Por Gabriel Vénica e Ignacio Posada.
Emprender es una actividad riesgosa: enfrentar las vicisitudes del mercado, lograr comprender la demanda, reorganizar factores de producción, comercializar, distribuir, cobrar, pagar y una interminable lista de actividades. Sin embargo, estos no son todos los desafíos que enfrenta un emprendedor en nuestro país.
Según el informe Doing Business (Haciendo Negocios) del Banco Mundial, que mide qué tan simple es hacer negocios en 190 países, donde 1° es muy simple abrir un negocio y 190° muy complicado, Argentina se encuentra en el puesto 126, ranqueando por debajo de Senegal, Paraguay o Ghana.
Para progresar necesitamos disponer de un terreno fértil donde puedan germinar emprendimientos que prosperarán y crearán nuevas fuentes de trabajo. Las propuestas enunciadas a continuación no tienen un orden de importancia, pero deben realizarse en conjunto.
Un emprendedor en nuestro país debe luchar contra las barreras gubernamentales, la inseguridad jurídica, una legislación laboral que dificulta la contratación, la carencia de moneda, entre otros instrumentos de tortura.
1. Desregular
La creatividad de los burócratas para imaginar regulaciones es ilimitada. Cualquier emprendimiento funciona bien hasta que debe registrarse y formalizarse. En abril de 2021 se popularizó la noticia de un empresario Pyme que quería abrir una heladería con 4 empleados. Comentó su epopeya, tenía que contratar a más de 30 profesionales para habilitar el negocio: abogado, escribano, arquitecto, ingeniero especializado en seguridad e higiene, electricista, gasista, entre otros.
La complejidad para abrir una empresa desincentiva la inversión. No se trata únicamente de grandes proyectos como una represa hidroeléctrica o una central nuclear. Todos encontrarán trabas agobiantes. Por lo que, si progresa, no es gracias al estado, sino a pesar él.
Anualmente se premia a legisladores según la cantidad de proyectos legislativos presentados. Cada uno de ellos es una forma de regulación y un costo para el contribuyente. Convendría un premio a quien menos proyectos presente; o a quién presente una ley que inicie con la palabra “deróguese”.
2. Simplificación y reducción impositiva
Argentina tiene más de 160 tributos diferentes que gravan el trabajo y la inversión. La maraña impositiva dificulta el accionar tanto al pequeño emprendedor como a la gran multinacional. Vencimientos, cuotas, anticipos, moratorias, alícuotas, doble imposición; acompañados de constantes cambios, obstaculizan el crecimiento.
Si un negocio va bien, las ganancias se comparten entre el empresario y el estado. Muchas veces este último se lleva más que el propio dueño. Por el contrario, si el empresario se equivoca abonará el 100% de la cuenta. De hecho, muchas empresas prefieren no crecer, ya que hacerlo significa que pagarán más impuestos pero su margen se mantendrá igual. ¡Es insólito!
3. Flexibilización laboral
Desde que el Acta del Lavoro de Mussolini reemplazó a nuestro sistema económico y rentístico alberdiano, contratar y ser contratado devino en adoptar y ser adoptado. Una parafernalia de cargas, normas, regulaciones y convenios colectivos, minan el poder de la empresa en desmedro de la eficiencia que un mundo competitivo exige.
A esto se suma una atmósfera viciada, donde la propiedad privada y el libre uso y disposición de los bienes debe ceder ante sindicatos omnipresentes. Negocios que los tienen muchas veces como defensores de los trabajadores por un lado; y actores políticos y empresarios por el otro. Jueces y parte. Todo a la vez.
Cuanto más difícil es contratar, más difícil es ser contratado. Como suele suceder con las medidas intervencionistas, los “beneficios” son a corto plazo y los perjuicios son futuros, desconocidos y rara vez atribuidos a la norma que les dio origen.
4. Estabilidad jurídica
Los proyectos de inversión requieren estabilidad jurídica: que se respeten los contratos, la propiedad privada y se mantengan estables las reglas del juego.
Donde las instituciones son inestables, sólo invertirán personas con baja aversión al riesgo, con excedentes o con negocios garantizados por el estado. Pocos ciudadanos cuentan con capital para arriesgarlo en un país sin estabilidad jurídica. Las amenazas de expropiación y los desafortunados dichos de las autoridades ahuyentan a los inversionistas. Máxime cuando cuentan con facilidades para hacerlo en países vecinos.
5. Volver a tener moneda
En un país con 7 décadas de inflación es difícil que un emprendedor realice cálculo económico. La inflación entorpece la gestión de: costos, precios, presupuestos, márgenes, sueldos, utilidades, inversiones, flujos de caja, etc. Desanima, confunde, desordena e invita a los burócratas a proponer múltiples remedios que son peor que la enfermedad, tales como: control de precios, cepos, trabas a las exportaciones e importaciones, desdoblamiento cambiario, retenciones, etc.
Urge volver a tener moneda. “Algo” que sirva como reserva de valor y unidad de medida. Hay diferentes opciones como: adoptar el patrón oro, eliminar las leyes de curso forzoso y que los individuos elijan la moneda de su preferencia, o volver a la convertibilidad (al dólar, una canasta de monedas, etc.). En otros momentos de nuestra historia implementamos estas alternativas con éxito. Mientras el estado ostente el monopolio de la emisión de dinero, siempre se verá tentado a imprimir.
6. Libertad Educativa
La educación es un proceso de descubrimiento. Las currículas oficiales en todos sus niveles son rígidas, suponen un mundo estable y conocido. También presumen funcionarios con ciencia infusa capaces de elegir y decidir por los ciudadanos mejor que ellos mismos. Un mundo cambiante demanda la flexibilidad necesaria para adaptar contenidos, metodologías, horarios y experiencias de aprendizaje a los nuevos desafíos. Al no haber libertad para decidir qué, ni de qué manera se educará, las escuelas y universidades se ven privadas de explorar, innovar y experimentar otros paradigmas.
Ningún ser humano, por instruido o sabio que sea, puede conocer las necesidades educativas de alumnos con realidades tan diversas. No proponemos una currícula determinada. Cada escuela, terciario o universidad debería definirlas y que los padres y alumnos opten por la que mejor se adecue a sus preferencias. Si la gente es capaz de elegir su ropa, su alimento, su estilo de vida, su oficio, su voto. ¿Por qué estaría incapacitada para elegir cómo nutrir su cerebro?
Conclusión
El fenómeno de Argentina es único en el mundo. De ser uno de los países más ricos en términos de PBI per cápita descendió a mitad de tabla. Durante 100 años los burócratas han impuesto todo tipo de trabas al libre ejercicio de la función empresarial. Se ha creado un entorno hostil al surgimiento y crecimiento de nuevos proyectos.
Hemos hecho mal cosas difíciles. Hagamos bien una fácil: deroguemos, destrabemos, dejemos hacer y liberemos a las fuerzas productivas.