, nos quedemos en la queja o la paralización y que no activemos recursos internos como podríamos hacerlo.

–¿Cuales serían respuestas de resiliencia comunitaria para abordar la crisis económica?
–No soy experta en economía pero, ante cualquier crisis que una comunidad atraviese, lo mejor siempre será trabajar primero los recursos internos y desde allí unirnos, unir nuestros recursos. Los cambios siempre vienen de adentro hacia afuera; no podemos esperar que nos solucionen todo. ¿Y cuáles son esos cambios internos? Estar dispuestos a estar mejor, a pesar de las circunstancias. Me gusta decir que la resiliencia es hacer lo mejor con lo que quedó, con lo que hay, y a pesar de todo. Y no es resignación, es realismo. Pero también ante las crisis hay que unirse, trabajar en equipo, no aislarse, rescatar los valores como la empatía, la comprensión, la solidaridad. Crecemos (como personas y como comunidad) cuando dejamos de mirarnos en el propio ombligo, abandonamos la queja improductiva y pensamos en conjunto, en el bienestar colectivo. Cuando trascendemos, de lo mío hacia el otro. Ese sería el máximo escalón de la resiliencia. En el 2009 en Tartagal (Salta) se produjo un alud. El Río Tartagal, que atraviesa la ciudad, desbordó y parte de la ciudad quedó, en minutos, tapada con un metro de barro. Mientras algunos sectores trataban de deslindar responsabilidades ante la tragedia responsabilizando sólo a la naturaleza, el pueblo (aunque cansado de ser ignorado en sus reclamos y lleno de carencias de todo tipo) se organizó y salió adelante, ayudándose entre ellos. Cuando a un tartagalense le preguntás si es resiliente, lo primero que menciona es el alud.

–¿Como ve, dentro de estos conceptos, al feminismo a nivel mundial: como un espacio de contención y resiliencia, como una protesta colectiva?
–Todos sabemos que las mujeres hemos sido relegadas, desposeídas de nuestros derechos y desvalorizadas durante siglos. Me parece un acto resiliente que la mujer de esta época se haya puesto de pie, hagamos valer nuestros derechos y busquemos un trato igualitario. Desde un espacio femenino se puede construir resiliencia y, además, se puede lograr contención y apoyo a quienes hayan sido víctimas. Como suele ocurrir, hay organizaciones que se expresan en forma más extrema. Mi opinión (y es sólo mi opinión) es que no es necesario llegar a algún extremo (de protesta agresiva) para construir resiliencia. Justamente, la resiliencia implica todo lo contrario: regulación de emociones e independencia, equilibrio y pensamiento realista sin grandes distorsiones, habilidades de comunicación, humor, comprensión, empatía, moralidad, solidaridad y altruismo, etc. O sea, todos valores que podemos desarrollar desde la paz y que nos permitirían sentirnos más fortalecidas para enfrentar las adversidades.

–¿Cómo podemos cultivarla en nuestros hijos?
–Si pudierámos enseñar a los chicos a desarrollar resiliencia, sin dudas el mundo cambiaría. Y no exagero. Ayudar a desarrollar resiliencia implica enseñarles a los chicos a que sepan, por ejemplo, que lo que piensan no son verdades absolutas sino un producto de su funcionamiento mental. Esto, que parece tan simple, quizás nos ahorraría muchos disgustos, hasta quizás las guerras. Se les enseña a regular las emociones, habilidades de comunicación, a tener iniciativas, a aumentar el sentido del humor y ampliar la alegría y la gratitud, la comprensión y la empatía, la creatividad, la moralidad, la solidaridad, la trascendencia, entre otras cosas. Todo eso incluye a la resiliencia. Un chico resiliente es un chico mejor preparado para el futuro. De todo esto y mucho más hablaremos con Pablo el jueves 24 en la charla del Teatro de la Torre. Los esperamos.

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