Emprender y el arte de hacer posible lo imposible

Lic. María Fernanda Grimaldi, Directora de Lindo Comunicación. Coach en Comunicación.

No hay fórmulas únicas e irrebatibles. Así como tampoco no hay una sola solución a un problema, o un solo camino para llegar al destino correcto.

Cuando se trata de emprender es igual.

Podemos meternos de lleno en un tema que nos desvela y en el que queremos emprender, podemos tomar todos los cursos, talleres que creamos interesantes y necesarios. O leer, participar y escuchar conferencias, testimonios de los líderes y emprendedores más exitosos del mundo, pero lo que es determinante y hace a una persona emprendedora tiene que ver con cuestiones que son absolutamente actitudinales y de mentalidad.

Todos nacemos con ciertas características que debemos poder reconocer y potenciar. Y al ser propias no se pueden copiar o comprar, aunque si desarrollar y compartir. Por eso emprendedor se nace y se hace también.

Los emprendedores son personas que aprenden a tomar decisiones, asumir riesgos, dominar sus miedos, fomentan su curiosidad y siempre van un paso más allá de sus límites. Así como cuando somos niños. ¿Qué implica aprender a caminar?. Es una de las acciones más trascedentes que como seres humanos llevamos adelante porque para que eso suceda necesitamos dejar de lado el miedo, tener determinación, curiosidad y autoconfianza para dejar de reptar y ponernos de pie. En definitiva, vivir es emprender y por eso lo fundamental es desarrollar ese espíritu, no bloquearlo, negar o cercenarlo.

Emprender exige en gran parte trazar un plan, saber hacia dónde se quiere ir, y cómo se puede llegar, pero sin detenerse demasiado tiempo en este paso porque se corre el riesgo de quedarse ahí. Y eso no es emprender. Emprender es hacer.

Cuando nos preguntamos cuál es la diferencia que hay entre una persona emprendedora y una que no lo es, la gran diferencia es la actitud. Y si tomamos lo que propone Anthony Tjan en best-seller del New York Times, “Heart, Smarts, Guts, and Luck (corazón, inteligencia, agallas y suerte)” esos serían los cuatro pilares en que se sustenta el éxito empresarial.

El corazón es el lugar de inicio, el punto de partida de todo emprendimiento. Es el deseo y la pasión por ir tras los sueños hasta lograrlos. La inteligencia implica pensar, razonar cómo llevar a cabo el proyecto deseado y usar las mejores herramientas para lograrlo. Pero nada funcionará si no se tienen las agallas suficientes. Son lo que dan fuerza y le dan sentido a lo que se hace cuando se emprende, porque se necesita mucha valentía para encarar algo nuevo y no dejarse llevar por todo lo que puede frenar una iniciativa. Y no es simplemente tener confianza en sí mismo y no temerle al fracaso, es saber que los tropiezos son parte del aprendizaje.

Y la suerte se puede cambiar con nuestro pensamiento y actitudes frente a la vida, siendo humilde y abierto, teniendo la actitud correcta y construyendo una red de relaciones interpersonales honestas y leales.

Salir de la zona de confort, no temer a lo desconocido implica decisión. Y eso es pura motivación. La única receta es creer, confiar, no entregarse, sufrir, gozar, anhelar, pelear, hacer realidad los sueños, tener autoconfianza, pasión, planificar, apostar, jugarse, desafiar la rutina, aprender, adoptar el sí y desterrar el no, perder y ganar. Nada muy distinto a lo que todos atravesamos desde que llegamos al mundo.

Nuestras habilidades y talentos son únicos y es nuestra obligación identificarlos, potenciarlos y explotarlos, porque ¿de qué te sirve un talento si no lo usas, si no lo pones al servicio de los demás?

Emprender es transformar nuestra vida y la de los otros a partir de nuestro potencial. Emprender implica abundancia, expandir y abrir nuestras potencialidades para cambiar la vida de muchos, no solo la propia. Por eso gracias, gracias, gracias emprendedores, son los verdaderos modelos y ejemplos a seguir.