Graciela Scandizzo fue la primera concejal mujer de la historia democrática de Pinamar. Ejerció el cargo cuando todavía había vestigios de la Dictadura Militar en el país, y vivió en primera persona la construcción del cimiento de lo que hoy se erige como una de las ciudades balnearias más prósperas y visitadas del país.
Llegó a Pinamar junto a su esposo Roberto en el año 1977 procedente del barrio porteño de Palermo, un año después del golpe de estado que instauró la Dictara Militar en el país entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. “Había bombas y desaparecidos. A las 10 de la noche pasaba el patrullero y te preguntaba que hacías. Era una locura estar en la calle. Teníamos miedo y nos queríamos ir”, recuerda.
En aquel entonces, Pinamar era un puñado de casas desperdigadas en un amplio territorio gobernado por médanos y Pinos, que dependía políticamente de General Madariaga. El cambio fue significativo, al pasar de una variedad de movimiento concentrado en la calle Corrientes y avenida Santa Fe, a tener su vecino más próximo a dos cuadras.
Había alrededor de tres mil habitantes, asentados en su mayoría en la localidad Ostende. Cariló estaba cerrado con una barrera, en Valeria había poco y Pinamar terminaba en el golf.
“No había la tecnología de hoy, y las relaciones humanas eran más frecuentes y fuertes. La gente se visitaba más. En el club San Vicente, que ya existía, se hacían bailes los sábados y estaba todo el pueblo. Al cine tenías que ir con frazadas porque no había gas ni calefacción; todo era a leña, garrafa y tubo”, comenta.
Graciela puso su primer negocio -un corralón-, tuvo hijos y se instaló definitivamente en Pinamar. Quedarse suponía la posibilidad de crecer, porque en Palermo solo le esperaba “la posibilidad de ser empleados toda la vida”. “No era fácil, pero estábamos contentos. Por esos años nadie pensaba en lo que iba a convertirse Pinamar”, cuenta.
En su nuevo lugar no se notaba lo que estaba sucediendo en Buenos Aires. Con el aumento diario de desaparecidos y la llegada de sus hijos, la pareja no quería volver a su antigua casa.
Durante la dictadura, en 1978, se inició un proceso por el cual se crearon los nuevos municipios urbanos, y Pinamar pasó a ser un partido independiente de General Madariaga, y debía organizar su estructura. El 10 de diciembre de 1983, Juan Pedro Actis Caporale fue elegido como el primer intendente de Pinamar en representación de la Unión Cívica Radical, que en aquel momento tiñó de rojo el país en lo que significó el retorno de la democracia.
La contienda política había empezado un año antes, con las internas entre jóvenes y revolucionarios movimientos en los distintos partidos. Graciela se había afiliado al radicalismo por la línea ‘Renovación y Cambio’ luego de sufrir varios rechazos por ser joven y mujer. En medio de la Guerra de Malvinas, la juventud radical comenzó con las internas para llegar a las elecciones del 83’.
En el primer gobierno, cuando no había ley de cupo femenino en el armado de las listas, Graciela Scandizzo fue candidata con 27 años y se convirtió en la primara -y única- mujer concejal de Pinamar. También fue la más joven de la Provincia en proceso democrático.
“Con Caporale logramos hacer la Escuela N°2 de Ostende y Mama Sirenita. El intendente quería que haya un lugar para que la mujer pudiera trabajar y dejar a los niños a la guarda en una institución. Y no se pudo hacer más por la inestabilidad económica y política, como los constantes levantamientos carapintada”, revela.
Si bien en Pinamar había un marco alejado de lo que sucedía a nivel nacional, en determinado momento del Proceso de Reorganización Nacional se encontraron cadáveres atados en las playas, que llegaban del Rio de la Plata arrastrados por la sudestada. “La gente no sabía lo que pasaba, y en cierto sentido eso no está bien”, afirma.
Participe del primer gobierno de Pinamar, y con las gestiones de Francisco Scoganamillo, Blas Antonio Altieri, Roberto Porretti, Rafael De Vito, Hernán Muriale, Pedro Elizalde y de Martín Yeza encima, Graciela considera que hay deudas comunes en cada gobierno. Sin embargo, vaticina el desarrollo de “una ciudad mejor preparada que Mar del Plata” para recibir al turismo en el futuro.
“En 10 años Pinamar será una ciudad totalmente desarrollada. Del 2015 hasta ahora hubo una evolución tremenda de construcción. En una década será una ciudad con universidades, más personas viviendo definitivamente, pero hay que planificar el desarrollo”, advierte.
Durante su gestión, en el año 1984, Graciela fue parte del proyecto que buscaba asentar un puerto deportivo en Pinamar. Se había pensado en construcciones navales como salida laboral, y se impulsaron tecnicaturas para acompañar la política. Se recibieron 11 técnicos navales, pero la gestión fue descontinuada con el tiempo.
“Lo empezamos municipalmente, con la factibilidad y el estudio. Hay gente que viene de Buenos Aires con su velero y queríamos ser intermedios entre Buenos Aire y Mar Del Plata, y que la gente conozca la ciudad. La gente que tiene un velero es gente clase A1, pero en este momento no se va a hablar de eso”, considera.
“Con Altieri se dejó de un lado la iniciativa, y se hizo otra cosa. Entró el menemismo con la Ferrari y se empezó a hablar de los hoteles faraónicos de Yabran”, critica.
Con la experiencia y sus 44 años viviendo en la ciudad, Graciela cree que, para llegar a ese nivel de desarrollo, Pinamar deberá solucionar la falta de una planta depuradora, una deuda de todos los gobiernos, un aeropuerto y un puerto deportivo. “Es fundamental para una ciudad balnearia, y tener eso haría que sea un centro turístico increíble. Pero falta para esa realidad”, reflexiona.