For sale!

Game is over. Terminó la temporada como ya lo dijimos hace un par de semanas. La verdad que, después de un invierno difícil para nuestro principado, la temporada fue lo que se esperaba.

Pasó sin penas ni glorias. Analizando un poco los números de ocupación hotelera, cantidad de cubiertos en los principales restaurants, servicio de sombra en los balnearios y cantidad de tickets emitidos en supermercados (estadística propia pero de datos fieles) y ciertos datos oficiales de la Secretaría de Turismo, creo que tuvimos una mayor cantidad de visitantes (sin contar las tapiocas) que el año pasado. La posta es que vino más gente. La semana de las Fiestas fue muy buena, pero luego se notó la huida para la primera quincena de enero. Hacía tiempo que no teníamos una primera quincena de enero tan mala. Creo que la segunda quincena fue la que nunca falla, la que siempre brinda ese apoyo incondicional. Pero, sin desmerecerla, la que definitivamente se lleva el oro del verano y donde se marcó diferencia fue la primera quincena de febrero (en realidad casi todo febrero). Nuestro gran y olvidado mes fue el aliciente que necesitábamos para poder respirar un poco mejor. Esto, obviamente ayudado por el mejor clima de los últimos diez años, por lo menos. Tremendo el clima, nada para reprochar. Sigamos calentando el mundo.

Ahora bien, la sensación que me dejó es que, si bien tuvimos una mayor cantidad de turistas, el consumo es lo que marcó qué tipo de turismo tuvimos. El consumo bajó y mucho. Es entendible, en cierto punto, ya que, si uno analiza desde un punto de vista macroeconómico, hay menos plata en la calle destinada al turismo. Si la gente gana la mismo en términos reales que hace un año, pero tuviste los incrementos de todos los servicios, combustibles, prepagas, colegios, expensas, peajes, alimentos, etc., es lógico que la plata destinada a los fines de la recreación sea menor. Esto lo evidenciamos claramente.

Lo que me hace analizar este comportamiento es que estamos teniendo nuevos visitantes con otras características, diferentes de las que veníamos acostumbrados o por lo menos de las que supimos tener. Esto claramente marca que hay un público que se fue de nuestra ciudad y no piensa volver, por lo menos en el mediano plazo.

Una muestra de esto la podemos observar en el mercado inmobiliario. En esta temporada tuvimos alquileres por menos tiempo y de menores valores. La gente especuló en su mayoría hasta último momento para reservar y siempre buscaba fraccionar sus estadías. Este comportamiento, si bien lo habíamos vivido en algún otro momento, nunca había sido tan evidente. El turismo está mutando y la gente busca vacacionar en varios lugares pero por menos tiempo. Es un tiempo de adaptación y, los que no lo puedan hacer o no comprendan el nuevo mercado, seguramente quedarán en el camino. El problema (por no mencionar todos) que trae aparejado esto es que las propiedades fundamentalmente ya no rinden como lo hacían tiempo atrás, por lo que hoy todo Pinamar está en venta. Sí, todo. Hay un falso preconcepto establecido y no escrito, y es que los que tienen propiedades en nuestro principado no son ricos, pero sí tienen dinero. Sí, puede ser, en parte, pero creéme que el que más guita tiene es el que más la cuida. No llega a ser rico por despilfarrarla. Las propiedades hoy tienen un costo muy alto de mantenimiento. Las abusivas tasas municipales, más los revalúos de ARBA, más los servicios, más las expensas etc., hacen que en relación a los ingresos que puedan obtener por alquilarla, o bien por utilizarlas, sea una ecuación negativa. Esto, por un lado.

Por otro lado, el mercado inmobiliario hoy es un mercado de oferta, claramente. Es decir, se vende todo y, al venderse todo, el precio lo establece la demanda. Es decir, el que paga es quien decide, porque ofertas le sobran (cuando timbrées fíjate la cantidad de carteles hay). Esto hace que el precio esté bajo en dólares y lleguemos al punto de tener valores similares al Partido de la Costa (con el mayor de los respetos… Bah, en realidad, no).

La gente vende, no por negocio sino por necesidad. Ya es difícil mantener las propiedades y, si encima el nuevo turismo no está dispuesto a pagar lo que consideramos que vale (este tema es largo, igualmente), es preferible vender.

No pasa si las calles están mantenidas o si hay mejor gestión, pasa porque hemos abandonado nuestra ciudad hace muchos años y hoy estamos viviendo las consecuencias. Es como el efecto mariposa. Nada de lo que hacemos es gratis y todo tiene consecuencias. Este pueblo nunca entendió que necesitábamos establecer políticas destinadas al turismo y su desarrollo y no a la construcción. Desde la empresa desarrolladora y dueña de la ciudad, los diferentes Ejecutivos y HCD que han pasado, siempre buscando el beneficio en la construcción, descuidando nuestro principal activo.

Esta ciudad creció y se desarrolló ediliciamente sin control en los últimos 20 años por que cincuenta tipos pensaban que porque tenían plata eran empresarios de la construcción y se dedicaron a hacer edificios de calidad media y baja (lejos, el único destacable en todo este tiempo es Btwins). Es decir, construimos barato, alquilamos barato, no cuidamos al turismo y pretendemos que todo mejore y tengamos una mejor ciudad. Se sacaban loteos uno tras otro, se construían casas una tras otras y todo estaba en venta. El precio, cada vez más bajo.

Es decir, cuando más tendríamos que cuidar el valor del metro, más lo regalamos. Esto, obviamente, hace que aquellos que en condiciones lógicas de nuestra ciudad no pudieran (o debieran) venir lo hagan y por consiguiente tenés la nueva metamorfosis de ciudad.

Esto es nuestro presente, y estamos todos a la venta.