44 Reasons Why

Durante estos últimos días, finalmente y después de poco más de un año, localizaron los restos del submarino Ara San Juan. Tuvieron que pasar miles de barcos, aviones, radares, rastrillando el inmenso mar hasta que la empresa contratada para tal fin cumplió su objetivo. Entiendo que los familiares de las víctimas tendrán paz de saber que están ahí descansando y ojalá se pueda saber realmente lo que sucedió. Por supuesto que no pretendo analizar ni hablar sobre este tema porque ya se ha dicho tanto que dejemos que la Justicia actúe, por respeto a todos. Honor a los caídos. Lo que sí me hace pensar es cómo llegamos a esta situación (no puntualmente a la del submarino, que contaba con la garantía de treinta años del gobierno kirchnerista, cuya reparación fue anunciada en 2011 con toda la escenografía clásica por aquellos años). Me refiero al análisis de nuestra infraestructura como país. Ya escribía Juan Bautista Alberdi, a mediados del siglo XIX, que los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Se nos alentó a consumir sin producir (visionario K). Nuestro pueblo no carece de alimentos sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental. En realidad nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas. Sobre todo se muere de pereza, es decir de abundancia. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso los mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición. El origen de la riqueza son el trabajo y el capital. ¿Qué duda cabe de que la ociosidad es el manantial de la miseria? Lo ociosidad es el gran enemigo del pueblo de las provincias argentinas.

Puede ser fuerte para leer, y la verdad es que no sé si estoy totalmente de acuerdo. Tengo mis propias dicotomías. Lo que sí es cierto es que hay mucha verdad en tal relato. Podemos coincidir en que una vez declarada la Independencia en 1816 se desató un proceso sangriento que recién amainó con la Constitución de 1853, inspirada por Alberdi y su famoso “gobernar es poblar”.

Junto a él, otros tipos, como Mitre, Avellaneda, Roca, Pellegrini y fundamentalmente Sarmiento encararon el descomunal proyecto de construir un país. Le debemos al facho de Domingo Faustino Sarmiento una idea fundacional: la educación pública, gratuita, laica y obligatoria. Esa simple idea sirvió para amalgamar a los criollos con los inmigrantes que llegaban provenientes de todo el mundo, hasta darle forma a un país extraordinario que, 150 años después, nosotros nos encargamos de hacer mierda.

Podríamos decir que, luego de todos estos años de independencia, estamos en un camino equivocado. Tenemos tantas falencias que no sabemos por dónde empezar. No importa qué gobierno haya transitado, lo que importa es que a la fecha tenemos un país diezmado, sin industria y con casi de la mitad de la población pobre. Es cierto que, en nuestro país, el colonialismo dejó una tradición caudillista que dificultó llegar a ser una nación integrada. La Constitución nos puso en la avanzada del mundo en términos de calidad institucional.

No sé realmente bien cuándo todo se fue al tacho, porque, posta, las ideas estaban, la gente tenía intenciones y, en algún punto de la línea del tiempo, la cagamos. Es cierto que los milicos se encargaron de romper mucho las bolas con sus golpes sistemáticos, pero también los peronachos y los radicales hicieron su parte. Tanto los golpes militares como el populismo degradaron la institucionalidad argentina. Dependiendo de cuán facho, gorila o progre seas, le echarás la culpa a uno u otro. Lo cierto es en dónde estamos hoy; difícilmente podamos salir. Pensá que a principios del siglo pasado Australia y nuestro país competían por los primeros puestos del mundo en bienestar económico (PBI por habitante).

La tragedia del submarino es cierto que nos hace reflexionar, por un lado, sobre la cuestión de la defensa nacional. ¿Tenemos acaso los recursos, la infraestructura y el capital humano necesarios para cumplir con el mandato constitucional de defender la integridad de nuestro territorio, incluyendo naturalmente nuestros cielos y nuestros mares? ¿Reconocemos de forma apropiada el sacrificio y la entrega de los miles de mujeres y hombres que integran nuestras Fuerzas Armadas? ¿Era necesario que pasara algo así para acordarnos de todo eso y del calamitoso estado que se encuentran nuestras Fuerzas Armadas?

Ahora bien, por otro lado, lo que me hace pensar es que esto es una fiel radiografía de la infraestructura de nuestro país. El estado de las rutas y la calidad de los servicios aéreos, portuarios y eléctricos sufrieron un sostenido retroceso los últimos diez años, pero en realidad nuestra mentalidad y nuestros procesos son los que hacen que, todo lo que hacemos, lo hagamos mal. Recordemos que en Tucumán se cayeron diez de los doce puentes hechos por los cráneos K. El 80% de los caminos en nuestro país son de tierra. ¡De tierra, boludo! Somos prehistóricos. No tenemos planificación a largo plazo en ninguna de las áreas esenciales para el desarrollo de nuestro país. Vivimos apagando incendios día a día y no queda tiempo para la planificación estratégica. Esto lo evidenciamos en la economía, en la industria, en el campo, en el transporte, en las comunicaciones. Si bien se suele responsabilizar a la dirigencia política de semejante debacle de nuestro Estado de Derecho, hay que tener en cuenta que esos políticos surgen de la misma cultura que quienes los votan, que no son extraterrestres, sino argentinos. Acá lo urgente nunca deja tiempo para lo importante, y la verdad es que tenemos más de 44 razones para entender por qué estamos así.