Falleció el “pinamarense” Blas Altieri

Otros tiempos, otro momento político, pero el mismo temple de siempre. Su retiro de la arena política fue el presagio de una debacle institucional nunca vista. Quienes lo sucedieron no lograron opacar el hecho único de haber sido elegido cinco veces por su pueblo.

El sábado 31 de marzo falleció el ex intendente de Pinamar, Blas Antonio Altieri, luego de padecer durante años una enfermedad terminal y tras haberse dedicado de lleno a la política y a su familia.

Altieri nació el 16 de mayo de 1949 en la provincia de Foggia, una ciudad situada en la región de Apulia, Italia, y estaba radicado junto a su familia, en Pinamar, desde 1951. Cursó Derecho en la UBA, y se recibió de abogado en 1973.

Con un grupo de vecinalistas plasmó el proyecto vecinalista en el Movimiento Unión del Partido de Pinamar (MUPP), una herramienta que vehiculizó con éxito sus pretensiones políticas y sus condiciones de líder. Eran los últimos estertores del poder militar encabezado por el general Ibérico Saint Jean y en el país se avizoraba el advenimiento de la nueva democracia.

En 1985 es electo concejal del vecinalismo, sin que las corrientes políticas que dominaron las elecciones de ese año llegaran a hacerles mella a las aspiraciones muppepistas. En 1989, es reelecto como legislador, mandato que debe interrumpir tras haber sido elegido intendente en 1991. La victoria del vecinalismo fue aplastante, ya que ingresó la totalidad de la lista.

Los noventa, con su impronta, iban a marcar el distrito. Pinamar se convertiría en el epicentro de políticos, funcionarios y personalidades de la farándula. Todo lo que ocurriese en su espacio sería amplificado y reproducido en los medios. La Avenida Bunge se ensancharía en edificios y su frente costero se vería nutrido de lujosos paradores y balnearios. Pinamar creció y pasó de ser un pueblo veraniego a convertirse en una ciudad que duplicaba su población en un crecimiento inusitado.

Su reinado se resquebrajó tras haber sido elegido Roberto Porretti en las elecciones de 2007; aunque por un margen mínimo, Biaggio perdía por primera vez una elección. Pinamar comenzó a vivir una etapa de mediatización negativa que se agudizó con la destitución del profesor que sucedió a Altieri. Rafael De Vito, el siguiente en la línea sucesoria del Frente para la Victoria, ocupó el cargo de intendente, hasta que en una visita fugaz el gobernador Daniel Scioli posibilitó el camino de la reelección de su amigo personal, Blas Altieri. El voto electrónico decretaría el regreso por quinta vez a la intendencia: el 46 % del electorado lo favoreció en aquellas atípicas elecciones de 2011.

Sin embargo, el poder de “Biaggio” ya no era el de antes. A la división del MUPP, cuya tropa ya no respondía enteramente a su fundador, se sumó una serie de denuncias por la entrega de viviendas sociales y la construcción de un hospital público, ambas con fondos de la provincia de Buenos Aires, gobernada entonces por un amigo de su entraña: Daniel Scioli.

Luego vino la debacle política para Altieri y para Pinamar. El tiempo de su liderazgo había pasado. Para muchos, no supo interpretar las nuevas condiciones. Luego vinieron las acusaciones y la destitución.

Pinamar se tornó ingobernable y volvió a ser noticia por otros motivos, menos glamorosos. Quienes los sucedieron no pudieron borrar su imagen del recuerdo de una gran cantidad de pinamarenses que despidió sus restos el pasado domingo.

Sus discípulos más consecuentes viven de sus ocupaciones habituales; los otros han logrado la sobrevida en distintos resquicios de la política.

Pinamar aplaudió

Ayer, cuando Biaggio estaba en su morada final, alguien dijo: “Pinamar te aplaude”, y se escuchó el aplauso más fuerte y prolongado que jamás se diese. Y yo recordé que… recién llegado a este pueblo con cuatro hijos y una valija ligera de recursos, pero cargada de proyectos e ilusiones, mi suegro me dijo: “El dueño del edificio quiere conocerlo” (nunca me tuteó) y marchamos a Itar; allí me recibió un muy joven Blas (hasta ese momento así lo conocía). “¿Y qué van a hacer en Pinamar?”, me preguntó después de intercambiar saludos y referencias anteriores. “Somos docentes los dos, y pensamos armar una casa de té”, contesté. “Y ¿dónde van a vivir?”. A lo que le respondí: “Estamos construyendo nuestra casa en Ostende; calculo para fin de año tenerla habitable”. Pensó un rato y, dirigiéndose a mi suegro, portero del edificio Altieri, le dijo: “Ni una palabra más. Deles el departamento del 2° E. Es una invitación, hasta que terminen su casa”. Y un estrechón de manos selló el trato y dio origen a nuestra amistad.

Hace unos años, en el entierro de un amigo en común, me dijo: “Se fue un pionero de segunda generación”. “Qué es eso?”, le pregunté. “Somos”, y me incluyó, “los que llevamos a Pinamar, mediante nuestras acciones y emprendimientos, de ser una villa veraniega de 4000 habitantes, a ser la ciudad turística de 50.000 en sólo 20 años”.

Querido amigo, cuan merecido fue ese aplauso, que aún retumba en mí; en esos veinte años comandaste ese equipo de emprendedores y visionarios, que como todo accionar humano tuvo errores, pero ampliamente superados por los aciertos, Juanjo, Alberto, Héctor, Julio, Carlos, Carlos, Luis, Claudia, Ana, Víctor, Jorge, Roberto, Rodolfo, Alejandro, ¡qué equipo! Sumado a la sinergia de un Pinamar SA que acompañó y creció junto a la ciudad. Seguro soy injusto porque me olvido de muchos. Todos tenían una virtud común que seguro la copiaron de vos: siempre escuchaban, no importaba lo ocupados que estuviesen, el vecino era recibido en cualquiera de las áreas y escuchado el tema que lo llevó hasta allí y, en lo posible, canalizada la solución. Por algo fuiste cinco veces intendente.

Mil charlas mantenidas en todo ámbito me permitieron entender tu Norte: primero el turismo, segundo el turismo y después el turismo, sabiendo que lo demás vendría por añadidura… y vino.

Pienso en cuántas escuelas primarias, secundarias, privadas, jardines, universidad, terciarios, especiales se inauguraron en tus cinco mandatos, el cementerio, la terminal, las infinitas calles de Ostende. Cuando asumiste, Víctor Hugo era una huella y las demás, médano vivo; ni una calle del San José o casi ninguna asfaltada; el hospital, apenas una salita; mi barrio (Mar de Ostende ), lo más modesto del partido y con cero emprendimiento, hoy debe tener más de 200 aparts, y sus lotes, entre los más caros de la zona. La Frontera era la frontera y Cariló tendría cien casas y un escuálido centrito comercial, desagües, cloacas, agua, comisarias, gas, fiscalías, juzgados …en fin, como visionabas, la ciudad creció al compás del turismo, que nos posicionó en el top de la preferencia del veraneante.

Todos añoramos el glamour de Bunge con sus shows fantásticos de autos, artistas y puestas colosales; como en ningún otro lado, la gente paseaba entre marcas, promotoras, regalos y terminaban todos con bolsas llenas de muestras, folletos, degustaciones y así noche tras noche, esquivando el apuro de 20.000 (sí: veinte mil) jóvenes que armaban su noche, mientras sus padres llenaban restaurantes, pizzerías, bares y todo lo que se ofertaba, y, muchísimas veces, allí te cruzaba, sin custodia, entre amigos, invitando a tu mesa, siempre abierta, como tu despacho o tu corazón, ya sea en Ojalá, o en Innsbruck, y, últimamente, ya sin tu cargo, en Gío.

Como alguien dijo ayer, el aplauso más merecido para un gran hacedor y gracias por honrarme con tu amistad.

Hasta siempre, Biaggio.
Javier Porjolovsky