El trabajo late en la Doctrina Social de la Iglesia

Por el Equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz

El martes próximo, 1º de mayo, es el día de San José Obrero, patrono de la capilla de la parroquia Nuestra Señora de la Paz, y homónimo del barrio que era antigua periferia del centro de Pinamar, donde se establecieron los primeros trabajadores que construyeron la ciudad en sus albores.

El P. Marcelo Panebianco preparó, como todos los años, el triduo, sábado, domingo y lunes a las 17, para en la jornada siguiente, a las 16.30, realizar la procesión y la misa, para luego servir una merienda en el salón de la calle Apolo y Del Lenguado, de San José Obrero.

Como es habitual para la conmemoración, serán bendecidas las herramientas de trabajo que sean llevadas con esa finalidad por los obreros que se hagan presentes en la capilla.

La dignificación del hombre a través del trabajo constituye una prédica constante de las autoridades eclesiásticas, en el sentido de que sean favorecidas las políticas de empleo y sean garantizadas las condiciones adecuadas para su desarrollo.

El papa Francisco, en su mensaje alusivo, sostiene que implica, “por un lado, buscar nuevos modos para compaginar la flexibilidad del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectiva laborales, indispensables para el desarrollo humano de los trabajadores”.

Y, por otro lado, “favorecer un adecuado contexto social que no apunte a la explotación de las personas, sino a garantizar, a través del trabajo, la posibilidad de construir una familia y de educar a los hijos”.

Al celebrarse la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, todos los obreros cristianos honran como modelo y patrono suyo a San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres.

El día 1 de Mayo de 1955, el papa Pío XII instituyó la fiesta de San José Obrero, que se celebra desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasa a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en el amor: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo –don de Dios– y del trabajador –imagen de Dios–, los derechos a una vivienda digna, a formar familia, al salario justo para alimentarla y a la asistencia social para atenderla, al ocio y a practicar la religión que su conciencia le dicte.

Asimismo, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para el logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien de toda la colectividad y se aviva también la responsabilidad política del gobernante.

Todo esto incluye ¡y mucho más! la Doctrina Social de la Iglesia porque se toca al hombre al que ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación.