Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz.
La misa forma parte de un apoyo efectivo al pueblo creyente para que afronte las necesidades de salud física y espiritual que impuso la inesperada aparición de la pandemia del coronavirus que rige la cotidianeidad del mundo desde hace más de un año y no se sabe por cuánto tiempo.
La Iglesia Católica ha venido realizando enormes esfuerzos para explicar las medidas sanitarias y que sean acatadas por la comunidad y así se llegaron a impartir al aire libre sacramentos, tales como bautismos, confirmaciones, matrimonios, unción de los enfermos y orden sacerdotal, respetando la asistencia de hasta 20 personas, con distancias de más de dos metros entre ellas.
Y dentro del templo, se reprogramaron las misas en distintos horarios para que los fieles puedan concurrir dentro de las normativas y los protocolos que se proporcionan para todos, según cada momento sanitario particular.
Es así como en la misa la gente no se mueve, no dialoga entre sí, no se toca, no hay interacción: el saludo de la paz se suspendió hasta que se retorne a la normalidad.
El sábado pasado, en ocasión de celebrarse el Día de la Virgen de Nuestra Señora de Luján, nuestro país formó parte de los cuatro santuarios elegidos por el Vaticano para la maratón de la oración a la Virgen María, junto a Francisco, promovida por el dicasterio para la Nueva Evangelización, para pedirle que interceda ante su hijo Jesús en este momento difícil que atraviesa la humanidad. Fueron tres latinoamericanos y el restante español, siendo Argentina donde se inició la maratón el 1 de Mayo.
La primera parada fue la Basílica de San Pedro y la Capilla Gregoriana, en la que Francisco siguió el rezo del rosario para pedir el fin de la pandemia en el mundo.
Continuará el 20 de mayo en Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Cuba; el 26 en Nuestra Señora de Guadalupe, México; y finalmente el 22 en Nuestra Señora de Monserrat, España.
Los cristianos de todo el mundo participan a través de medios digitales en estos momentos de encuentro eclesial.
Al final del rezo del Rosario, Francisco pide a la Virgen el consuelo para las familias, los enfermos y las víctimas, así como la protección de todo el personal sanitario, e igualmente por los sacerdotes y por su compromiso pastoral con los más débiles.
La oración es también para los gobernantes de las naciones, a fin de que trabajen “ayudando a aquellos que carecen de lo necesario para vivir”.
Y especialmente pide a la Virgen que toque las conciencias de quienes destinan enormes sumas de dinero para fabricar y consumir armas para que destinen esos fondos a combatir esta y futuras epidemias.
El Papa rogó a la Virgen que ayude a la humanidad a sentirse una, como una “gran familia” y así, “en un espíritu de hermandad y solidaridad, acudamos en ayuda de las numerosas pobrezas y situaciones de miseria”.
Lo mismo invocó a los fallecidos y sus familias que “viven con el dolor y la incertidumbre del mañana”, y a los “médicos, científicos y enfermeras que están en primera línea de esta batalla, por los voluntarios (…) por los profesionales que han dado su precioso servicio en favor de los demás” y que con sus actitudes han “llevado consuelo a los necesitados”.
También pidió especialmente por las mujeres que “han sufrido violencia dentro de las paredes de sus hogares”.