¿Es posible vivir sin estrés?

Por Silvia Lamarca, Lic. en Psicología - M.N. 16.973
lamarcasilvia00@gmail.com

Hoy quiero hablar de un tema que no es nuevo para nada, pero que a mí me preocupa sobre todo porque desde que empecé mi carrera profesional y hasta nuestros días, estuve muy atenta al tema de la prevención de enfermedades físicas y mentales.

A veces nos quejamos de la rutina, de hacer todos los días lo mismo, o del mismo modo. Eso tiene un aspecto aburrido, pero me he dado cuenta de que también nos protege de tener un alto nivel de estrés. La vida cotidiana nos presenta situaciones que nos sorprenden, otras que nos enojan (a veces demasiado). Situaciones que salen de lo habitual, de lo que conocemos, de aquello a lo que estamos acostumbrados.

A continuación, quiero presentarles los testimonios de algunas personas a las que les hice esta pregunta: “¿Cómo hacés para manejar el estrés cotidiano?”. Las respuestas fueron variadas, pero todas aludieron a alguna técnica o recurso específico, como por ejemplo “todas las noches cuando me acuesto, 5 minutos antes de dormirme, respiro profundamente varias veces, eso me relaja porque pongo el foco en cómo está mi cuerpo y mi respiración cuando entra y cuando sale el aire”, “lo que hago es separar cada rol que desempeño en mi vida, el trabajo, por un lado, la familia por el otro. Cuando estoy en uno trato de que influya lo menos posible el otro y viceversa. Hay que tener diferentes intereses”, “cuando estoy muy estresado pienso en mí, veo lo que necesito en ese momento, hago alguna actividad física, como algo rico”, “me pongo a cocinar, sobre todo repostería y pienso en alguien a quien le gusta lo que estoy haciendo, aunque lo disfrute toda la familia”, o “tengo que salir a tomar aire y respirar profundo”.

¿Qué ocurre en estos casos?

Seguramente debemos implementar nuevos recursos, ser creativos y tratar de ver quiénes somos, qué necesitamos para estar bien. Si no lo logramos, el estrés crece, se acumula y genera síntomas. Síntomas en el cuerpo, dolores, contracturas, la presión arterial puede subir, taquicardia, mareos, trastornos del sueño, de la alimentación y muchos más. También podemos reconocer síntomas en el estado de ánimo, a veces nos volvemos irritables, en algunos casos distraídos, en situaciones algo risueñas como ponernos una ropa que no es adecuada para la ocasión, una bota de un color y la otra de otro color (Esto le ocurrió a una amiga) y en otros tener conductas de riesgo para nosotros y para los demás, como por ejemplo cuando conducimos el auto sin parar en las esquinas, no ver que el semáforo ya está prácticamente en rojo para nosotros, transitar por la banquina en un camino, lo que además de estar prohibido, es peligroso porque por allí puede ir alguien caminando, una persona andando en bicicleta...Cuando caminamos por la vereda y antes de cruzar nos olvidamos de mirar hacia ambos lados de la calle para ver si no viene un auto, un camión, algo que nos puede hacer daño.

¡Olvidamos cuidarnos!
La ansiedad es un síntoma que suele acompañarnos en muchos momentos de la vida, pero sin lugar a duda la sentimos en mayor o menor medida cuando estamos estresados. Es un mecanismo defensivo, de alerta ante situaciones complicadas o distintas a las habituales. Por lo tanto, la conexión que podemos hacer con una situación estresante es directa.

Quizás las personas que están cerca de nosotros nos pregunten: “¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Vos no sos así. Me contestás mal.............”. El estrés genera rispideces en los vínculos, sobre todo en los más importantes afectivamente hablando. Los sentimos más seguros, como que no nos van a fallar, aunque no sea justo nuestro trato hacia ellos. Seguramente en el trabajo (no siempre lo logremos) cuidamos más nuestros modales porque allí puede estar en juego nuestra permanencia o la relación con nuestros jefes y compañeros puede deteriorarse.

Hay diferentes tipos de estrés y podemos diferenciarlos por su intensidad. Cuando los síntomas son mucho más intensos, quizás necesitemos la ayuda de un profesional que nos ayude.

La mente es muy poderosa, para hacernos bien o para hacernos mal. Si el mensaje es “no hay solución” eso será lo que ocurra. Pero si fuera “hoy no estoy bien, pero voy a ver qué puedo hacer yo para generar un cambio positivo, también es muy probable que sea un hecho. ¿De dónde partir entonces? De todo lo bueno que tenemos, de todo lo que hemos logrado y de lo que, de verdad, con un poco o mucho esfuerzo podemos lograr.