Guiso a las 5 de la tarde y la lógica de la necesidad

Tres merenderos y un comedor son las herramientas con que el Movimiento Evita levanta su bandera en auxilio de los que más sufren la situación económica.

“Nosotros trabajamos con vendedores ambulantes, con chicas que trabajan en casas de familia y no están asalariadas sino que lo hacen por hora. Hay muchas mujeres en nuestro movimiento que se inventan el trabajo; tienen que salir todo los días para ver qué hacen hoy para la comida. Así estamos en Ostende”, asegura Adriana Meneghetti, a quien conocimos en tiempos en que, abocada a la docencia, desempeñaba el papel de inspectora jefe distrital.

Hurgando en su memoria, asegura que su primer acto de altruismo fue a los 7 años, cuando desde su condición de alumna de la escuela primaria salió en defensa de una compañera de curso. Luego vinieron los años de formación. El trabajo en la escuela, siempre que uno quiera verla, nos muestra la realidad social de la familia. Esa visión, desde su mirada justicialista, es evidente que caló hondo en sus sentimientos y luego, de acogerse a la jubilación, retomó la militancia como referente del Movimiento Evita.

“El escenario político hoy en día es como una previa a una elección pero nosotros estamos trabajando hace rato; no lo hacemos por una cuestión electoral: lo hacemos porque somos nosotros. Yo soy la única asalariada jubilada del grupo. Los compañeros son todos de la economía popular; hacen eso porque son eso. Tenemos tres merenderos y un comedor. A los merenderos van los chicos del barrio, que son sus propios hijos, los hijos de los vecinos, y todo empezó porque era más fácil hacer una comida para todos los vecinos de la cuadra que para uno mismo. Entonces, uno llevaba un poquito, y otros, otro poquito, y así empezaron. Hoy los comedores fueron creciendo, el merendero. Es la necesidad. Tenemos tres merenderos: en uno de ellos, Las estrellitas, siempre teníamos diez o quince chicos; hoy tenemos todos los días 25 y los viernes hacemos, a las 5 de la tarde, guiso, porque de esa manera garantizamos que los chicos cenen bien el viernes. No sabemos qué va a pasar el sábado y el domingo. Desayunan y comen en la escuela pero los viernes los chicos piden guiso. En el comedor, los sábados también trabajamos; irán veinte personas, y todos los días se suma una persona nueva, que por lo general es una mujer que se quedó sola, que tiene hijos, y que no tiene trabajo. La gente, al quedarse sin trabajo, pierde la posibilidad de alquilar. Por otro lado, desaparecieron las changas. Siempre, después de las temporadas, solía pasar que trabajaban en un hotel o limpiando departamentos y siempre quedaba algo de dinero para el invierno y trabajo, las mismas personas con que habían trabajado en la temporada; pero ahora no”, describe.

La docente afirma que a nivel nacional y provincial, Desarrollo Social ayuda a través de la Confederación de Trabajadores de la Economía (CTEP), uno de los pocos alineamientos con llegada que el próximo 28, con el apoyo de trabajadores de distintos puntos del país, organizará una marcha federal, para pedir techo, tierra y trabajo.

“Recibimos mercaderías. Con eso hacemos los merenderos y el comedor. No alcanza pero a eso le sumamos lo nuestro y lo que ponen los vecinos”, agrega, para señalar que el accionar de la ayuda social a nivel local deja mucho que desear. En algunos casos depende del día o de quién atiende, “una manera muy azarosa, cuando, en realidad, cuando trabajás en desarrollo social, debería ser todo más planificado porque la ayuda se necesita en este momento, ahora, y no se puede esperar. Hay una mamá con un bebé que tiene problemas serios en el estómago o los intestinos y le dieron turno para una ecografía para fines de agosto. Hay cosas que no pueden esperar”.

El concepto se hace extensivo al área de Salud: “Acá en el hospital llamé para un turno de una especialidad y me dijeron que para esa especialidad se daban con un mes de anticipación, que llamara un martes a las 8 de la mañana pero que había sólo cuatro turnos. Las políticas públicas en Pinamar no están aceitadas y lo vemos día a día, en el hospital, en salud, en desarrollo social, en el servicio social. Tenemos cerca a mamás de abrigo que más de una vez han estado solas; son esas mamás que cuidan a los menores que por algún motivo no pueden estar con su familia, pero ellas están solas. Cada profesional, de manera individual, hace lo que puede pero no hay un plan estratégico municipal”.