Kambiemos

La verdad que hace un tiempo no muy lejano la sociedad en su gran mayoría pedía un cambio. Creo que no solo era un cambio político, sino un cambio social, moral, ético, de principios y valores, de conciencia, de responsabilidad ciudadana, de solidaridad con el prójimo y de tantas otras cuestiones que pudieran mejorar nuestro estilo de vida, desde las bases (vamos, emocionateee).

Si bien ese cambio requería casi una refundación de nuestra patria, ya que somos los que somos de larga data, empezamos por algo que fue el cambio político que era la estrategia más rápida y simplista al alcance de cualquier ciudadano.

La mayoría de las situaciones de nuestra vida no se pueden prolongar o mantener en un mismo estado, por mucho que lo forcemos. Por esta razón, uno debe estar preparado para ese cambio y transitarlo para adaptarse de la mejor manera y poder seguir hacia adelante, que es lo importante. En la democracia el recambio es visto como un virtuoso fin en sí mismo porque la alternancia, aunque fuera sólo movimiento circular, es la vacuna contra cualquier tipo de régimen dictatorial. Sale Cris, entra Mauri.

El cambió llegó (¿llegó?) con la esperanza puesta en miles de cientos de millones de argentinos (estadística de consultoras amigas), de tener un país diferente, un país donde la información que les llegue a sus habitantes sea producto de la libertad de prensa; un país donde el nepotismo ya no sea la regla, sino la excepción; un país donde la corrupción sea noticia solo por los que caen y no por los funcionarios de turno; un país donde las campañas se basen en propuestas reales y concretas; un país donde se priorice el bien de todos por encima del de pocos (sí, sí, Cristina lo prometió y el Golden Boy también).

Lo primero para decir sobre las promesas de cambio es que se trata de la promesa más repetida e incumplida de la política en todas las épocas y todos los países. Sólo hace falta que un ciclo alcance su nivel de obsolescencia (incluso de éxito cumplido, como podríamos decir de Él, no de Ella) para que el cambio pase a ser un atributo deseable. Te resumo: Él muy bien, Ella al principio bien, después para atrás, y Mauri todavía se espera que asuma.

Hoy tenemos un gobierno elegido, que dejó de lado aquella promesa del cambio real, copiando la campaña del “Yes We Can” de Obama, para volver a ser más de lo mismo. La corrupción está floreciendo en muchos ámbitos, como obra pública y Aduana; la censura a la prensa y el premio con pauta oficial a los medios amigos también es otra característica, castigando a los que piensan distinto. Este último punto creo que es el que más debería dolernos, ya que la libertad de expresión expresa el fiel reflejo de la existencia de garantías con las que los ciudadanos tienen el derecho de organizarse, comunicarse, diciendo y expresando lo que consideren oportuno y cuyo contenido no esté controlado ni censurado por los poderes del Estado. También a nivel económico fueron muchas las promesas incumplidas desde el inicio, y por lo que lograron convencer a gran parte de una clase media que necesitaba de esos cambios. Tenemos atraso cambiario (festejamos los que viajamos, pero destruimos nuestras economías regionales), estadísticas oficiales expresadas en favor del Estado mismo, devaluación e inflación record (ojo que bajó en diciembre y festejaron, pero se olvidaron que cerró en el 41% anual), medidas económicas destinadas a favorecer a los que más tienen, generación de deuda externa, desfinanciamiento del Estado, etc. (decime si este cocktail no te recuerda a unos 16 años atrás).

Entonces hoy tenemos básicamente dos partidos de derecha, uno autoritario y disimulado, el kirchnerismo, y otro democrático y asumido, el Pro (imaginate que lo más de izquierda que tuvo el Pro fue Melconian y lo echaron). ¿Qué cambió? ¿En qué nos diferenciamos de lo anterior? Te pido que pensemos dónde estamos, y de lo que prometieron qué cumplieron.

Obviamente, seguimos esperando el cambio y no somos necios. Necesitamos que nuestra economía mejore y que nuestra sociedad mejore, pero nunca vamos a poder lograrlo si ya desde el inicio arrancamos con mentiras.

De algo estoy seguro: se empezó por el Kambio.