Somos los más mejores

Se va terminando el Mundial. En realidad, dependiendo cuándo hayas tenido en tus manos el semanario más prestigioso del condado, puede que ya haya terminado, con un campeón europeo nuevamente.

Nosotros, como sabemos, quedamos afuera ya hace mucho tiempo y todavía nos seguimos lamentando, y buscando culpables. Ahora, bien, cuando uno en frío analiza los resultados y que hechos llevaron a esas situaciones, la verdad es que debemos ser muy caraduras en pretender resultados distintos (igual somos caraduras, independientemente del Mundial. Pedimos y reclamamos continuamente pero a la hora de cumplir no lo hacemos).

Claro está que todos siempre queremos ganar, que queremos ser primeros y demostrarle al mundo que nuestro país tiene lo mejor en algo, aunque sea el fútbol. Recordemos que fuimos buenos en muchas cosas en los orígenes, pero luego el peronismo, los gobiernos de facto, y parte del radicalismo se encargaron de tirar abajo todo. Al margen de esto, la realidad es que lo que hemos vivido este último mes es un fiel reflejo de nuestra sociedad, de nuestra cultura. Lo único que hubiera generado otra victoria en Octavos habría sido mayor confusión en nuestra sociedad y un pésimo mensaje. Por supuesto que quería seguir en carrera, poder ganar la Copa, pero que hayamos perdido como lo hicimos, la verdad es que es una oportunidad para poder reflexionar y entender, aunque sea en partes, por qué tenemos el país que tenemos y por qué estamos como estamos.

Sabemos que a cualquier gobierno (y eso lo ha demostrado la historia) siempre este tipo de eventos lo ayuda para tapar o hacer olvidar momentáneamente temas sensibles o que generan preocupación en la sociedad. Hoy nos damos cuenta de que tenemos que volver a la realidad y que un gol de Messi no habría cambiado nuestro trabajo, nuestros ingresos, nuestra seguridad. ¿Entendés que la inflación no bajaba si salíamos campeones? Eso sí, hacemos responsables de nuestra actualidad a un equipo que lo único que refleja es a nosotros como sociedad.

El problema, como en gran parte de cualquier organización (nuestro país no deja de ser una organización), son los dirigentes y todas aquellos actores responsables de tomar las decisiones. Primero que nada, relacionando al fútbol. ¿Vos viste quiénes dirigen la AFA? ¿Escuchaste y prestaste atención a su presidente y a todos los secuaces que están con él? (Recordemos que desde haber sido elegido con una elección cuestionada. Para los argentinos el fútbol realmente es una cuestión de Estado. Así lo demuestra el hecho de que los sucesivos gobiernos han intervenido en la política de la AFA para llevar adelante sus proyectos de poder. Fútbol para Todos ha sido la mayor muestra, en democracia, de esa vocación por utilizar al futbol como mecanismo para lograr el consenso social (y llenar los bolsillos, por supuesto), Desde Grondona hasta Tapia, los gobiernos se han aprovechado de esta situación. Siempre cómplices. Lo que uno se pregunta es si Argentina por milagro o casualidad llegaba a la Final ¿cuál era el mensaje que nos dejaba? ¿Qué le enseñaba a nuestra sociedad? ¿Todo vale para lograr el objetivo? ¿El fin justifica los medios? No hace falta planificar, establecer objetivos, tener un proyecto, liderazgo, estructura, orden, respeto, ética y valores. Esto es solo un reflejo de nuestro país. Tenemos muchos ejemplos de los cuales avergonzarnos.

Somos un país que produce alimentos para abastecer a 400 millones de personas, diez veces la población del país; podríamos incluso duplicar esa producción. Sin embargo, sufrimos las consecuencias del déficit comercial, fiscal, la falta de divisas, el atraso tecnológico, la falta de planificación, la baja inversión y los muy pobres indicadores de industrialización (a pesar del peronismo, claro). En el país de los alimentos, más de la mitad de niños y adolescentes viven en la pobreza (ya están condenados).

Ese paralelismo se refleja, asimismo, en la incapacidad del país para mirar inteligentemente nuestro pasado, que es nuestra experiencia histórica. Los doscientos años de vida independiente muestran luces y sombras, pero los grandes éxitos se alcanzaron cuando se impuso el respeto a la ley y la continuidad de las instituciones.

Por supuesto que, si seguimos así, tal como fue nuestra selección, pensando que somos los mejores y que con eso alcanza, no vamos a cambiar nunca. Cada persona con la que podés charlar, en el fondo desea que este país cambie, pero también sabe ya que no va a ver ese cambio. Pasarán muchas generaciones, pero en algún momento ese cambio va a llegar (por ahí, cuando esté el bisnieto de Duran Barba).

Creo que es el momento para que cada uno de nosotros, desde el lugar donde hoy estamos, pueda hacer algo diferente para nuestro país. Creo que la lección es ésa. No importa cuándo ni dónde, pero debemos empezar a realizar pequeños actos diarios para construir una Argentina mejor, donde podamos crear valor e impactar en la vida de las personas con las que compartimos el suelo. No sólo en nuestro país; podemos empezar por la hermosa ciudad donde vivimos, que tanto maltratamos. No importan las banderas; lo que importa son las acciones.

Tenemos un potencial extraordinario, pero con la sensación de vivir de fracaso en fracaso (en lo deportivo pero también en lo social, cultural, político). Creo que es tiempo de entender que no somos los mejores, que estamos muy lejos siquiera de serlo y que debemos cambiar, casi que refundar nuestro país, si queremos tener un lugar donde vivir que nos dé seguridad, tranquilidad y sobre todo felicidad.