La fiesta inolvidable

El calificativo le cabe a ese producto cultural al que tuvimos el gusto de asistir en la noche del sábado 19 y que dejó a quienes asistieron con ganas de seguir.

Finalmente Pinamar vivió la Noche de los hoteles, de una manera distinta, ya que de forma masiva el público se volcó a los seis espacios donde se desarrollaron las actividades. Seis hoteles abrieron sus puertas para recibir a los residentes, que en gran número se acercaron a los emblemáticos emprendimientos para deleitarse con una gran mayoría de artistas pinamarenses que realizaron intervenciones, instalaciones y presentaciones en simultáneo. Una verdadera fiesta cultural. La idea primordial fue hacer conocer espacios que muchas veces son ignorados por el pinamarense común.

El Playas Hotel, con su estilo inimitable, recibió a muchos que se acercaron para animarse a participar de la milonga que se había armado en los fondos del histórico hito de la historia pinamarense.

“Estamos muy contentos que, por sobre todo los pinamarenses, vengan a conocer La Vieja Hostería, no sólo por el edificio, el trabajo o el reciclado sino porque es uno de los edificios históricos que tiene Pinamar, con el cual tenemos el compromiso de mantenerlo en su estética con todo su entorno como en la época original. Esto tiene la particularidad de que conceptualmente es un hotel como los de antes. Nosotros decimos que es una casa con servicio de hotelería porque tiene todos los espacios comunes, amplios, con vista al jardín, y se ha priorizado mucho, en la época en que se diseñó, todos esos espacios. Al reciclarlo y hacer una puesta en valor los hemos tratado de potenciar”, asegura la arquitecta Silvina Zubiarrain, quien está al frente de La Vieja Hostería.

Allí tuvimos el gusto de saborear excelentes bruschetas, apreciar tapados confeccionados con frazadas y deleitarnos con una obra en evolución, llevada a cabo por Analía Fontana, quien en este caso estaba reflejando su visión de edificios históricos de Pinamar. Seguramente habría más atractivos pero era imposible verlo todo. Es más, lejos de que sea un obstáculo hacer las presentaciones en los mismos horarios, con ello se vio facilitado el diálogo ya que sobre el epílogo de la jornada fue común preguntar a nuestros amigos qué había visto cada uno.

En el Savoia de Mar de Ostende había clases de swing, dadas por un profesor paciente y talentoso que hacía su aporte desde Mar del Plata y que de a poco fue concitando un mayor número de alumnos.

El Viejo Hotel de Ostende tuvo un espacio dedicado a la fotografía. Allí brillaron con luz propia las obras del artista local Diego Medina, quien solícitamente respondió a las consultas de un público siempre deseoso de indagar en las técnicas empleadas. En cada hotel se vieron caracterizaciones de personajes famosos y una serie de detalles imposibles de incluir en una nota o en la visión de cinco horas de recorrido. Por eso cabe aclarar que no se trata de un pormenorizado informe sino de nuestra visión sobre los que nos tocó ver, ya que más que unas horas de trabajo se trató del placer de codearnos con el buen gusto y el arte.

Y pasamos por Valeria del Mar y luego por Cariló. En cada lugar estuvo presente la idiosincrasia de la localidad y el acento puesto en la buena atención de cada espacio hotelero.

Se trató de una experiencia inolvidable, donde quienes asistieron y formaron parte pusieron todo de sí, demostrando que se pueden hacer acciones de nivel sin manejar presupuestos irreales sino con talento y deseos de dejar una huella en la ejecución de proyectos. Vaya el reconocimiento a Silvia Kauderer, que incansablemente estuvo en cada detalle.