Por Ignacio Agustín Posada
Estimados educadores,
Probablemente lo que leerán en las próximas líneas no sea ninguna sorpresa para ustedes. Aun así, me gustaría compartir algunas reflexiones con la comunidad educadora de nuestro país, así como también escuchar las suyas al respecto.
Tengo la fortuna de trabajar con alumnos de nivel secundario (ciclo superior) y universitario. Por ello, mi visión está sesgada a este segmento de la población. Agradecería si en los comentarios, educadores de otros niveles compartieran sus visiones y experiencias.
Luego de 2 años de prácticamente encierro, donde los alumnos se vieron privados de asistir presencialmente a las instituciones educativas, se han generado una serie de consecuencias que probablemente se sigan exteriorizando en las próximas décadas. No quiero decir que todos estos problemas han sido necesariamente creados durante la cuarentena, pero sí que ésta los ha intensificado. Voy a resumir mis observaciones en 4 áreas: habilidades de comunicación y sociabilización; uso y abuso de la tecnología; retrasos y dificultades cognitivas y, por último, apatía y abulia.
Habilidades de comunicación y sociabilización
Los humanos somos seres sociales. Tenemos la necesidad de relacionarnos con otros. Esto ya lo sabemos desde Aristóteles, que forjó el concepto de Zoon Politikón. Los jóvenes, que están en pleno desarrollo de su personalidad y habilidades psicosociales, son quienes más necesitan esta interacción. Luego de 2 años de ir de Zoom en Zoom estas habilidades se vieron deterioradas.
Son cada vez más frecuentes las respuestas con monosílabos, tales como: si, no, quizás, bien, mal, etc. Este tipo de respuestas binarias refleja la carencia de vocabulario y habilidades de comunicación. El novelista George Orwell en su famosa novela 1984 nos habla sobre cómo, a través del control del lenguaje, se puede manipular a una sociedad. Cuanto más pobre sea el vocabulario de los alumnos, menos complejas pueden ser sus ideas. Cuánto menos complejas sean sus ideas, más simple será que los manipulen.
La vida en sociedad se trata de aceptar y tolerar al otro con sus virtudes y defectos. Sin embargo, en el mundo virtual, si no nos gusta alguien, podemos simplemente “bloquearlo”. Los chicos han cerrado sus círculos sociales cada vez más, influidos por las decisiones de un algoritmo diseñado en California, Shanghái o Nueva Delhi. Eso está afectando sus habilidades de sociabilización de formas que aún no nos podemos imaginar. Parecería que estuviéramos viviendo en un distópico episodio de la serie Black Mirror.
Uso y abuso de la tecnología
La tecnología ha contribuido enormemente al progreso de la humanidad, sin ella, seguiríamos viviendo en las cavernas. Hoy disfrutamos una condición que nunca se había dado en la historia universal: tenemos disponible al alcance de nuestra mano el acceso a toda la información del mundo. Sin embargo, cómo toda herramienta, no depende de sus características, atributos y funciones, sino de como la usemos.
Como adultos tenemos responsabilidad, y hasta complicidad en cierto punto, de no alzar la voz frente al elefante que hay en la habitación: los teléfonos celulares. Estas supercomputadoras, que llevamos hasta al baño con nosotros, están diseñadas para ser enormemente adictivas y los jóvenes son los más vulnerables a esta adicción. Según un estudio realizado por Motorola en 2018 (previo a la pandemia), el 50% de los adolescentes pasaban en promedio 12 de horas diarias frente a las pantallas de sus celulares. Todas esas son horas que no están al aire libre, haciendo deporte, caminando o sociabilizando con otros.
Un evento que me llamó poderosamente la atención ocurrió durante un recreo del último año de secundaria. En lugar de estar conversando entre ellos, los más de 20 alumnos que integraban el aula, estaban aislados cada uno en sus respectivas pantallas. Les dije: “por favor, guarden los celulares y hablen entre ustedes” y su respuesta fue que lo que les dije era una, cito textual “afirmación de viejo”. El “viejo” les lleva poco más de 10 años de diferencia…
Seré un poco extremo con la siguiente afirmación, pero también está afectando a su postura corporal: cabeza hacia abajo, hombros encogidos y una quietud digna de una estatua. La psicóloga social Amy Cuddy, han demostrado que el lenguaje corporal define desde nuestros estados de ánimo hasta quiénes somos. Si un chico está con la postura encorvada y cabizbaja , durante 12 horas diarias, sin lugar a duda, afectará a su crecimiento psicoemocional.
Retrasos y dificultades cognitivas
Cada vez se hacen más visibles los retrasos en las capacidades de leer y comprender un texto. De un total de 10 países que participaron en las pruebas PISA de América Latina, Argentina quedó en 7mo lugar en 2018. Esto debería haber despertado una alarma en la sociedad, pero parece que no lo hizo.
Cabe mencionar que durante este período, debido a la falta de escolarización de gran parte de la población, se ha profundizado la brecha entre quienes tuvieron educación y quienes, no. Esta cicatriz es ciertamente visible en los alumnos que ingresan en el primer año de universidad, quienes, al no haber recibido herramientas vitales en sus últimos 2 años de secundaria para comprender un texto, defender una idea, resolver un problema o expresarse con claridad, se ven en amplia desventaja con quienes sí lo hicieron.
Otro elefante en la habitación que estamos ignorando es la deserción escolar. Según el Ministerio de Educación, durante la pandemia se han desvinculado más de un millón de alumnos en primaria y secundaria. Y el dato más alarmante es que estiman que aproximadamente 600.000 (más de la mitad) no la retomarán. Personas que verán su futuro laboral y profesional afectado por no haber continuado estudiando.
Apatía y abulia
Sin motivación es muy difícil (casi imposible) que haya aprendizaje. Los adolescentes están cada vez más apáticos y abúlicos: nada les interesa, nada les llama la atención, todo les da igual.
Nuestro sistema educativo, basado en un esquema ideado en el siglo XIX, está fallando en motivar a los alumnos. Estamos criando muchos adultos con serios problemas de autoestima, falta de pensamiento crítico y bajo una posición de víctimas. Todo lo malo que les sucede en la vida es culpa de otros: los españoles que nos conquistaron hace 500 años, el imperialismo, la maestra que les tiene bronca o sus padres por no comprarles el último teléfono. Todos chivos expiatorios para delegar la culpa en un tercero y no hacerse responsables de su vida y sus propios actos.
Lamentablemente, muchos adolescentes salen de la secundaria sin metas, sueños, ni proyectos para su vida. Conocen las organelas celulares, pero no se conocen a sí mismos. Si no saben quiénes son, ¿cómo van a saber qué quieren lograr? Si no los impulsamos al límite de sus capacidades, ¿cómo van a saber que ellos sí pueden lograr lo que se proponen? Si lo único que les enseñamos es a repetir lo mejor posible lo que dice el profesor, ¿cómo van a desarrollar pensamiento crítico y autónomo?
Conclusión
Espero haber podido contribuir, aunque sea con un granito de arena al debate que nos debemos en la sociedad argentina: ¿hacia dónde va nuestra educación?
La cuarentena de casi 2 años ha generado y agravado una serie de consecuencias que serán nuevos desafíos que los educadores debemos sortear. Serán años muy difíciles para quienes queremos generar un impacto positivo en la sociedad. Invito a los lectores a que compartan sus reflexiones, ideas y sugerencias en los comentarios, para poder alimentar nuestras cajas de herramientas y acompañar a los estudiantes de la mejor forma posible.
Sin más, los saludo muy atentamente,
Ignacio Agustín Posada