Acerca de aquellas mujeres montaraces

Son esas que se ganaron un lugar en una historia que no las tiene en cuenta pero a las que Mariano Cima rescata del olvido. Madres y esposas de carácter que ejercieron un protagonismo que les permite emerger de una historia pensada por los hombres.

El doctor Mariano Cima es abogado, tiene una hermosa familia y está identificado con su pueblo, sus costumbres y su historia. Tal es así que ha profundizado ese amor por sus raíces buscando en los viejos archivos desentrañar el oculto ADN que subyace en la paisanidad madariaguense. Todavía le cuesta admitir su condición de investigador, pero no puede negar que su trabajo trasciende al describir aquellos duelos criollos, la cercana presencia del gaucho Martín Fierro o, como en este caso, la epopeya de la mujer de esos tiempos, cuando estaba todo por hacerse.

“Sentí la necesidad de rescatar esas historias donde la mujer era la protagonista de distintas características en su vida, en lo que eran los Montes Grandes del Tuyú; distintos tipos de anécdotas. Eso lo formé en un trabajo que llamé Las montaraces y lo presenté en el último Congreso de Historia en Trenque Lauquen”, afirma.

En una época de reivindicación de los derechos de la mujer y de lucha por ser reconocida en un plano de igualdad, el relato de Cima no deja de incitarnos a un paralelismo donde la exaltación de aquellas mujeres del antiguo Tuyú es un mínimo gesto de justicia.

“Siempre fui hurgueteando en los papeles viejos de la zona y entonces las recopilé en este trabajo y lo dividí en dos. Las anécdotas relacionadas con las mujeres que habían iniciado demanda judicial, alguna cuestión legal, las llamé ‘Las mujeres del derecho’. Por otro lado consideré a aquellas caracterizadas por mucha voluntad, las mujeres que se manejaron por los hechos, porque así lo requerían las circunstancias del momento, mujeres que tenían que valerse por sí mismas en un ambiente bastante inhóspito y que las mostraba muy vulnerables. Partamos de la base que el primer censo que se realizó, el llamado Censo Sarmiento, arrojó que había muy pocas mujeres en el Tuyú. Obviamente tenía una explicación: que el ambiente rudo no era justamente una invitación al romanticismo de aquella época. Eran mujeres muy corajudas, muy resolutivas. La mujer en un puesto de campo no tenía acceso a todo, como podía imaginarse hoy en día: no había celular para pedir auxilio, había muy poca gente, así que en muchas ocasiones debía resolver cuestiones muy graves para ella y su familia. Hay una anécdota que ocurrió en la estancia La Esperanza, donde una mujer, estando sola con sus cuatro hijos, es visitada una noche por el hijo de un indio de la zona, Juan Landau, sin saber bien las intenciones; y esta mujer toma la decisión de abandonar a su hijo mayor, le pide que por favor no lo deje pasar al indio, que lo entretenga con palabras detrás de la puerta para que ella pueda huir por una ventana e irse en plena noche hasta la estancia La Unión. Por suerte esta historia puede contarse bien porque ese hijo mayor, de 12 años, quedó a cargo del puesto y al otro día también pudo llegar hasta la estancia a salvo”, relata Cima.

Este tipo de historia es frecuente en la búsqueda del investigador, donde una mujer sola debe enfrentar con su familia la visita de alguien que no es bienvenido. En la historia descripta, el marido de la mujer estaba esquilando en la estancia El Tala, una tarea que le llevaba varios días y, como es de suponer, el estado de vulnerabilidad de esa mujer era notable.

“Yo trato de rescatar los valores de esa mujer, corajuda, resolutiva. Ya de por sí hay que rescatar que querer instalarse en esta zona por aquellos años era loable, quizás al lado de un paisano que era su amor pero había que venir para acá y vivir en esta zona, así que evidentemente era una mujer con carácter y resolución que supo darle un perfil fuerte al papel de mujer de esa época. Trato de rescatar que la mujer tuyusera no tenía ese formato clásico de la mujer del hogar, de la mujer de la casa. La mujer del Tuyú prácticamente no podía tener ese papel porque era simplemente, en muchos casos, priorizar la supervivencia”, agrega.

No obstante desenvolverse en un mundo de hombres, donde la moral se regía por valores machistas, el papel de la mujer se fue ganando un espacio a partir de ejercer una valentía poco común al luchar por sus derechos. Por no callarse.

Al respecto Cima comenta: “La mujer, con sus reclamos, logró que la Justicia le hiciera un lugar importante. En aquel entonces la Justicia de Dolores tenía que hacer frente a cuchilleros, desertores, causas criminales bravas, pero la mujer del Tuyú se hizo del temple necesario y se hizo escuchar haciendo que le resuelvan sus cuestiones. Por ejemplo, una señora que había quedado viuda, reclamó ante el teniente alcalde que su hijo se casara con su elegida, a lo que le prometió a su madre que se iba a casar con Ángela, una muchacha del Tuyú, complaciendo los deseos de la mujer. Pero resulta que el muchacho no le hizo caso y decidió seguir con un vínculo amoroso que sostenía con una tal Timotea, una joven santiagueña, su madre fue al teniente alcalde y ante el juez de paz para obligar a su hijo a casarse con Ángela. Es notable la constancia de esa madre, yo me imagino al teniente alcalde y el juez de paz teniendo que resolver este problema, si se quiere doméstico, frente a la otra realidad. El final de la anécdota es que el muchacho se compromete (y está el acta) a casarse con Ángela pero al otro día, se vio que Timotea hizo valer lo suyo, volvió al puesto del teniente alcalde y dice métame preso porque lo prefiero antes que casarme con Ángela”.