La historia de las cosas

Estamos acostumbrados a que un filme esté casi siempre basado en un libro. En el caso de La historia de las cosas sucedió al revés: Annie Leonard, ambientalista norteamericana afligida por los despilfarros de recursos naturales en todo el mundo, viajó durante diez años para observar, estudiar y sacar conclusiones sobre el ciclo de vida de bienes y servicios.

A su regreso en 2007 no escribió un libro, sino que realizó un corto documental de lo que pudo concluir a consecuencia de sus viajes: que el ciclo de vida de las cosas no era tal, que no era circular como la palabra lo insinúa, sino que el proceso en el cual se tratan los materiales es lineal, como literalmente y simbólicamente lo muestra la imagen. Al final de ese proceso se acumulan los recursos en forma de residuos casi sin haberlos usado, así como duermen en esta línea férrea en desuso quizás para siempre toneladas de rocas y metal extraídos de las montañas y cientos de miles de durmientes de quebracho talados de los montes. Y recién después de haber mostrado su documental millones de veces Annie escribió un libro sobre el tema. El libro se titula La historia de las cosas: de cómo nuestra obsesión por las cosas está destruyendo el planeta, nuestras comunidades y nuestra salud, y una visión del cambio.

Su “visión del cambio” nos propone que en el planeta ya hay mucha gente trabajando en salvar los bosques y en promover una producción más limpia, en el comercio justo y en el consumo consciente, que hay una nueva escuela que se basa en la sustentabilidad y la equidad, en una química más saludable, energía renovable y economías locales vivas. Su visión del cambio fue que con su filme muchas personas comenzaron a preguntarse de dónde vienen las cosas y hacia dónde van.

Quizás es cierto que “la caridad bien entendida empieza por casa”, entonces cuando con amigos salimos por el campo a avistar aves y cruzamos o caminamos por estas vías, no puedo evitar pensar cuántos recursos naturales extraídos de nuestra tierra de provincias duermen un injusto sueño semienterrados quizás para siempre. Recursos que al menos justificarían su extracción para construir viviendas, hospitales o escuelas. Quizás no debemos esperar ni un minuto más para empezar a pensar de dónde vienen las cosas y hacia dónde van.