La pluma rebelde de un grande descansa en paz

El gran dibujante de Clarín, el de las distinciones nacionales e internacionales, aquel que expuso en cuanto espacio local se lo solicitara, falleció el lunes pasado.

A los 74 años, Horacio Cardo dejó este mundo al que le legó sus obras de las que nadie puede decir que pasaron inadvertidas así como su figura de hombre alto, fornido y de mirada profunda. Aunque, es justo decirlo, su ceño en apariencia adusto no se correspondía con su trato por demás generoso y accesible.

Nació en Temperley, Provincia de Buenos Aires, el 20 de mayo de 1944 y falleció el 22 de octubre de 2018 tras sufrir un ACV en Pinamar, el lugar en el mundo que eligió para pasar sus últimos años.

Desde muy temprana edad comenzó su carrera profesional publicando en numerosos medios nacionales e internacionales. Prolífico creador, además de sus pinturas y obras tridimensionales, abordó otros géneros, como el humor, el dibujo y la ilustración de libros.

Reconoció la influencia de pintores tan disímiles como Amedeo Modigliani, Chaim Soutine, André François, Ronald Searle, Jean Dubuffet, Antonio Saura –su Retrato imaginario de Briggite Bardot, expuesto en el Instituto Di Tella, lo impresionó por su calidad, pero más que todo debido a que por aquella época, inadvertidamente, él estaba ejecutando trabajos en esa línea–, entre otros.

Aparte de colaboraciones con infinidad de revistas populares y culturales argentinas, su primer libro ilustrado fue El Compadrito, de Jorge Luis Borges y Silvina Bullrich, publicado por la Compañía General Fabril Editora. Tenía, entonces, veintidós años. Pronto otros títulos se sumaron a éste, en ésa y otras editoriales.

Desde 1983 hasta 2007, colaboró regularmente en forma freelance con The New York Times, y desde 1994 hasta hoy hizo lo propio con el International Herald Tribune (The Global Edition of the New York Times), con base en París, de circulación en Europa y Asia. Radicado en los Estados Unidos, colaboró con los medios más prestigiosos de ese país: The Washington Post, Los Angeles Times, The Wall Street Journal, Chicago Tribune, Time magazine, Business Week, Playboy, Bloomberg, Le Monde, The Nation, y decenas de otros. Ilustró posters para películas y obras de teatro de Broadway. Sus decenas de cubiertas para libros de grandes pensadores y políticos, realizadas para la Editorial Planeta, de Barcelona, y el diario El Mundo, de Madrid, lograron una singular notoriedad.

Expuso en numerosas oportunidades, comenzando por el Salón Anual de los Dibujantes de la Argentina, Galería Peuser, en 1965. Participó en exposiciones en Knooke-Heist, Bélgica, en 1974 y 1976, en Montreal, Canadá, en 1976, en el CAYC (Centro de Arte y Comunicación) de Buenos Aires, en 1988, varias veces en la Society of Illustrators, Museum of American Illustration, fue seleccionado para la exposición Artists of The Nation, en la Columbia University, 1990/91, en la Harvard University, en 1991, en el Art Center College of Design de Pasadena, California, en 1992, en el Parson School of Design, de New York, en 1992. Participó en la exposición colectiva Human Rights, as seen by the world’s leading catoonists, en Viena, Austria, 1993, conjuntamente con la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Realizó una especie de acotada exposición retrospectiva, Testimonios, en el Teatro Argentino de La Plata, organizada por la citada institución y la Dirección de Arte y Cultura de la Universidad Nacional de La Plata, en 2009. A ésta le siguieron otras: Psicomigraciones, en el Centro Cultural Recoleta, de Buenos Aires, en 2009/10, Evocaciones, en el Museo Dámaso Arce, de Olavarría, 2010, y Testigo ocular, en el Museo Castagnino, de Mar del Plata, 2010, así como muchas otras.

Varias decenas de veces premiado, nacional e internacionalmente, comenzó recibiendo la Medalla de Oro otorgada por la Asociación de Dibujantes de la Argentina, en 1965, cuyo jurado estaba integrado, entre otros, por los maestros Raúl Soldi y Demetrio Urruchúa. Luego los reconocimientos se repitieron en muchas ocasiones a todo nivel.

En 1987 fue postulado para el Premio Pulitzer por Jack Rosenthal, editor en jefe del The New York Times, que lo convierte, junto a Brad Holland, en uno de los únicos dos ilustradores postulados para ese galardón.

Cardo encontró en el Pinamar que hizo suyo un marco ideal para escapar del vértigo de la gran ciudad, saborearse un rico café o cruzar un par de palabras con algún ignoto vecino. Con él se va un gran artista, irrepetible y testigo incuestionable de toda una época.