Maggio y la magia de un secreto vivido en Venecia

El jurado premió un cuento de Laureana Linares que relata una historia singular en un ambiente cargado de misterio.

No es la primera vez que Laureana Linares trasciende en un escrito, damos fe. En esta oportunidad, se trata de un cuento corto que participó de un certamen organizado por la Peña de Escritores Pinamarenses, donde obtuvo el primer premio.

Maggio, el título de la obra, nos llevó a fantasear acerca de si se trataba de un apellido italiano o si su significación podía llevarnos a adentrarnos en un relato más que atrapante.

Era la previa a pactar con la autora una visita guiada a este aspecto de su fantasía y recorrerlo juntos; teníamos el cuento al alcance de la mano o a merced de nuestra mirada por gentileza de Laureana.

Nos bastó acceder a su espacio, un personalizado estudio de arquitectura, para recobrar la memoria de que nos íbamos a reencontrar con una artesana del buen diálogo, así que la experiencia tenía que ser altamente interesante.

“Maggio es un cuento corto. A mí me gustó siempre escribir; ahora lo hago de una manera un poco más formal, en el marco de un taller, un taller interesante de narrativa. Maggio es un cuento cuya consigna era un secreto, la consigna era un secreto que se revela o no revelado que alguien tiene y a mí me pasó con Maggio que me pareció que un secreto debía situarse en una ciudad o en un contexto que tenía que ser secreto, una ciudad secreta, misteriosa y por eso me pareció que Venecia era el escenario apropiado para los personajes del cuento. Maggio es eso, una historia muy pequeña de una mujer que todos los mayos se escapa a Venecia a pasar un mes con un hombre con el que tiene una relación extramatrimonial mágica, muy misteriosa, muy especial, que se da en ese contexto y nada más. Empieza el 1 de mayo y termina el 31. Se termina ahí y vuelve a resurgir al año siguiente; invariablemente es así. Esta historia es muy corta, son unos minutos de un mayo determinado donde pasa algo que tiene que ver con ese secreto. Esa es la idea de Maggio, y el nombre es simplemente mayo en italiano, y me pareció que situarla en Venecia, que para mí es el lugar más misterioso y secreto del mundo, la iba a dotar de una belleza y un romanticismo necesarios para la historia. Eso es lo que escribí, lo que envié. Mi madre me dijo que había un concurso literario y es la primera vez que lo hago”, pormenoriza.

La autora asegura que escribir un relato del tipo de su obra premiada le puede llevar una semana o diez días; es la postproducción, la corrección o la mirada conjunta con los integrantes del taller lo que lleva más tiempo. Algo así como una batalla entre la razón y el ímpetu con el que uno volcó el relato, casi a borbotones.

“La escritura no es una ciencia exacta…”, acoto, a lo que Laureana me responde: “No, eso también lo traía de la arquitectura, porque para mí es algo muy parecido. El proceso creativo se parece bastante; las licencias que uno se toma también son bastante parecidas en ese sentido: uno sale de los cánones, se sale de la consigna, y si está hecho dentro de una estructura razonable, literaria o arquitectónica, eso es admisible y hasta es bueno; medio que ese ejercicio ya lo tengo por la profesión”. Están las normas pero también la humanidad de quien cuenta, una coexistencia pacífica donde hay una tensión positiva, enriquecedora.

Laureana Linares es una lectora muy particular. A veces recorre la atmósfera de tres o cuatro libros a la vez. En este caso viene de leer el último de Pérez Reverte, Hombres buenos, para luego refugiarse en Wakolda, de Lucía Puenzo, o los clásicos cuentos del mejicano Juan Rulfo.

Volviendo al tema de Maggio, cabe preguntarle acerca del momento de la premiación, una situación que uno entiende como el reconocimiento a una parte de sí mismo, muy personal y muy profunda.

“Yo, como todos los novatos que escriben, lo que escribo lo someto a consideración de contadas personas, fundamentalmente de mi marido, que es como mi guía en ese sentido porque es una persona muy sensible, mi madre, y con muy poca gente comparto lo que escribo, mis hijos… Me acuerdo que mi mamá me dijo del certamen, imprimí las copias y las llevé personalmente a la biblioteca; me las recibió Charo Pasero, que no me reconoció, y cuando recibí el mail estaba en Chile, cenando con mi marido, y, la verdad, no lo esperaba. Pensé en llevarlo porque me pareció que estaría bueno que alguien lo lea… Estoy súper agradecida, estoy feliz, me encanta y por lo menos hay tres personas que leyeron lo que escribí y que les gustó; eso ya está bueno”, detalla.

La autora tiene su búsqueda y es la de lograr las herramientas necesarias para atreverse a escribir una novela; tiene el tema, la línea argumental, pero quiere tener los elementos que la hagan posible.

Como la mayoría de las madres, la suya aseguró un “vas a ganar”, una expresión premonitoria. Mientras, nos quedamos con deseos de asomarnos a esa historia enigmática, fuerte y con mucha profundidad que está en su mente y que un día será novela.

Un premio a una escritora es un impulso a que la creación se incentive y las obras crezcan. Y si esto ocurre en una época en que el libro impreso libra una de sus batallas más decisivas, Maggio se convierte en una expresión de libertad y en los deseos de reflexionar luego de leerlo.