María es nuestra Reina y Madre

Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz.

El domingo próximo, con la fiesta de María Mediadora de Todas las Gracias, instituida por el papa Benedicto XV en 1921, da comienzo el Mes de María, que finaliza el 8 de diciembre con la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

En la parroquia está previsto el rezo del Rosario media hora antes de la misa central.

El período de 30 días de identificación de los cristianos con la figura de la madre de Jesús, a través de la humildad y la sencillez, se originó en la Edad Media, época desde la cual se recuerda que Dios tiene una madre en la cual se encarnó, y que es reconocido a través del “Theotokos”.

El título le fue dado por la Iglesia cristiana temprana en el Concilio de Éfeso de 431 en referencia a su maternidad divina.

Se la nombra Medianera o Mediadora en documentos oficiales de la Iglesia y así ha sido acogido en la liturgia apenas transcurrido el primer cuarto del siglo XX como una invitación a recurrir siempre con confianza a esta mediación incesante de la Madre del Salvador.

En el encuentro con María, según el Movimiento Apostólico Schoenstatt, es cuando nos despojamos de todo lo que nos aqueja y experimentamos su poder, que nos alienta y da fuerza para avanzar.

“Transforma en gracia nuestro corazón; lo que somos. Le regalamos nuestra oración, trabajo, disposición y entrega; renovamos nuestro Sí”, aduce.

Se le tributa homenaje mediante demostraciones con flores, velas, rezos y cantos.

A María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, también ahora se le pide que interceda para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano. “Y que sepa recoger los grandes valores de su herencia católica a fin de afrontar valientemente los retos del futuro”, según lo expresara Juan Pablo II en España.

Las hermanas de Schoenstatt le ofrecen “nuestras angustias, debilidades, tristezas, inconformidades y miedos; renovamos nuestra fe. Le agradecemos por cada día, las alegrías, los logros, nuestros dones y virtudes; renovamos nuestro ser”.

Le piden “por el bien de quien tengo a mi lado, por las conquistas, los temores, el silencio y la paz”.

Asimismo, ponen de relieve que renuevan la confianza en ella. “Dejamos todo en su regazo, y le encomendamos nuestra conversión, para ser cada vez más santos, y así no desprendernos nunca de su mano y del camino hacia Dios Padre”, señalan.

“Vivir con la Mater y por la Mater, es Schoenstatt, es Iglesia, es mundo, realidad y atrevimiento. Cada oportunidad es un regalo para dejar una pieza de nuestro interior en el otro y crecer en alegría. En completa tranquilidad, hacer de nuestra cotidianidad una corona que irradie y realce nuestro amor a María”, concluyen.