Los avatares en la búsqueda de la profesión

Por Teresa Geerken
Licenciada en psicología

Algunos niños ya saben a qué se quieren dedicar cuando sean grandes. Se los escucha decir “yo voy a ser…” y completan la clase con aquello que consideran que es su futura profesión.

Pero, bueno, no los quiero apabullar con el rollo de que estamos en una sociedad capitalista, pero es así ciertamente; entonces, muchos adolescentes no pueden estudiar lo que quieren, lo que soñaron, porque no tienen la posibilidad económica, su familia no puede ayudarlos, o porque la carrera que eligieron no es la que les permitirá, a la vista de los demás, tener un buen futuro económico.

El tema económico es algo que es difícil. Complicado, pero no imposible. Y se los dice alguien a quien le costó muchísimo hacer la carrera, años, pero ¡lo logré! Lo que hay que tener en cuenta es que, a quienes trabajan y estudian, según la carrera que se elija, quizás les tome más tiempo hacerla. Eso significará varias cosas. Por un lado, quizás genere más frustración que al resto, que cursa al día, cuando se queden en alguna materia, o les vaya mal en algún examen. Pero, si se comienza a sabiendas de esto, se llevará mucho mejor. Un día entendí por qué cuando alguien estudia hace una carrera. En ese momento pensé: “Es una carrera de obstáculos”; para mí en ese momento, lo era. Tal cual una carrera donde la meta es recibirse.

En ningún lado dice cómo hay que correrla, nadie te dice a qué ritmo, y, si alguien te dice, hay que pensar que es nuestra vida, y que es nuestra carrera. Que no tenemos que hacernos cargo de las expectativas o el ritmo que los demás quieren que le demos. Se puede escuchar, a veces de quienes no estudiaron, y desconocen lo que se estudia en una carrera universitaria, comentarios y preguntas como: “¿Y cuándo te recibís?” (con un gesto, que nos hace pensar: “¿Todavía estas estudiando?”), y cuando no entendimos que se puede hacer a nuestro ritmo, cada comentario nos dolerá, o nos molestará, haciéndonos pensar que hay que seguir un cierto protocolo, que en realidad no existe. Porque la carrera puede ser como unos cien metros o como una maratón. De esas en que lo importante es llegar, es cumplir con el sueño de atravesar la línea de meta; en este caso sería recibirse. Con lo que soñamos y nos esforzamos por llegar.

Pero también puede pasar que alguien pueda ayudarlos económicamente. Y, en ese caso, habrá otros inconvenientes. Algunas de las palabras que he escuchado de quienes reciben ayuda de sus padres expresan la necesidad que sienten de que les vaya bien, se sienten obligados a aprobar todo. Y esa exigencia llega a convertirse, en algunos casos, en el motivo por el cual les va mal. Se ponen tanta presión que se bloquean. Se boicotean.

Algo que entendí desde la experiencia es que casi nunca la familia sabe cómo en realidad les va a sus hijos, o familiares te dicen: “Le falta poco”, “hace tantos años que estudia”, “se está por recibir”. Pero, a veces, hablás con el estudiante y te cuenta cómo le va, y en realidad le falta la mayor parte de la carrera, o hace varios años que está dando una materia. Es que es difícil hablar de los “fracasos”, y le pongo comillas porque para mí no lo son. Es sólo que una materia, por alguna razón, nos cuesta más que otra. Y quizás ese momento, en que se observa que una materia se desaprueba, aunque objetivamente estudiemos, es momento de consultar con un psicólogo. Porque puede haber algo de este boicot que a veces la gente se hace, inconscientemente, claro, a sí mismo o también puede ser dirigido a otro…

Otro tema, es en sí, la elección de la carrera. Como dije antes, hay quienes desde chicos saben qué van a estudiar. Otros que buscan la carrera, o la profesión. Esto no quiere decir que no sea su vocación. He leído notas donde se explica que el término “test vocacional” está mal porque la vocación no se busca, debe ser reconocida por la persona; creo que esto puede no ser así. Quizás tenemos una idea de lo que queremos hacer, y del dicho al hecho… dice la frase… Cuando empezamos a estudiar eso, que creímos era a lo que nos queríamos dedicar, nos damos cuenta de que no nos gusta. Algunos, cuando comienzan, y otros terminan de decidirse cuando tienen el diploma. Cuánta gente hay que no ejerce lo que estudió, y no porque no consiga trabajo sino porque se da cuenta de que no le gusta, o no es como lo había pensado o imaginado. También puede ocurrir que tengamos una facilidad o determinadas características, que nos permitirían trabajar de varias cosas, y no tengamos una vocación, en el sentido estricto.

Por último, hay a quienes les agradaría dedicarse a algo, pero los demás le dicen que de eso no se vive bien… y la realidad es que casi ninguna profesión, casi, digo, te asegura que vas a tener asegurado el ingreso económico.

Titulé así la nota porque considero que la búsqueda de la profesión es un camino que se transita, desde que estamos decidiendo qué vamos a estudiar, cuando lo hacemos, y hasta cuando logramos ejercer. Siempre estamos buscando cómo desarrollar nuestro trabajo de mejor manera para nosotros. En qué lugares estamos más cómodos, cómo queremos o podemos hacerlo. Una vez más me resuena la frase: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.