Compartiendo espacios

Una charla con el decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de UADE, arquitecto Ricardo Méndez, donde se avizora la ruptura con el barrio y la cuadra como lugares de socialización.

Por Raúl Coronel . Licenciado en periodismo y comunicación social

Hace unos años, hubo quienes pensaron que vivir en un country era volver al barrio. La experiencia de habitar un barrio cerrado y crecer dentro de sus límites aparta a los que eligen esta opción de vida de conocer el pulso del verdadero barrio, de la cuadra y por ende de los cambios y necesidades sociales.

Al respecto, el arquitecto Ricardo Méndez señaló: “Hay un fenómeno muy interesante sobre esta cuestión de los edificios inteligentes, sustentables, que además permiten que se prolongue la vida y la utilización del espacio, y es que para el año 2050 el 70% de la población mundial va a vivir en ciudades. Eso da un dato que ya hoy estamos viviendo y conociendo: las ciudades cada vez van a tener más problemas, sobre todo en lo que es su red de traslado, de transporte, de movilización, y eso hace que el ir de un lugar al otro, de tu casa al gimnasio, algo que se podía resolver fácilmente, se termine demorando una hora. Esa realidad que hoy en las grandes ciudades ya se está viviendo empieza a buscar soluciones, que en algún sentido son interesante y en otro punto son discutibles. Todo este tipo de propuestas de amenities, que yo llamo “amenities 2.0”, tiene que ver con esta cuestión de acortar los espacios y los lugares, y concentramos actividades, de todo tipo. Hay edificios que proponen que el vivir y el trabajar se unifican y tienen departamentos donde la gente vive y espacios de ecoworking y oficinas donde la gente puede hacer teletrabajo, atender a clientes y así se fusiona el espacio del vivir con el espacio del trabajar, con lo bueno y con lo malo que eso tiene. O lugares que, frente a la inseguridad del espacio público, lo satisfacen desde el espacio privado pero ya desde un nivel superior a la pileta y el quincho. Hay proyectos que están estructurados sobre la base de tener pequeños bosques dentro de su espacio vivible o incluso hasta tienen pistas de atletismo. Este fenómeno se llama microciudades y es cada vez más fuerte, más presente. Yo creo que hay una nueva necesidad en la gente, que se cubre mucho más allá de la parrilla, el quincho, el sum y el gimnasio”.

Esta modalidad incide en la pérdida del espacio público como lugar de socialización, de encuentro, donde democratizar. Esto se deduce si pensamos el espacio público como el escenario ideal para establecer vínculos y relaciones. Por un lado, la seguridad y la necesidad de tranquilidad, al saber que los chicos están jugando en un lugar sin tanta necesidad de control y de cuidado, son las que movilizan al cambio. Por el otro, hay que pensar que se renuncia a un espacio social y se lo destina a otros usos.

“Las políticas nunca tienen que estar solamente de un solo lugar. Creo que es justa y atendible la propuesta que establecen usuarios que quieren vivir bajo determinados modelos; es más, muchas de estas propuestas se basan en la sustentabilidad, no sólo atienden la seguridad o el confort, trabajan la idea de un edificio inteligente, autosustentable, que permita desde el reciclado de los residuos hasta el autoabastecimiento de agua, pero eso no puede dejar de lado nuestro compromiso con el espacio público, el lugar de encuentro, el lugar de sociabilización. Entonces, por un lado, los estados tienen que ser generadores de estos espacios, los polideportivos, los centros donde nosotros nos hemos criado no pueden perderse, tienen que seguir estimulándose y, por otro lado, permitir que los emprendimientos privados para determinado tipo de público satisfagan ciertas necesidades. Si la solución fuera recluirnos en estas microciudades o en estos lugares de una gran categorización, que indudablemente responden a un nivel económico, se dejaría afuera a mucha gente; y si, por otra parte, en función de la inclusión se dejaran de lado estos lugares, obligaríamos a un modo de vida a un sector de la población al que no le interesa tenerlo y que puede aspirar”.

La idea es que ambas tendencias convivan y se complementen. Quizás una de las salidas es que quienes construyen estos edificios inteligentes obtengan una ventaja de esta convivencia, como lo es la cesión de un porcentaje del espacio privado al público. Se empieza a construir un vínculo muy interesante donde cada sector tiene lo que desea, aunque es bueno repensar el fenómeno de manera tal que no nos gane el desinterés por buscarles una solución a los problemas que tenemos en común.