Sin lugar a duda, en la última década, las redes sociales han transformado la manera en que nos comunicamos, interactuamos e incluso nos definimos como personas. Desde Facebook hasta Instagram, pasando por X y TikTok, estas plataformas han creado espacios donde se comparten momentos, opiniones y, en muchos casos, desinformación. Y es ahí que surge la reflexión que les hoy les propongo: ¿realmente las redes sociales cumplen con su propósito de conexión, o, por el contrario, nos están dividiendo más que nunca?
Por Lic. María Fernanda Grimaldi Especialista en Comunicación. Coach Ontológico. Fundadora de Lindo Comunicación. Gerente del Consejo de Empresas Pesqueras Argentinas.
Es innegable que las redes sociales han permitido que millones de personas se puedan conectar de maneras que antes eran imposibles. Amigos y familiares separados por largas distancias hoy pueden comunicarse instantáneamente, movimientos sociales han ganado visibilidad a través de campañas virales, las guerras se viven en vivo y en directo y en primera persona y así podemos seguir mencionando muchas situaciones y vivencias que no existirían sin redes sociales.
Y esto se debe principalmente a que estas plataformas le han dado una voz a los ciudadanos comunes que hasta ahora no tenían un lugar tan accesible en el cual hacerse oír, así también como a grupos marginados, quienes hoy pueden compartir sus historias y luchar por sus derechos con una llegada única Las redes sociales han democratizado la información, y por eso cualquiera con acceso a internet puede distribuir y darle visibilidad a su mensaje.
Como suele suceder con todo lo novedoso, toda esta transformación trae consigo aspectos positivos como la conectividad y el empoderamiento y otros no tanto como podrían ser la desinformación y polarización
Este lado oscuro no se puede ignorar porque muchas veces las redes sociales terminan siendo el caldo de cultivo para la aparición y difusión de contenidos engañosos y teorías conspirativas que se difunden a una velocidad alarmante, alimentando la desconfianza entre los individuos y socavando la verdad objetiva. Un claro ejemplo de esto a nivel internacional fue el escándalo ocurrido en 2018 con la consultora política Cambridge Analytica, la cual fue acusada de recopilar y utilizar datos personales de millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento para influir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016, así como en el referéndum del Brexit en el Reino Unido. Y sin llegar a ese extremo, somos testigos por estas latitudes de las discusiones y contrapuntos muchas veces casi irracionales que tienen lugar en X.
Y muchas veces uno queda atrapado en esa dialéctica ya que los algoritmos que rigen estas plataformas a menudo crean burbujas informativas, donde los usuarios solo ven contenido que refuerza sus propias creencias. Esto no solo limita el diálogo abierto, sino que también fomenta la radicalización. Cada vez más, vemos cómo las personas se agrupan en silos ideológicos, incapaces de escuchar y comprender perspectivas diferentes.
Originalmente, muchas redes sociales se diseñaron para fomentar la conexión y el intercambio. Sin embargo, a medida que el modelo de negocio se enfocó en la publicidad y la retención de usuarios, la ética detrás de su uso se volvió cuestionable. Las métricas de éxito ya no se basan en la calidad de las interacciones, sino en la cantidad de "me gusta", acciones que a menudo promueven contenido sensacionalista y que genera antinomias sin sentido.
Ante esta realidad, surge la discusión sobre la responsabilidad del usuario y de la sociedad en su conjunto. ¿Deberíamos permitir que estas plataformas dicten nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos? ¿O es hora de que tomemos el control de nuestro consumo mediático y cuestionemos el contenido que consumimos y compartimos?
Una solución podría ser la educación digital, donde se enseñe a los usuarios a pensar críticamente sobre la información que encuentran en línea. Además, es esencial que haya una regulación más estricta sobre cómo se gestiona y se distribuye el contenido en estas plataformas. También es indispensable que como usuarios y en mi caso, profesional que planifica y genera contenido para redes sociales, tomemos medidas conscientes para maximizar los aspectos positivos y ventajas que traen las redes sociales, mientras trabajamos en mitigar sus efectos adversos.
La clave para el futuro radica en encontrar un equilibrio. ¿Estamos listos para enfrentar estos desafíos juntos? La respuesta a esto es ineludible y definitivamente podría definir gran parte de nuestro tejido social durante los próximos años.