Esa convicción por perseguir siempre los sueños

Marcela recibía cientos de llamados luego de que se conociera su historia y se replicara en distintos medios de comunicación: la pandemia la había dejado varada en Pinamar, en el medio se reencontró con su novio de la adolescencia después de 30 años y al final decidió quedarse a vivir en “el lugar de sus sueños”.

Marcela D’ Ambrosio tiene 48 años, es emprendedora y creadora de Live Work & Joy -una plataforma que promueve el bienestar a través de un programa que diseñó basado en Mindfulness, Neurociencias y Coaching Ontológico-, y hace honor a su trabajo: vive el momento, pero proyecta sus objetivos; persigue sus sueños y prefiere los cambios. Su decisión de quedarse a vivir en Pinamar desde hace 1 año y medio, en un contexto de pandemia y confinamientos, es la prueba de su valoración por esa pulsión de vida que la moviliza.

-¿Cuál era tu vínculo con Pinamar antes de la decisión de quedarte?
-Toda mi vida vine de vacaciones, desde los 18 años. Con mis amigas, de novia y después con mis hijos. Casi todos los años vacacioné en Pinamar porque amo. Los bosques y el mar tienen una conjunción que para mí es muy hermosa. Amo el mar, pero de Pinamar me enamoraron los bosques.

En el verano prepandemia vine y me reencontré con mi primer novio de la adolescencia. Básicamente me atrapó la pandemia en una visita que hice a Pinamar. Pero la decisión de quedarme acá la tome junto a él y mis tres hijos; ellos me empujaron y me acompañaron a hacer el cambio.

- ¿En todos estos años de visita no se te había ocurrido quedarte a vivir?
- Cuando era chica yo soñaba con vivir acá. Entonces cuando lo decidí para mí fue un flash, porque cumplí un sueño sin buscarlo. Tenía todo alineado: mi trabajo lo podía hacer a distancia, tenía el apoyo de mis hijos y el de mi pareja, y no me quedé en cualquier lado, me quedé en el lugar de mis sueños. No lo busque, me sucedió.

-¿Cómo transitaste todo este tiempo, con pandemia y confinamientos?
-Por supuesto que no es todo color de rosa. A mí me mueven mis afectos, mis hijos y amigos. Lo que me sucedió fue una transformación porque las cosas cambiaron, no me gusta llamarlo pérdida. En toda transformación hay duelos, y es que los vínculos que tenías no están más de la manera que estaban y la realidad conocida cambió. Pero todo lo que me estaba sucediendo era tan positivo que salir de la zona de aparente confort valía la pena.

-¿A casi un año y medio sentís que tomaste la decisión correcta?
-Creo en la fuerza de las decisiones con corazón y en esa línea no creo en definiciones correctas o incorrectas, sino en los aprendizajes que me dejan dichos procesos. Ese es mi enfoque, arriesgo con consciencia y muchísimo corazón. Escucho a mi niña interna y no dejo que la madurez se olvide de ella.

Cuando se flexibilizó la cuarentena visité los pueblitos de Madariaga y la zona; muchos me preguntaban ‘de dónde sos’ y cuando respondía que era de Pinamar me sentía rara. Entonces me di cuenta que una cosa es dónde vivo y otra es de dónde soy. Entonces me lo planteé y me dije a mi misma que soy de mi corazón, porque no soy de ningún lugar para siempre. Ni de aquí ni de allá; soy un poco de todos lados. Esto también va definiendo mi manera de vivir, no me anclo en algún lugar. Soy mi territorio y desde ahí voy andando.

Hoy vivo en Pinamar. Me gusta vivir experiencias, sentir los vínculos y explorar el camino con curiosidad.

Me dedico a desarrollar el potencial de las personas, equipos y organizaciones, y eso me ayudó. Nadie puede conducir su vida si no se conoce y aprende a gestionar lo que es. Necesitamos conocer los recursos que tenemos. Es fundamental para potenciar tu vida y alinearla a tus propósitos.

- ¿Cómo te resultó el proceso de adaptación en este nuevo lugar?
-La decisión fue fácil tomarla, pero difícil transitarla. Fue fácil porque no dude, cuando hay algo muy fuerte que te pasa no podés no hacerlo. Te gana. Eso es maravilloso y no pasa mucho en la vida. No fue difícil porque además no podía hacer otra cosa, y agradecí que mis hijos me impulsaron también. Si me decían que no, se me rompía el cuerpo. Transitarlo claramente fue un desafío. En el desarrollo de mis capacidades tuve que fortalecerme, en el medio de la pandemia fallecieron mis dos papás (no por Covid). Primero mi vieja y, a los ocho meses, mi viejo no pudo soportar la pérdida.
Sentí el desarraigo, la falta de sociabilización por la pandemia y la falta de mis afectos. Sin embargo, el cuerpo seguía sintiendo y diciéndome que siga adelante. Tuve que crecer y desarrollar fortalezas para transitar el proceso. Y acá seguimos, apostando con fuerza y no bajando los brazos nunca.

-¿Cómo te enfocás para sortear esos momentos críticos?
-Yo amo resignificar las crisis porque son oportunidades. Duelen como el carajo, pero son lo que te sacan bueno si te sabés enfocar. Es la materia prima del crecimiento. No crecés de lo lindo, sino de los lugares más jodidos. Siempre vi esta crisis al revés, porque sirvió para acelerar procesos y creo que a la larga va a ser propositivo para la sociedad si sabemos enfocarnos de una manera inteligente.

-¿Qué le aconsejás a aquellas personas que quieren y no se animan?
-Cuando es se siente fuerte y hay que animarse. El resto sucede solo, te lo juro. Pero si no sucede hay que trabajar con fuerza porque hay algo que pulsa y no hay que dejarlo morir. No tengo dudas de eso. Después hay que transitarlo, porque no es color de rosa ni pajaritos de colores, pero es posible. La magia sucede, pero es mejor que te encuentre trabajando fuerte, con actitud positiva y buena vibra. Que te encuentre dando tu primer paso posible, siempre hay uno esperando por vos. Escuchalo y arriesgate. El resto se va acomodando mientras hacés.

Mi trabajo se basa en gran parte en el aprendizaje de estar presentes. Y trato de hacerle honor a eso: vivo el hoy, mañana no tengo ni idea. Estamos en un momento con la finitud (la muerte) al lado, lo viví con mis viejos y lo vivo por todos lados. Entonces hay que desarrollarse y seguir nuestros sueños. Lo más importante que esta pandemia nos marcó a fuego es vivir el hoy, vivir con la simpleza de las pequeñas cosas. Un paradigma en el que menos se convierte en más. Ese es el verdadero desafío humano, humanizarnos. Hoy me veo en Pinamar, pongo lo mejor de mí para seguir creciendo como persona en este lugar, mañana solo Dios y el universo saben.

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