Cuatro décadas al servicio de su comunidad

Es el tiempo de una agente municipal que desarrolló sus actividades en el área de recaudación cosechando lo que sembró: ser reconocida como una excelente compañera.

Luego de haber cumplido 40 años en la Municipalidad de Pinamar, a Raquel Colombo le llegó el momento de la jubilación, una contingencia de la vida que para muchos es una recompensa por el deber cumplido y para otros dejar atrás años de compañerismo y momentos compartidos.

Siempre con la emoción a flor de piel, Raquel experimenta un sentimiento confuso: por un lado, el reconocimiento de sus pares, que le tributaron un encuentro rico en anécdotas y lágrimas dulces y, por el otro, el no haber recibido una mínima acción de despedida por parte de las autoridades.

Puede ser que no esté tan en boga este tipo de homenajes sencillos pero lo cierto es que Raquel esperaba un gesto o una palabra, ya que su último día de trabajo no fue un día más.

“A pesar de que fue recto y nos enseñó mucho, el intendente Pablo Piffaretti fue muy compañero. Él comenzó con la Municipalidad”, recuerda de aquella época en que estaba todo por hacerse y se hizo. Cuando se tomaba nota del pago de las tasas de manera manual, en una ficha.

La llegada de la computación se hizo fácil, dada la cohesión y el espíritu de equipo que preponderaba entre los empleados: “Nos ayudábamos entre todos”.

Raquel y su hermana Claudia son descendientes de pioneros. El solo hecho de sobrevolar el tema empaña la mirada de Raquel y sobreviene la emoción.

“Ellos, por suerte, eligieron este lugar. Mi papá llegó en 1947. Luego estuvieron de novios con mi mamá y en el 55 se casaron. Formaron una gran familia”, memora. Con relación al plantel municipal, al principio fueron muchos empleados de la Municipalidad de General Madariaga y la gran mayoría se quedó a vivir en Pinamar.

“Antes se festejaba todo, más que nada por la cantidad de gente que se fue incorporando. […] En el año 83, cuando asume el primer intendente de la democracia, Pedro Actis Caporale, fue como que compartíamos más cosas… En la época de la democracia fue como más liberado todo. Con mis compañeras nos íbamos juntas a Mar del Plata, nada nos pesaba, la pasábamos bárbaro”, recuerda.

Raquel también diferencia las dos épocas que le tocó vivir: la dictadura y la democracia. Cada una con sus matices. No hay enojo ni rencor en sus palabras.

Es inevitable no saltear los períodos de los interinatos, ya que en algunos zozobró el sistema y fue el empleado de raza el que evitó la debacle.

Al respecto, señala: “Había un grupo de jefes de departamento o de división y era como que en esas circunstancias realmente nos poníamos la camiseta y salíamos adelante, algo que ahora se ha perdido un poquito… Yo me fui ahora, ya jubilada, y mi cargo no quedó en la oficina, no tienen posibilidades de crecimiento y la gente no tiene posibilidad de jerarquizarse. Algo que nosotros, sí, tuvimos. En mi época la tuve, nos compensaban, nos mimaban… Entonces, uno protegía también al lugar”.

Es evidente que había un deseo de crecimiento, de progresar. Una incorporación del saber en los superiores que luego se volcaba al personal subalterno. Raquel esperaba la jubilación porque entendió que su etapa estaba cumplida pero reitera que lo que le duele “es no haber tenido un reconocimiento del Ejecutivo. Como otra gente. Yo trabajé con mucho amor, pero ya pasó, queda ese dolorcito”.

Donde estaba la casa de vacaciones de sus padres, hoy hay un edificio; entre sus tesoros cuenta con un cuadro de Clorindo Testa, para quien su padre trabajó en varias obras, y aun conserva una cinta inaugural que es un pedazo de historia.

Raquel Colombo es una persona querida y se manifiesta muy feliz de vivir en su Pinamar, lo que no es poca cosa.