La miseria avanza y mata a la pobreza elegida por Jesús

Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz

Unos días antes de celebrarse la Jornada Mundial de los Pobres, nuestro obispado intercedió ante referentes de distintos ámbitos gubernamentales y judiciales de Mar del Plata para que un grupo de familias que están en situación de total y absoluta vulnerabilidad que habían desalojado la toma de terrenos en el barrio Las Heras tenga una solución sostenida para dejar el estado de calle.

La parroquia Santa Rita, con el padre Hernán David al frente, les dio albergue temporalmente a unas 30 personas para poner en hechos las palabras del papa Francisco en oportunidad de llevarse a cabo, el 13 de noviembre, el evento internacional que refleja el compromiso de la Iglesia con los hermanos más necesitados: “Frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, sin delegar en nadie”, enfatiza el documento papal en uno de sus párrafos.

La prédica advierte que, por contraste, “algunos cristianos, por un excesivo apego al dinero, se empantanan en el mal uso de los bienes y del patrimonio. Son situaciones que manifiestan una fe débil y una esperanza endeble y miope”.

El obispo Gabriel Mestre encabezó las gestiones ante el municipio marplatense para aunar, en principio, esfuerzos a fin de asegurar alimento y techo temporario que cubriera la urgencia: la comuna aportó colchones y frazadas y se les dio albergue en las instalaciones de la Iglesia.

Ya Francisco había instado el pasado 15 de mayo, al canonizar al hermano Charles de Foucauld, un hombre que, nacido rico, renunció a todo para seguir a Jesús y hacerse con Él pobre y hermano de todos, a meditar sobre sus palabras: “No despreciemos a los pobres, a los pequeños, a los trabajadores; ellos no sólo son nuestros hermanos en Dios, sino que son también aquellos que, del modo más perfecto, imitan a Jesús en su vida exterior. Ellos nos representan perfectamente a Jesús, el Obrero de Nazaret”.

No se trata de hacer apologías de la pobreza, sino de asumir el avance de la miseria, que, según expresión del Pontífice, es la que mata a la pobreza en los últimos tiempos: “Es hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos”, sentenció.

El límite lo marcan las palabras del apóstol Pablo, cuando se dirige a los primeros cristianos de Corinto para dar fundamento a su compromiso solidario con los hermanos necesitados: “Jesucristo se hizo pobre por ustedes”.

Es esa pobreza la que libera. La que se presenta como una elección responsable para aligerar el lastre y centrarnos en lo esencial.

“De hecho, se puede encontrar fácilmente esa sensación de insatisfacción que muchos experimentan, porque sienten que les falta algo importante y van en su búsqueda como errantes sin una meta”, sostuvo el Papa.

“El encuentro con los pobres permite poner fin a tantas angustias y miedos inconsistentes, para llegar a lo que realmente importa en la vida y que nadie nos puede robar: el amor verdadero y gratuito”, subrayó, para agregar: “Los pobres, en realidad, antes que ser objeto de nuestra limosna, son sujetos que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad”.