Sobrevivir a la función pública

Luego de haber ocupado cargos en la administración de Martín Yeza, Alicia Álvarez Iturregui sigue proyectando intervenciones en su querida Pinamar. No obstante no haber encontrado la forma de encauzar sus ideas, sigue soñando con mejorar la ciudad.

Cuando la arquitecta Alicia Álvarez Iturregui fue designada al frente de la Dirección de Espacios Públicos, muchos pensaron que la singular mirada de la reconocida profesional iba a operar un cambio sustancial en nuestro entorno. Sin embargo esto no fue así: ni desde su cargo de directora ni de desde su puesto de asesora su talento tuvo el espacio para expresarse.

Con más de 40 años de arquitecta, expresa que fue su primer trabajo en relación de dependencia. Una experiencia muy fuerte, según definió su paso por la función pública integrando el equipo de Martín Yeza.

“¿Qué me deja? Que no es fácil tener jefes y saber agachar la cabeza a esta edad. Lo pude aprender y la verdad es que me ayudó a mirar el mundo desde otro lugar mucho más humilde. Me sirvió. Por otro lado, aprendí lo difícil que es la función pública. A veces uno como ciudadano exige y a veces subestima a las distintas escalas de funcionarios públicos. En este nivel, lo que a mí me tocó, que fui un tiempo directora y luego asesora, me di cuenta de que era muy difícil. ¿Qué más me dejó? Me dejó proyectos, tener tiempo para mirar la ciudad como a mí me gusta. De hecho, vos sabés que yo hice muchos proyectos, algunos declarados de interés municipal por el Concejo Deliberante, muy bien recibidos por la comunidad, pero que nunca se llevaron a la práctica. Nunca se concretaron. Y en esta etapa me pasó lo mismo: no pude concretar proyectos. Pero hice muchos. Entre los que traje bajo el brazo, más los que desarrollé en la función pública, son más de quince”, reflexiona.

Uno de esos proyectos tiene que ver con el espacio urbano. Está avanzado y se complementa con los recientes cambios de la Avenida Bunge. Se trata de la iluminación escenográfica de esta arteria troncal. Fue licitado, allá por octubre de 2017, recuerda.

“Es un proyecto sencillo pero bastante artesanal, como a mí me gustan. Consiste en colocar sobre las columnas existentes unos barrales y artefactos led para iluminar los árboles. Pinamar tiene un privilegio que no se da en muchos lugares, creo que nunca lo he visto, es que cuenta con una avenida con una forestación bastante espontánea, podríamos decir como desordenada, árboles ejemplares, de tamaño muy importante y de gran presencia. Hay eucaliptus, pinos y algunos otros ornamentales pero que nunca miramos porque siempre estamos mirando hacia adelante y de noche están en sombra. Cuando caminamos desde Shaw y hacia Marco Polo, si miramos hacia arriba veremos verdaderas catedrales de eucaliptus. Son unos techos altos maravillosos que merecen ser valorados porque son nuestros y parte de nuestra identidad. Este proyecto es para eso, para poner en valor, para mostrar, para destacar ese detalle que es tan nuestro, que ahí va quedando. Porque nadie lo imaginó para que durara más de 70 años, que llegara a su plenitud y pudiera ser valorado”, proyecta.

Para la arquitecta, es casi un deber tener en cuenta y destacar este valor patrimonial pinamarense y hacer que la gente pueda disfrutarlo. También es una enorme satisfacción poder concretar el proyecto como una forma de contribuir a la ciudad. Esta actitud tiene que ver con el amor por la ciudad y con su pensamiento: “Pinamar tiene lugares que se pueden transformar con muy poco y pueden llegar a transformarse en acontecimientos culturales, sociales y también turísticos”.

Álvarez Iturregui entiende que el lugar da para transformarlo, a partir de la arena y su versatilidad, por el relieve y porque uno puede plantar una estructura, un deck, permanente o transitoriamente, de manera muy fácil.

“Me parece que Pinamar ya no es algo que debemos seguir delegando, ya de manera no demasiado responsable en los gobernantes, que a los ciudadanos nos corresponde ocuparnos más. Especialmente, los que le debemos mucho a Pinamar. Esto es trabajar en red con las instituciones, las asociaciones, interrelacionarnos, acompañar proyectos o defender la ciudad de proyectos que creemos que no son buenos. Creo que una comunidad lo es cuando está de pie y me parece que una comunidad que se precie de serlo tiene que estar de pie y de la mano”, concluye.