“El punto crítico es el procedimiento de la convocatoria”

El concepto le corresponde a una destacada arquitecta que hace hincapié en que la obra de reformular las veredas de Víctor Hugo y Espora no fue puesta en conocimiento de los profesionales del partido, ni a la consideración de los vecinos y que carece de estudio de impacto ambiental. La idea es que se tenga en cuenta a quienes conocen la realidad del partido donde trabajan.

La arquitecta María Celeste Siccardi se refirió a la forma en que se plasmó la convocatoria para la reformulación de dos arterias vitales de nuestro partido, como son Víctor Hugo, en Ostende, y Espora, en Valeria del Mar. Lejos de cuestionar el proyecto, y con un ánimo constructivo, entiende que por tratarse de una realidad consolidada, ya que hay dos proyectos de otros tantos estudios y la obra está licitada, a lo que hay que apuntar es a darle cabida a una mayor cantidad de voces, en particular las que provienen de los 130 profesionales que se desempeñan en el partido.

–En ocasión de la presentación de los proyectos, puntualizamos que ante la pregunta de una conocida profesional sobre si hubo algún tipo de concurso, las respuestas no fueron del todo convincentes. ¿Qué opinión le merece este tema?
–Para mí, el punto crítico de esta cuestión está en el procedimiento de convocatoria. Digo punto crítico porque a mí me parece que estamos transitando una democracia que, si bien lleva varios años en nuestro país, sigue estando débil en algunas cuestiones, en los procedimientos donde está involucrada la ciudadanía. La intervención del espacio público es, a nuestra mirada, una cosa bastante seria. Uno con las intervenciones que hace promueve, en mayor o en menor grado, la calidad de vida de todos los habitantes, no solo de los turistas que entran con el auto. Hay que ver todas las partes.

–¿Nota que es una modalidad de este gobierno?
–Desde el punto de vista de la convocatoria, si bien, al igual que como fue manejado el tema del COU [Código de Ordenamiento Urbano], se puede decir que es legal porque una contratación directa es una herramienta de la cual se dispone en los estados municipales, no sé si tiene la legitimidad adecuada a la circunstancia. En Pinamar hay 130 matriculados, aproximadamente, y yo creo que el 90% no se enteró de la convocatoria. ¿Se puede hacer por contratación directa? Claro que sí… ¿Corresponde tener en cuenta a 130 profesionales que pagan sus impuestos acá, que pagan su matrícula municipal acá para hacer obras o no, de los cuales habría que ver qué porcentaje está activo con trabajo y cuál no? O sea que hay una disponibilidad de tiempo en muchos profesionales, hay muchos de ellos con experiencia en intervenciones urbanas, hay mucha gente que tiene ganas de aportar ideas. A mí me parece que el Colegio de Arquitectos de Pinamar, que es lo que conozco con mayor profundidad, tiene un bagaje de profesionales formados, activos, capaces y propositivos y desde ese punto de vista es que es poco saludable no hacer una convocatoria más abierta. No digo que esté mal, digo que les daría un manto de legitimidad a los procesos futuros porque esto ya está consolidado. Las críticas siempre deben ser constructivas en el sentido de ir mejorando, en el marco de ir consolidando una postura más adulta en el ejercicio de la democracia que estamos haciendo. Las políticas urbanas justamente marcan el estado en el que la ciudadanía se encuentra y ahí me parece que estamos un poquito débiles. En eso de lo que es la proposición del proyecto.

–¿Qué otro aspecto se debería haber tenido en cuenta?
–Debe ser un proceso donde también interviene la comunidad que usa los espacios, y que en este caso tampoco fue consultada. No hubo talleres donde la ciudadanía aledaña a los espacios en cuestión, que es la que usa diariamente el lugar, fue consultada. O sea que yo no sé si el proyecto representa la idiosincrasia de la gente que está usando ese espacio.

–¿Esto porque cada localidad tiene su perfil particular?
–Seguro. No es lo mismo una parte urbana que otra, y tienen que existir todas porque la sociedad está dividida entre sus estratos sociales y no está mal que así sea porque cada estrato tiene su forma de vivir y usar los espacios. Lo que sí, la ciudad plural debe garantizar la interconexión entre ellos pero no le debe quitar valor a ninguno por encima de otro y cada espacio es representativo de su uso. Eso te lo transfiero a una casa. Si vos me contratás para que yo te haga una casa, no te puedo dar una casa enlatada, tengo que hacer una casa a tu medida, a tu familia, a tus gustos, a tus colores… y no puedo yo diseñar el cuarto para tu hijo; en todo caso, represento lo que tu hijo quiere en su cuarto. Esto es más o menos así. Por ahí el mensaje sería reflexionar sobre cómo queremos que Pinamar siga creciendo, con la intervención de todos en una democracia adulta y activa, con la ciudadanía participando en las cuestiones más plurales, como es el espacio público, y no perder de vista que lo que planteamos en los espacios públicos marca la mayor o menor calidad de vida para los habitantes. A mí me parece que deberíamos ir nivelando un poquito más para arriba.

–¿Esto significa seguir el criterio que en un momento determinó la instalación de obras de arte en la ciudad, por ejemplo?
–¿Dónde está la escultura de Pájaro Gómez? Lo digo así, metafóricamente, pero la propuesta que Pinamar SA en un momento tuvo de comenzar a generar hitos alrededor de temas tan trascendentes, como lo es el arte, involucrar al espacio urbano con obras artísticas de valor significativo, a mí me parece que le estaba dando una cierta impronta, que le estaba dando incipientemente una identidad a Pinamar que era superadora.

–¿Estas letras donde hoy se lee “Pinamar” compiten con el espíritu que señalás?
–No. Creo que no compiten. Creo que baja bastante la calidad urbana. Es fuerte lo que digo pero lo asumo. Me parece que, cambiar una obra de arte de significado relevante por la situación paisajística que hoy vemos, es como que estamos confundiendo un poco el camino. El espacio público tiene una importancia que creo que no se está teniendo en cuenta porque marca hacia dónde vamos y lo que un lugar ofrece, para sus habitantes y sus visitantes. No tiene que preponderar uno sobre el otro; tenemos que generar siempre un equilibrio.