Heridas abiertas en las selvas más grandes del planeta

Por Amanda Paulos
Bióloga, docente, observadora de fauna silvestre

Mientras, según se lee en los diarios del mundo, el 26 de este mes el presidente de Estados Unidos no asiste a la reunión de los G7 para debatir sobre cambio climático y biodiversidad por problemas de agenda y porque considera que tales debates son “una pérdida de tiempo” y el presidente brasileño no acepta la abultada suma de ayuda económica que ofrece Francia por temor a intereses sobre la soberanía de la zona amazónica, la selva sigue ardiendo. Y los fuegos activos en África –Angola, Congo y otros– superan ya a los del Amazonas aunque la región sufre en silencio que los incendios de la zona subsahariana supongan ya un 70% de toda la zona quemada en el mundo.

Mientras estas catástrofes suceden y la destrucción de los árboles es lo que más concentra nuestra atención, miles de millones de pequeños organismos desaparecen como sostén de más vida: insectos, arácnidos, ranas y otros anfibios, reptiles, aves, mamíferos y hasta animales acuáticos. También las personas que vivieron allí desde siempre se ven afectadas y los centros de salud más accesibles se ven desbordados a consecuencia del fuego. Los científicos de todo el planeta sospechan que estos hechos puedan neutralizar los efectos positivos de las últimas acciones tomadas en contra del calentamiento global y sus consecuencias porque a corto y mediano plazo aumentará la liberación de carbono a la atmósfera. A pesar de lo ímprobo que pueda parecer cualquier esfuerzo individual, hay personas que ya comenzaron a recaudar dinero y a ayudar en las labores de extinción de los incendios que están acabando con el Amazonas y crearon fondos para ello; uno es el Amazon Forest Fund, otro es el Earth Alliance, lanzado en julio para destinar recursos esenciales a las comunidades indígenas y a otros equipos locales que trabajan para proteger la biodiversidad y la sostenibilidad del Amazonas contra el fuego.

En todo momento hay incendios en alguna región del mundo; nuestro país no es una excepción. Casi nos olvidamos ya de la catástrofe en Chubut en 2015, la de hace aún menos tiempo en La Pampa, la de Valeria del Mar hace poco más de dos años. En todos los casos quedan interrogantes sin responder, en todos los casos quedan decenas, cientos o miles de hectáreas por remediar. A veces la remediación no llega nunca y los colores, sonidos, misterios, aire y hasta el esoterismo de la selva no se recuperan. Las selvas más grandes del mundo están siendo heridas, y los espíritus sensibles están sobrecogidos por ello.