La utilidad del juego infantil

Por Teresa Geerken
Licenciada en psicología

(Dedico esta columna a un niño muy especial: Benicio, toda la fuerza, te esperamos en la playa el próximo verano, te queremos mucho.)

Hace algunos años, cuando yo era niña, y no existía la tecnología que hay hoy, los niños jugábamos mucho, dentro y fuera de la casa. Mis preferidos eran los juegos fuera de la casa con los amigos del barrio. A veces era difícil, para mi madre, hacerme entrar. Recuerdo que nos pedían que dejáramos de jugar e hiciéramos otras cosas, como las tareas de la escuela.

Por lo que puedo observar hoy, las situaciones son otras, a los niños hay que pedirles que dejen de mirar la tele, que suelten la tablet, o los celulares… en fin, que dejen la tecnología, por un rato. Parece que juegan menos tiempo que antes.

¿Pero por qué esto es importante? ¿Qué es preocupante?

El año pasado en una nota escribí sobre el desarrollo de los juegos infantiles en Freud. Este año me gustaría explayarme sobre la utilidad de los juegos.¿Qué logran los niños a través del juego? ¿Por qué son necesarios? ¿Por qué los niños deben jugar y por qué los grandes deben velar porque suceda?

No es lo mismo jugar en un dispositivo con un juego creado que el ideado por el niño; éste es el juego autocreado, que le va a permitir procesar lo que le ocurre en su vida cotidiana, tramitar cualquier disconformidad que presente, elaborar las diferentes situaciones que atraviesa y que lo desestabilizan.

Podemos dar muchos ejemplos. Pero primero me gustaría contarles la teoría, y luego de esto ilustraremos con ejemplos de la vida cotidiana.

A partir de observar a su nieto, Freud va a describir lo que llama el primer juego autocreado, repetitivo, que se da cerca del año y medio de vida. El juego es el siguiente: a partir de que la mamá lo deja al cuidado de otros, el niño arroja lejos de sí todos los objetos que están a su alcance. Lo hace con satisfacción y con un prolongado “oh…” (fort: ‘se fue’). Freud dice que el niño no hace otra cosa que jugar a que sus objetos se van. Luego de un tiempo, el niño comenzó a arrojar un carretel con un cordel exclamando “oh…”. Después, tirando del cordel, saludaba su aparición con un “Da” (‘acá está’). Así queda constituido el juego completo de desaparecer y volver a aparecer. En ausencia de la madre, el niño no se centra en su partida ni en vigilar su regreso. Se trata de otra cosa.Una observación, que Freud refiere al pie de la página 15 (Amorrortu Editores) de Más allá del principio de placer, nos abre otra perspectiva fundamental. Un día en que la madre había estado ausente muchas horas, fue saludada a su regreso por el bebé con esta exclamación: “¡Bebé oh…!”. Durante su prolongada soledad, el niño había encontrado un medio para hacerse desaparecer a sí mismo. Descubrió su imagen en el espejo del vestuario y luego sustrajo el cuerpo de manera tal que la imagen del espejo “se fue”. O sea que el niño mismo había desaparecido, en un arrojarse fuera, con la producción del mismo representante: “Fort”, presente en “¡Bebé oh…!”.

La interpretación del juego, que sitúa Freud, está en conexión con la más importante función de la cultura en el niño, la renuncia al instinto de satisfacción llevada a cabo al permitir sin resistencia la marcha de la madre. El niño se resarcía en el acto, poniendo en escena la misma desaparición y retorno con los objetos que a su alcance encontraba. El niño, que en el suceso real tenía un papel pasivo, en el juego posee un papel activo. Él decide en qué momento tira el objeto y en qué momento lo busca, si es que quiere. Por eso puntualiza Freud que la primera parte del juego es la que más se repite. El momento en el que decide tirar el objeto, que sería como decirle a la mama: “Andate, yo decido que ahora te vayas”. Cosa que, en la vida real, no le sucede; la madre es quien decide cuándo se va y cuándo regresa.

Podemos pensar ejemplos de la vida cotidiana. El juego de la maestra, por ejemplo: los niños se vuelven el adulto, donde enseñan a otros lo que a ellos le enseñaron. Otro puede ser cuando se les ponen vacunas o se encuentran internados, y son chiquitos: luego jugarán, si tienen algún muñeco, y le harán lo que ellos sufrieron en ese momento. También, cuando ven alguna película de terror que les da miedo y luego juegan a los zombis, por ejemplo.

Los niños, de esa manera, tramitan lo que les sucede, a través del juego; es por esto que es tan necesario, útil y sano que jueguen. Porque de otra manera no pueden elaborar. Y es por esta razón que también es necesario que jueguen más y tengan menos pantallas a mano; es muy difícil procesar toda la información que reciben del dispositivo, si no tienen tiempo de juego real.

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