¿Cuándo se comienza a hablar con los chicos de educación sexual?

A veces se piensa que la educación sexual sólo es expliA veces se piensa que la educación sexual sólo es explicarles a los adolescentes, cuando se los ve grandes, “las cosas de la vida”. Pero nacemos ya con una sexualidad, desde el inicio somos sujetos sexuados. Dice Adriana Tettamanti: “La sexualidad resume la vida, los orígenes y genera muchas preguntas en los hijos: ¿De dónde venimos?, ¿Dónde estaba antes que en tu panza?, ¿Por dónde salen los bebés? ¿Por dónde entran?, etc…. Su inseparable compañera es la muerte: ¿Adónde van los muertos?, ¿Por qué no vuelven? ¿Qué es el cielo? Etc. Vida y muerte, los chicos se interesan por lo esencial y a los chicos no nos resulta sencillo contestarles, justamente por tratarse de cuestiones dramáticamente esenciales. Cuanto más elaboradas las tengamos, con mayor naturalidad podemos responder y actuar”. Entonces, la sexualidad existe y se manifiesta desde el nacimiento. Cuando el bebé ha terminado de alimentarse, notamos, sin embargo, que la succión continúa. ¿Qué busca chupeteando el dedo o el chupete? Busca y encuentra placer. El quehacer oral se lo proporciona. El chupeteo es la primera expresión de la sexualidad. Luego irá explorando las demás zonas erógenas.

Entonces, el hablar con los chicos debe estar presente como la sexualidad desde el momento uno. Es difícil para muchos padres, porque quizás no se encuentran preparados o sienten que no es momento de hablar con los niños, porque no entienden, pero no es así, hay que hablar con ellos. Guiarlos en sus dudas, hacer que confíen en nosotros, dejando que nos pregunten con total libertad las dudas que tengan. Y poder explicarles lo más sencillo que podamos. No es hacerles la gran historia, es solo contestar lo que preguntan. Y explorar lo que piensan.

Cierta vez una nena de seis años le preguntó a la madre si hacía el amor con el padre. La madre no sabía que contestarle. Pero le preguntó: “¿Qué es hacer el amor para vos?”. La nena le contestó que como hacían en las novelas, se besaban y acostaban a dormir abrazados. Entonces la mamá pudo responder que sí, ella hacía el amor con el padre. Quizás si no hubiera explorado lo que pensaba hubiese contestado cualquier cosa.

Otro ejemplo es un niño que encuentra en el dormitorio de la madre una caja de tampones y pregunta: “¿Qué es?”. Y eso es justamente un poco de algodón con un hilo. Con esa respuesta, el nene lo encuentra lógico y se retira. Pero él nunca preguntó para qué sirve, no le interesó, ante la respuesta. ¿Qué pasaba si la madre se ponía nerviosa, le decía ya vas a saber, o trataba de darle una gran explicación acerca de para qué sirve? Si solo era un nene de cinco años preguntando qué era… no para qué era.

Si al niño no se le responden las preguntas, quizás deje de preguntar. Y si se le miente, dejará de confiar, al darse cuenta de las mentiras. Necesitamos que los niños confíen en nosotros, así pueden contarnos qué les pasa. Esto es parte de cuidarlos también.

Como decía que hay que hablarles desde chicos, hay que enseñarles también que nadie tiene que tocarlos, ni mirarlos, que sus partes íntimas son solo suyas. Tampoco, nadie puede hacerlos tocar las partes de los demás. Y esto tiene que quedarles en claro a los nenes desde muy chicos. Si somos sus padres, pero desde pequeños les enseñamos a higienizarse, y les contamos esto, llega un momento que lo incorporan, y están alerta ante cualquier situación que se aleje de lo que les decimos, y confían en que pueden contarnos.