Fuerte apoyo parroquial para alimentar a 150 familias vulnerables

Enviada por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz.

La parroquia Nuestra Señora de la Paz, junto con la dependencia local de Cáritas, ha venido llevando a cabo, con singular aceptación de la comunidad, una campaña de recolección de alimentos destinados a 150 familias.

Participaron no sólo pinamarenses sino que abarcó también a residentes de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. 

El acopio se realizó con las colaboraciones que se recibieron bajo la forma de donaciones de mercaderías no perecederas y de transferencias de dinero, respuesta solidaria que estuvo a tono con la delicada situación social de las poblaciones más vulnerables que está dejando la pandemia. 

Es cuando más necesitan del apoyo material de las clases más acomodadas, lo mismo que de la fe y compañía espiritual que transmiten los sacerdotes y laicos.

En la última misa transmitida por la red Facebook, el padre Marcelo Panebianco resaltó en la homilía la existencia de un camino por el que Jesús nos conduce al Padre, luego de demostrar con la resurrección que la gran esperanza de la vida no termina ni aún después de haber arribado a su fin.

La diócesis, asimismo, encaró en conjunto un trabajo en casa y en familia acerca del Evangelio del domingo sobre el Buen Pastor, que consistió en realizar una pequeña celebración donde, en el momento de las intenciones, cada integrante se colocaba una ovejita con su nombre con lo que habían efectuado juntos anteriormente. 

Luego compartían un momento lúdico con pasatiempos que se enviaron en el mencionado subsidio.

En el plano ritual, se prepararon las tradicionales fiestas de Nuestra Señora de Fátima y de San Luis Orione, vinculado no sólo al país, sino a nuestra diócesis, por las visitas a Mar del Plata, donde se fundaron dos parroquias y el cottolengo con su inspiración. 

Durante muchos años también tuvieron una casa en Pinamar. La semana pasada, el obispo Gabriel Mestre compartió la ceremonia de contemplación del rostro de la Virgen de Luján, que tiene lugar en oportunidad del cambio de manto que se hace todos los años desde 1737.

Desde esos tiempos, todas las advocaciones marianas produjeron el fenómeno de una fuerte conversión popular que atrajo a millones de personas a amar a la Madre de Jesús y, por medio de ella, a Dios. 

A fuerza de milagros, la Virgen fue haciéndose un lugar entre el pueblo y en el mes de mayo de 1630 eligió la ciudad de Luján para quedarse en el país, latiendo al compás del corazón de una incipiente Argentina, como Guadalupe lo había hecho 100 años antes con México.