Misión invencible

Hace algunos años el feminismo era una misión personal, propia. Tenía que ver con dar un mensaje hacia otras mujeres a partir de mi propio despertar y empoderamiento, proceso largo y fecundo.

Eso de sentirte la “ovejita negra”, la que piensa distinto, la que incomoda, la “amenaza”, el “personaje” en el mejor de los casos, era disco repetido. Me acostumbré a vivir con esa incomodidad. Pero prefería ésa a la otra incomodidad, la de no saber si lo que yo quería o decía tenía valor, no saber si estaba loca o veía las cosas de manera justa. ¿Cuál era la verdad? Esa incomodidad venía de adentro, que no es lo mismo, porque cuando crecés en un sistema o ambiente que te ataca, que te desvaloriza y no te enseña a escucharte a vos misma, te desconectás justamente de tu esencia. Temés de vos misma. Y la pseudo-seguridad proviene sólo de afuera, de alguien que pueda dártela. ¡El clic es muy grande! Cuando despertás, empezás el proceso de autoseguridad, el replanteo de todo, captás que tu mirada es válida, que vos veías bien y eso te hacía mal, que tu vida es más un camino de espinas para llegar a la rosa. Y, ahora, estás enfrente de la rosa y te das cuenta de que no es una misión única la tuya. ¡Levantás la mirada y ves un rosedal infinito! Girás tu cabeza y ahí están todas, apareciendo, como capullos saliendo de la tempestad del invierno y el azote del frío y el viento. Es un espectáculo verlas surgir. Leerlas, escucharlas, encontrar-se. “Feministas de mierda, feminazis, asesinas, aborteras, hijas de puta, genocidas…”, se escucha, se lee, se mal piensa. Y ellas, con sus pañuelos verdes y libres, hacen de esas letras una canción. Siguen su misión, multitudinaria misión, sabiendo que nadie podrá hacerles más daño del que ya pasaron, ahora no están solas, ahora son una marea verde que crece en fortaleza y amor. Se reconocen, se escuchan, se apoyan, se alientan a no bajar los brazos, a ser más fuertes y libres, a ser lo que quieren ser. Es una nueva inteligencia colectiva, con la fuerza avasalladora del dolor pasado y la conquista del presente, la propia y colectiva conquista. Una de ellas, Aly Diarte, compartió en su muro de Facebook (16-07-2018):

Soy sobreviviente de abuso sexual sistemático en la infancia desde muy chica hasta los 13 añitos, en la que me metieron cama adentro para limpiar la casa de una familia con hijxs casi de mi edad.
Pasé mucho hambre, frío, miedo, abandono y explotación laboral infantil, golpizas tan crueles que me dejaban marcas en el cuerpo por semanas durante toda mi niñez. De los 13/14 a los 19 años, estuve pupila en un colegio de monjas en donde también sufrí explotación, abandono y marginalización, pero por lo menos nadie me violaba ni me golpeaba. Salí de ese lugar usando polleras largas y sin saber qué música estaba de moda o la programación de la tele, el lenguaje de lxs jóvenes de mi edad ni el contexto político en el que vivía.
A los 22 conocí al padre de mis hijxs, con el que conviví alrededor de 17 años. Quien también me golpeaba y violaba sistemáticamente sin que nadie hiciera nada. Esta vez sí me cansé de pedir ayuda y denunciar. Ya no era una niña. Pero nadie pudo ni me supo ayudar.
Ese mismo hombre abusó sexualmente de nuestra hija más chica. Ella me lo pudo contar cuando tenía 3 años. Denunciamos y nos lo sacamos de encima por un tiempo. Desapareció por lo menos un año. Ahora sigue libre, impune y con nueva familia. En breve tendrá otra nena con su nueva pareja.
A veces me siento afortunada por estar con vida.
A veces me siento triste por haber expuesto a mis hijxs a tanta violencia.
A veces sólo quiero dormir y no pensar.
Sin embargo sé, estoy convencida de que si sigo de pie, si conocí el feminismo que me alimenta día a día, es por algo.
Es por vos hermana, para que me escuches, para que me leas, para que en alguna vuelta de esta vida nos podamos abrazar.
#HablemosDeViolenciaDeGeneroEnNuestrosMuros para que nadie, ninguna mujer más, se quede en una relación violenta porque no la supieron ayudar.
Las mujeres que sufrimos violencia de género NO SOMOS BUENAS VÍCTIMAS. No esperen encontrarse con mujeres sumisas que digan sí a todo!!!

Estas letras, esta historia, este sentir, nos une como hermanas. No somos indiferentes, somos parte y arte. Somos diferentes y a la vez iguales. Ningún cambio importante en la historia de la humanidad se logró con timidez. Acá hay valor, valentía y convicciones.

Estas letras no se autodestruirán ni en 5000 años. Son parte de una misión invencible.