Se supone que debo escribir sobre la “patética agenda” de nuestra querida y maltratada argentina y no estoy anímicamente con deseos de hacerlo.

Francamente, estoy frente a mi teclado y percibo que las hojas en blanco se han plantado en una huelga de brazos caídos y, ese fantasma que tercamente está inhibiendo mi capacidad de escribir, no es otra cosa que el desánimo que me invade. ¿Qué puedo decir “de novedoso” que los lectores no estén hartos de leer o escuchar? Siento, que cualquier “iluminado análisis de la realidad” que tuviese la pretensión de aportar “algo creativo”, sería bochornosamente un escupitajo a la gente de a pie que desde hace casi tres años leen esta columna.
Mi primera participación en un acto electoral (como votante) fue en 1983 y la sensación de felicidad fue poner en la urna un granito de arena para el presidente Ricardo Alfonsín. Sería imposible describir el placer existencial y Republicano que sentí en aquella oportunidad. Más allá de aciertos y errores de aquella gestión, hoy, mi límite de tolerancia en las últimas elecciones del siete de septiembre fue por primera vez: no ir a votar. Creo, sinceramente que fue uno de los actos más auténticos que hice en mi vida.
Me avergüenza el colapso cognitivo y ético al que hemos llegado, y esta no es una declaración de quien se está “despidiendo de su vida” pues por el momento, lo que me mantiene vital, toda vez que pronto mi vesícula sea expulsada de mi humanidad en el entrañable y sufriente hospital público de nuestra ciudad, es mi pequeña y amada familia, y poder todos los días seguir escribiendo mis nuevas narrativas. Cuando hablo de entrañable, quiero significar el trato de empatía y humanidad con que la gente es atendida en nuestro hospital y cuando menciono la palabra sufriente, me estoy refiriendo a los malabares que médicos y enfermeras/ros - deben realizar todos los días para darle a los pinamarenses el servicio digno que se merecen.
Mi solidaridad infinita con los discapacitados, con los jubilados, con los hospitales públicos, con la cultura, con el veto al presupuesto universitario, con las Pimes, con la gente que sobrevive a este inmoral y brutal ajuste disparado por un Cesar narcisista y mediocre de mediocridad absoluta, que decide todos los días con su maldito pulgar, que nueva variable va a dibujar para que su “déficit cero” se mantenga impoluto ante las miradas aduladoras de algunos influencers convencidos de haber “inventado” una nueva forma de hacer política que no sea la de estar presente en cada metro cuadrado de los territorios. La “realidad virtual”, jamás podrá reemplazar el contacto directo con la gente.
Lamento el tenor de esta columna. Estoy enojado y lo lamento, sin embargo, tengo el privilegio de poder escribir sin que nadie “me baje su línea editorial” - pudiendo opinar sin censura previa de ningún tipo.
Si no llegás al veinte de cada mes, no te preocupes “CAMPEÓN” ... Este país está “dirigido” por el mejor equipo del planeta tierra.