Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz
El sábado 24 a las 11 en la iglesia Ntra. Sra. de la Paz se llevará a cabo la misa de la virgen Ntra. Sra. de Copacabana, tras la procesión organizada por la colectividad boliviana, que realizó la novena la semana pasada.
Los padres domínicos, entre 1539 y 1574, evangelizaron y catequizaron Copacabana, que era parte del Collao o provincia de Chucuito.
Aparte de propagar la fe cristiana católica, como orden mariana, inculcaron también una profunda devoción a la Virgen María en Copacabana y en los otros pueblos vecinos, como Pomata, Chucuito, Acora, Ilavi, Juli, Zepita y Yunguyo.
En el pueblo de Copacabana, alrededor de 1580, sus habitantes vivían divididos en dos grupos, los Anansayas y los Urinsayas.
La virgen de Copacabana tiene origen en una revelación sobrenatural vivida por un indígena de nombre Tito Yupanqui, quien convertido al cristianismo buscaba propagar la fe y la conversión de sus hermanos de raza, en la población de Copacaguanas, hoy territorio boliviano.
De ahí que el nombre exacto de la Virgen fuese “Copacaguanas”, pueblo ubicado “entre los repartimientos y pueblos indios de la ciudad de La Paz, hoy Bolivia”, en la Península de igual designación, en el Lago de Titicacas.
Las fiestas patronales de la colectividad boliviana se suceden durante el año, la más reciente, Ntra. Sra. de Urkupiña.
Septiembre no sólo es un mes en el que cambia la estación y Dios nos habla a través de la Naturaleza, sino que nos hace llegar la Palabra de una manera privilegiada por medio de la Sagrada Biblia, porque el día 30 celebramos la fiesta de san Jerónimo, traductor de la Biblia al latín.
Fue escrita a lo largo de muchos siglos por hombres diferentes, pero todos ellos inspirados por el Espíritu Santo; esos hombres, con sus propias personalidades y en sus contextos socioculturales específicos, fueron instrumentos dóciles a la acción del Espíritu.
La Iglesia custodia e interpreta la Sagrada Escritura y tiene también el compromiso ineludible de transmitirla.
Así la Palabra está presente en toda la actividad eclesial, no sólo en las celebraciones litúrgicas donde ocupa un lugar preeminente.
Por esa razón, todos los cristianos, miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, tenemos la responsabilidad de escuchar la Palabra, reflexionar sobre su contenido para hacerla vida y hacer presente su mensaje de amor misericordioso para consolar, fortalecer e iluminar la vida de nuestro prójimo.
Decía san Jerónimo: “Desconocer las Escrituras, es desconocer a Cristo”.
(Extraído de la página web del obispado de Mar del Plata)