Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz.
Atentas al ingreso a la Cámara baja de los proyectos de ley de Regulación del Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y a la atención postaborto, y de Atención y Cuidado Integral de la salud durante el embarazo y primera infancia (Plan de los 1000 días), las Universidades Católicas y de Orientación Católica de la Argentina dieron a conocer un documento público en “Defensa de la Vida Humana”.
El vicerrector de la Escuela Universitaria de Teología del obispado de Mar del Plata, Rubén Primo Fernández, sostuvo al respecto que, “al mismo tiempo solicitaremos ser escuchados en las diversas comisiones cuando obtenga estado parlamentario y se inicie el debate en las mismas”.
El papa Francisco acaba de pronunciarse nuevamente y dejó dos preguntas: “¿Es justo eliminar una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo alquilar un sicario para resolver un problema?”.
Es que las autoridades nacionales insistieron en reinstalar un nuevo debate sobre la legalización del aborto aun en el actual estado de incertidumbre de la sociedad, tras un año de pandemia al que aún no se le avizora un punto final.
De ahí que la decisión política se asemeje más a un acto comunicacional para distraer la atención de la ciudadanía de las acuciantes amenazas al tejido social en cuestiones tan sensibles como la subsistencia y el trabajo, que a la defensa de un hipotético derecho individual a disponer de una vida.
Definiciones tan profundas reñidas con las leyes morales y espirituales de las personas exceden a la lógica sanitaria que esgrimen los promotores del controvertido proyecto, y golpean de lleno en el abordaje cristiano de los prolegómenos de las más sentidas celebraciones navideñas.
Afecta directamente a la fe y la esperanza que se abraza desde los tradicionales rituales, este año consagrados al crítico contexto pandémico que agobia.
El domingo próximo comienza el adviento, o venida (del Redentor), según su traducción del latín, y tanto en los templos como en algunos hogares se enciende la primera vela de las cuatro que precederán a la Nochebuena: la de color morado, que representa el amor.
Los chicos en las casas cubren con ramitas el lecho del pesebre que empieza a prepararse para simbolizar cada obra de bien que hayan declarado haber hecho.
Constituye el hábitat íntimo que conservará el calor espiritual para esperar el nacimiento del Niño Dios.
Esta ilusión es acompañada por lecturas bíblicas, oraciones y sirve de marco tanto para la fijación de objetivos familiares, como para la programación de las actividades parroquiales alusivas.
Cada vela semanal representa una virtud a mejorar: luego del amor que entraña la inicial del nuevo año litúrgico cristiano, vienen sucesivamente la paz, la tolerancia y la fe, que se insertan sobre la corona de ramas, o guirnalda de Adviento.
Dadas las limitaciones actuales por las medidas de distanciamiento social, en esta oportunidad, la Marcha de la Esperanza que suele organizarse casi coincidentemente con la fiesta de la Inmaculada Concepción, del 8 de diciembre, quedó condicionada a los permisos y protocolos de reunión en espacios abiertos.
Sin embargo, será el tratamiento legislativo de la despenalización del aborto el “presente griego” de la política que le aguarda a la comunidad cristiana para estas Navidades.