Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz.
El papa Francisco aprovechó el tiempo de confinamiento preventivo ante el Covid-19 para elaborar la carta apostólica de más de 280 páginas, a la que puso el título Fratelli tutti, literalmente tomado de una de las admoniciones del jesuita italiano que renunció a las riquezas para fundar una orden de frailes franciscanos en 1290 y fue convocado por Dios a reparar una iglesia en ruinas.
Constituyó una especie de empalme conceptual de la encíclica con que inauguró su papado, Laudato si’, y realizó el acto de la firma al pie de la tumba de san Francisco, en la ciudad natal de Asís.
La celebración eucarística había sido oficiada previamente, en el marco de la primera salida del resguardo del Sumo Pontífice debido a las medidas restrictivas de la cuarentena.
El documento se publicó oficialmente el domingo pasado, en oportunidad de la fiesta del patrono de la ecología, en plena finalización del Jubileo de la Creación, que inició el 1 de septiembre, y justo un año después del primer sínodo sobre Medio ambiente, dedicado a Amazonía, que se llevó a cabo en el Vaticano.
Para ser adaptable la propuesta de una forma de vida con sabor a Evangelio “a todos los hermanos y las hermanas” del planeta, en el encabezamiento acompaña el subtítulo: “Sobre la fraternidad y la amistad social”.
Precisamente, el Papa invita en el mensaje a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Declara feliz a quien ame al otro, “tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él”.
Explicó haberse vuelto a inspirar para la encíclica en el santo del amor fraterno, de la sencillez y de la alegría, como lo había hecho en la primera, por su comprometida hermandad con el sol, el mar y el viento, y porque se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. “Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos”, completó.
En ese contexto de promover la paz, inscribe la exhortación a lograr un mundo más justo.
Subraya Francisco en el documento, precedido por una breve introducción y dividido en ocho capítulos, que la paz no significa sólo la ausencia de guerra, sino una verdadera obra “artesanal” que implica a todos.
En la explicación que publica Vatican News, se hace hincapié en que, ligadas a la verdad, la paz y la reconciliación deben ser “proactivas”, apuntando a la justicia a través del diálogo, en nombre del desarrollo recíproco.
Interpreta al respecto que de ahí deriva la condena del Pontífice a la guerra, “negación de todos los derechos”, y que ya no es concebible, ni siquiera en una hipotética forma “justa”, porque las armas nucleares, químicas y biológicas tienen enormes repercusiones en los civiles inocentes.
Destaca asimismo el fuerte el rechazo de la pena de muerte que pronuncia, definiéndola como “inadmisible” porque “siempre será un crimen matar a un hombre”.
En tal sentido, define como “central” la llamada al perdón, conectada al concepto de memoria y justicia: perdonar no significa olvidar, escribe, ni renunciar a defender los propios derechos para salvaguardar la propia dignidad, un don de Dios.
En el trasfondo de la encíclica estuvo la pandemia de Covid-19, ya que, según puso de manifiesto Francisco, la emergencia sanitaria mundial ha servido para demostrar que “nadie se salva solo” y que ha llegado el momento de que “soñemos como una única humanidad” en la que somos “todos hermanos”.