“Aleluya! ¡Cristo Resucitó!

Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz

Ni la guerra en Ucrania, ni el rebrote de las hostilidades en Medio Oriente, ni las persecuciones en Nicaragua, sin mencionar los padecimientos que impone a los pobres y necesitados nuestra crisis económica, lograron ahogar el grito alegre de la Pascua que anuncia el milagro más grande de toda la historia de la humanidad: “Aleluya! ¡Cristo Resucitó!”.

Hoy esta alegría impacta en los corazones y en medio de la realidad que cada uno está viviendo ha de ser un impulso de vida y de profunda renovación espiritual, personal y vincular.

En su mensaje pascual del Domingo de Resurrección, ante miles de personas, el papa Francisco recordó que Pascua significa “paso”, “porque en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión”.

A continuación, el Santo Padre felicitó la Pascua a todos los fieles y aseguró que “Jesús, el Viviente, está con nosotros para siempre”.

El pontífice señaló que “Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado, como se proclama en las Iglesias de Oriente”.

“Ese verdaderamente nos dice que la esperanza no es una ilusión, ¡es verdad! Y que, a partir de la Pascua, el camino de la humanidad, marcado por la esperanza, avanza veloz”, explicó.

Tomando como referencia esta “prisa y alegría” que sintieron aquellos quienes se encontraron con el Señor Resucitado, invitó también a los fieles a “apresurarse” y a “crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones”.

La Resurrección revela que “el que por amor se entregó al sufrimiento y a la muerte ha vuelto a la vida. Los discípulos tienen dificultad en reconocerlo, es el mismo, se pueden ver las heridas de la pasión, pero está resplandeciente, glorioso; su estado de vida es definitivo y glorioso”.

Él lo había anunciado diciendo que, como el grano de trigo, debía caer en tierra y morir para vivir y dar vida. Si bien la resurrección tuvo lugar hace dos mil años, es como una explosión de amor y de vida, cuyas ondas expansivas atraviesan toda la historia y todo lugar.