El árbol que tapa el bosque y al Gobierno

Por Martín Melia
Contador público (UBA)

Esta semana como las últimas, sólo escuchamos de allanamientos, detenciones y más cuadernos. Creo que esto recién empieza pero no se sabe dónde va a parar. Creo que hay muchos oficialistas que ya se están preocupando (se lo que hicieron la década pasada). Cada vez caen más y cada día no dejamos de sorprendernos con los detalles del mega sistema establecido para llevar a cabo la corrupción durante los últimos doce años. Por supuesto que todo esto salpica en la cara a Ella, por lo que en la previa de la sesión del Senado en la que se definirá la aprobación de los allanamientos a los departamentos de la ex Presidenta, decenas de miles de personas se manifestaron la noche del martes frente al Congreso para pedir su desafuero y luz verde a la ley de extinción de dominio, que básicamente plantea recuperar los bienes producto del delito de la corrupción.

La marcha del 21A no tuvo oradores, ni palcos, ni funcionarios cercanos a una tarima, o gordos sindicalistas amenazando o sus seguidores quemando todo (aunque sí muchos agitaron al mejor estilo peronista para que se lleve a cabo la movilización).

Creo que, lejos de caracterizarse por su mutismo, en su espontanea anomia, las consignas y las pancartas expresaron mucho más los motivos que congregaron a miles de ciudadanos en un reclamo tan visceral como impensable en una república, y fundamentalmente en estos tiempos (podríamos discutir el origen de la misma, pero creo que el análisis trasciende a ese pensamiento).

La marcha realmente tuvo su epicentro en la Ciudad de Buenos Aires (como casi todo en este país tan poco federal), pero también tuvo réplicas de menor cuantía en el resto del país. Claro está que la consigna fue clara y tuvo una destinataria específica. CFK. De más está decir que todos los responsables de haber llevado a cabo el mayor saqueo a las arcas estatales y el establecimiento de una ingeniería sistemática para corromper cualquier obra que tuviera el Estado, obligando a los pobres empresarios a ser sus víctimas, deben pagar por ello. No sólo Ella sino todos los secuaces que formaron parte de todos estos delitos, que hicieron que el Lava Jato pareciera un simple hurto de una golosina de quiosco. Los empresarios… desde ya que sabemos cómo termina la historia. Como siempre, independientemente de la coyuntura política o social, salen beneficiados. Ahora, con la ley del arrepentido, encontraron una salida rápida, y productiva. Todos se arrepienten, pero olvidate de recuperar un mango de toda la que se llevaron. Pensá que hubo dos momentos donde te pegaron de frente en la cara y no te diste ni cuenta. Los dos blanqueos, ya sean de Ella o de Maurcio, previo a toda esta mega causa, hicieron que se lave toda esa plata. Es así de simple. Cuando te indignabas por la facilidad que había en esos blanqueos, ni te imaginabas esto. Para que aprendas. Los blanqueos nunca favorecen a los trabajadores ni a la clase media. Ayudan a estos ladrones a esconder la plata que robaron o que se llevaron indebidamente. Esa plata no vuelve más. ¿Que estás pensando, que la enterraron como Breaking Bad en el desierto y la vas a encontrar para la foto? Dale, son ladrones pero no boludos.

Lo que me preocupa, al margen de todo esto, es que todos estos reclamos sociales, puntualizando en la última marcha del día martes, parecieran esconder otras razones que, por pudor o vergüenza, cierta clase no desea expresar. Me pregunto, y no es con ánimo de defender a nadie sino de intentar entender por qué hacemos lo que hacemos o decimos lo que decimos, cómo puede ser que salgamos a la calle a pedir por el desafuero de una ex presidenta, sin antes reclamar por tantas otras cuestiones que nos afectan directamente en el día a día y que sin embargo dejamos pasar, solamente porque estamos tapados por nuestro propio ombligo.

Digo, tenemos una inflación imparable, que claramente no se va a bajar, la cual, entre otras consecuencias, hizo que tuviéramos la misma cantidad de pobres e indigentes que en el peor año del anterior gobierno. Digo, ¿lo que queremos es retroceder? Eso lo pasamos por alto y no protestamos.

Hemos tenido la peor devaluación en los últimos doce meses, lo que también, entre otras consecuencias, pulverizó los ingresos de los sectores laborales y abarató los costos de las grandes empresas, además de favorecer a los grandes sectores vinculados al campo. Eso pasa desapercibido y, por supuesto, no es motivo siquiera de un Whatsapp.

Se han perdido cientos de miles de puestos de trabajo, y la actividad económica no puede repuntar, y luego de 30 meses seguimos mirando al pasado sin mirar el presente ni el futuro. Podemos pagar un litro de nafta 41 pesos y no nos quejamos. La educación pública universitaria está en plena crisis, pero claro, quién quiere un pueblo profesional para sacar este país adelante. Desde la retórica del discurso somos todos de cambiemos, pero desde la realidad de los hechos son mas K que nunca.

El problema no es el gobierno. El problema somos nosotros.

Nadie puede asegurar que todo este presente marque el “fin de la impunidad”. Ni siquiera que estemos ante un nunca más de la corrupción, como pretenden los más optimistas, porque sabemos que todos son parte del sistema. Nada garantiza que la Justicia meta a todos los responsables presos ni recupere la plata robada, pero hay algo irrefutable: el conocimiento crudo, la pavorosa veracidad de los hechos denunciados no tiene marcha atrás: es pura ganancia desde lo ético, pero hoy nos tapa otra realidad que no debemos dejar de tener en cuenta.

Argentina necesita un cambio cultural y un nuevo contrato moral, pero si pretendemos que los árboles nos tapen la realidad, difícilmente podamos avanzar.