Por Lorena Bassani
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HOLA, SOY LORENA, LA NUEVA
Vine a vivir a Pinamar sólo con un bolso. Nada más. Pero nada más en serio. Un bolso normal, medianito. Ahora tengo más ropa, pero porque me compré mucho abrigo. Ya sabemos que acá hace falta ropa de invierno potente. No traje nada ni adornos, ni libros, ni discos, ni recuerdos materiales. Toda mi vida entró en el asiento trasero de mi auto y así es como quiero vivir. Sin mucho. Con casi nada. Liviana.
Les cuento un secreto, para que me conozcan. Hablo mucho. Escribo mucho. Pero todavía no puedo explicarles todo lo que viví en este último tiempo. En estas columnas, voy a intentarlo. Imaginen que dejé atrás mi casa, mis cosas, mis bares, mis hábitos, mi gente amada, mi barrio, mis olores conocidos, mi cama, mi almohada, mi espejo del baño hermoso. Y viajé a un lugar desconocido. A una casa que sólo vi por fotos. En este lugar no tengo historia. Y me encanta.
Soy periodista y escritora. Hace años, muchos años, me dedico a comunicar el cambio de vida, el cambio de paradigma. Sólo me dediqué a eso. A la certeza de que estamos atravesando un tiempo que merece dejar todo lo viejo atrás. Y no sólo lo merece. Este tiempo te impulsa a reconstruirte. Este tiempo te empuja a desindentificarte con lo anterior para conectar con tu identidad más esencial. Hoy lo estoy viviendo. Yo misma. Creé mi nueva vida porque pude creer en ella mucho tiempo antes. En Pinamar estoy escribiendo una historia nueva. Cada día. En cada rincón que miro. Porque todo es nuevo aquí.
Todo empezó cuando aprendí a manejar. Ese fue el arranque. Después, desaprobé el examen de manejo, pero en vez de sentarme a llorar, fui y me compré el auto. Sólo para meterme más presión. Funcionó. Cuando llegué, entendí que tampoco era fácil conducir aquí. No tenía nada que ver con lo que me habían enseñado en la escuela. No hay semáforos, hay arena, hay lomas, hay pendientes altísimos, todo era raro. Todo era diferente pero bello. Dicen que cuando estamos preparados para verla, la belleza aparece.
Las nuevas vidas de las personas no son fáciles de construir pero tampoco tan difíciles. Ahora tengo todo lo bueno que ni siquiera podía imaginarme tener. El mar a la noche. El viento en la cara. La comunidad que estoy conociendo. Mi auto en tercera por Bunge. El café. Los mates. Las calles de tierra. El piso lleno de piñas. La arena por todos lados. Pero, por sobre todas las cosas: la arena en el culo. Lo simple. Pinamar me hizo conectar con algo que había olvidado. Lo simple. Y lo simple es mucho.
Imaginen. El otro día tenía que comprar papel higiénico. Así que corrí, apuradísima, al supermercado. De pasada, saqué esta foto. Porque el supermercado donde voy queda a media cuadra de ahí, del lugar de la foto. Es increíble. Todavía me asombra. Todavía me deja paralizada de amor. Creo que nunca estuvo tan bueno comprar papel higiénico de corrida. Creo que nunca estuvo tan bueno eso de vivir.