Back to the future

Terminó el puto año, gracias a Dios, Alá y Odín. Posta que si este año tenía trece meses, no llegábamos. Se detonaba todo.

Pero viste cómo, en el inconsciente colectivo, hasta el 31 de diciembre es todo un bardo, pero ya el primero de enero nos cambia el humor y se llenan los posteos de festividades y deseos para un año que, todos sabemos, no será mejor. No seamos tan pelotudos, que estamos en flor de quilombo. No voy a entrar en estadísticas, pero tenemos más pobres, más desocupación y más inflación. Tres situaciones claves para nuestro país. Esta expresión es más solidaria que real, porque no puedo obviar que nosotros en nuestra querida ciudad tuvimos un año de cambios muy positivos y la estamos viviendo hoy en el inicio de la temporada, pero digamos que somos la excepción. Pero mirando un poco para el costado, la verdad que hay gente que no la pasó bien. Nada bien. El problema es que veníamos mal acostumbrados por un 2017 con crecimiento muy escalonado, pero que nos daba un aire de esperanza (como cuando venís perdiendo 4-0 pero metés un gol, en el fondo pensás que lo levantás). La realidad es que nos metieron 8 más. Pensamos que nada podría salir mal hasta que apareció Murphy. La economía de Argentina pasó en pocos meses de un escenario favorable al contraste abrupto de números rojos al término del año. La fragilidad del impulso que habían tomado los indicadores, los errores en el comando de la política económica local, más el cambio de rumbo financiero en el plano internacional se combinaron para consumir los beneficios de un crecimiento económico de cinco trimestres consecutivos –en la comparación interanual– hasta marzo de 2018. Después, en abril ya empezaron a enriquecerse los de siempre y el dólar llegó a 42. Para semejante cambio de tendencia debieron superponerse factores domésticos, como el alto déficit fiscal; el intenso ritmo de endeudamiento; el ajuste tarifario, que potenció la inflación; el atraso cambiario, que detonó la devaluación. También sucesos imponderables y ajenos a la política, como la sequía, que recortó en un 18% la cosecha de la última campaña, y otros del exterior, como el endurecimiento de las condiciones financieras, con suba de tasas y la caída del valor de los activos. La realidad es que lo único que nos importa hoy en día es llegar a fin de mes. Para eso, básicamente el país tiene que crecer o por lo menos no tener crecimiento negativo (no pensé que alguien podría ser más cínico que Underwood hasta que lo escuché a Dujovne). Si hacemos un resumen de los quilombos que tuvimos este año, arrancamos desde fines del anterior, donde el gobierno redefinió las metas de inflación, y sentenció su política de gradualismo. Como que te blanquean la posta pero no la queríamos escuchar. Además, tuvimos un excesivo endeudamiento. No siendo viable bajar aún más el déficit, se optó por seguir pidiendo guita afuera, lo que va a generar un bardo aún peor en dos años. Ojalá que estén ellos mismos, porque si no va a ser peor. El tema es que si el esquema económico para ser exitosos depende del financiamiento externo, creo que tenemos un problema y así lo hizo ver el mercado. En realidad el mercado es el capitalismo en su máxima expresión, así que no le pidas nada que no sea en su propio beneficio. Dale, no seas tan peronacho. Además, si a eso le sumamos una inflación descontrolada y una devaluación del 100%, el cocktail es sumamente explosivo. Claro está que duró bastante la fiesta financiera a costas de los que producen, pero eso es tiempo pasado y no le vamos a contar las costillas a nadie. Ahora por suerte van a pagar como corresponde. También hay que ser justos con el Caésar, y tuvimos dos factores exógenos que nos pegaron de lleno. Por un lado, una sequía tremenda, la peor de los últimos 50 años. Dije la sequía, no el equipo económico. Esto repercutió en casi un 20% de caída de la producción. Esto fue en la zona núcleo, pero en la zona marginada de Argentina se llovió todo y se inundó, así que también perdimos por ahí. El otro factor externo importante: la suba de tasas de interés en EE.UU., el fortalecimiento global del dólar y el mayor costo del dinero no pudieron ser asimilados por la Argentina, que debió recurrir al Fondo Monetario Internacional para no caer en default. La política más restrictiva de la Fed de los EE.UU. desató una fuga de los fondos de inversión de activos emergentes, en un mercado saturado de títulos argentinos. Si hay una lección que aprendió este equipo, es que la confianza de los mercados es esquiva de mayores preferencias que las ganancias de corto plazo cuando todavía seguís siendo un país tercermundista. Por ahí el error fue que pensamos que íbamos a jugar en Primera siendo Atlas. Y por último y no menos importante. Él y Ella, y todo lo mal que le hicieron en el pasado. Ya hoy sentís que, cualquier cosa mala que suceda en cualquier ámbito, la culpa es de Ella. Con los cuadernos, claro está que se destapó una olla hirviendo, pero ahí seamos honestos porque van a terminar de caer todos, de todos los bandos. Si a todo este bardo le sumás que, para los pocos que producimos y generamos el 95% del empleo en el país, la presión impositiva es insostenible y la tan pedida reforma laboral nunca llegó, es muy difícil que las cosas se puedan revertir. Si la política de equilibrio fiscal tenía como condición esta presión, lo único que generó es el fin del gradualismo. Convengamos que es un laburo en conjunto, de todos los sectores, pero, como siempre digo, el puntapié inicial lo debe dar el gobierno. Todas las promesas apuntan al futuro. Evidentemente el futuro es prometedor, por lo que yo, particularmente, quiero volver al futuro.