Barajar y dar de nuevo

Una de las cuestiones que se puso en evidencia durante este 2020, y en particular a partir de la pandemia, es que algunos valores quedaron más expuestos. Solidaridad vs egoísmo, modelos de vinculación colaborativos vs individualismo. La sociedad asumió que con una actitud egoísta no es posible afrontar esta crisis y salir de ella. Porque la única manera de mantener el contrato social es a partir de la solidaridad; la gente está más interesada en lo común que en lo propio. Y esto se puede ver en las reacciones de muchos cuando hay personas que no siguen las normas comunes que se proponen para protegernos y cuidarnos, por ejemplo.

Podríamos preguntarnos qué va a suceder una vez que esto pase. Porque va a pasar.

¿Volveremos a ser egoístas? Los valores no se cambian de un día para el otro. Desearía que este cambio perdure y se pueda mantener una sociedad más preocupada por el bien común. Incluso en un país y momento como el que estamos atravesando donde la crisis económica en la que en mayor o menor medida vivimos hace años se ve profundizada por la situación sanitaria se disparan una cantidad de disvalores que van en contra del bien común. Sino no hubiéramos tenido varios episodios y situaciones que ponen de manifiesto que en algunas cosas hay poca sensibilidad social. Por ejemplo la de Abigail en Santiago del Estero o familias que quedaron separadas y no pudieron despedirse siquiera de algún ser querido que falleció en este tiempo, o los irracionales aumentos de precios de algunos productos o servicios en un contexto donde lo que falta además de salud es trabajo.

El cambio precisa tiempo, y si se trata de valores necesita mucho. Se habla de los fallecidos como si fueran sólo una cifra. Simple y pura información fría que se ofrece diariamente como si fuera el parte meteorológico. En comunidades como la nuestra, más pequeñas, es un poco diferente porque se puede identificar con nombre y apellido cada una de las personas afectadas. Se las conoce, se sabe a qué se dedican, dónde viven.

La sensación que queda es que al despersonalizar uno queda menos involucrado emocionalmente y parece algo alejado de nuestra realidad. Una manera de evitar reconocer que algunas cosas nos atraviesan a todos. Buscamos alejarnos del drama, y de esa manera lo dejamos acotado a los profesionales de la salud o a los grupos de riesgo.

Tantas contradicciones.. ¿Seremos capaces de conformar una sociedad fuerte post COVID? ¿Los valores que se consoliden tras esta crisis podrán cimentar un futuro de progreso para nuestra sociedad?

Si hay algo que deja todo esto claro es que el individuo no es nadie sin los demás. Para no caer en el abismo ese es el camino de cara al futuro, y tendremos que atravesarlo aun cuando se nos presentan muchas tormentas.

Hoy hay mayor conciencia de la importancia de tener buena salud, alimentarse adecuadamente, proteger nuestro entorno natural. Y todo esto tiene que ver con reconocer que sólo las sociedades colaborativas tendrán futuro.

Y otra cuestión que trajo este año es revisar nuestro concepto de hogar. Obviamente unas paredes no son necesariamente un hogar, el hogar está formado por personas, nos ofrece una dimensión del ocio, otorga seguridad, es el lugar de nuestro alimento, es nuestro espacio de descanso, y esto es extrapolable a la sociedad. Nosotros estamos en Pinamar que también es nuestro hogar. Esta crisis representa un paso adelante en redescubrir nuestros hogares y sería interesante que nos ayude a evolucionar hacia un mundo mejor.

Este es mi deseo para 2021.