Mujeres insolentes y convocantes

La presencia y la presentación del último libro de Felipe Pigna dieron como resultado una convocatoria exitosa que colmó las instalaciones del Teatro de la Torre. El encuentro tuvo lugar el martes pasado, a las 20.

Felipe Pigna fue el autor que dio comienzo a una nueva edición del ciclo Verano Planeta, convocando a una cantidad importante de asistentes que siguieron con suma atención y respeto su exposición acerca de la presentación de su nueva obra: Mujeres Insolentes 2. Se trata de un libro de fácil lectura, que cuenta con ilustraciones del artista Augusto Costhanzo.

Se trata de un recorrido por figuras femeninas, que junto al primer libro conforma un compendio de 58 mujeres muy diversas, de distintas épocas, de distintos rubros de actuación, literatas, científicas, poetas, guerreras de la Independencia, y así surgió Mujeres insolentes.

“Es un libro que nació en las escuelas. Voy a muchas escuelas primarias por mis historietas, que se están usando en muchos colegios, y ahí vino un poco la inquietud de los chicos y las chicas. Cuando les leía esta historia de las mujeres fue que surgió la idea de hacer este libro con estas ilustraciones tan lindas. Las repercusiones del primer volumen son muy buenas, mucho mail y Twitter de mamás y papás donde dan cuenta que lo leen junto a sus hijos. Ayer recibí uno hermoso de una lectora que viajó todo el recorrido de Buenos aires a Pinamar con niña al lado leyéndole el libro y mostrándole las fotos. Se crean estas situaciones de diálogo, de compartir lectura, que es algo que deberíamos recuperar. Es algo muy lindo poder leerle a un chico o que ellos nos lean y sacarlos un poco de los dispositivos y celulares, aunque sea por un rato, y que se produzca el diálogo, tan mediado por los dispositivos. A veces uno ve una familia entera que no dialoga y que cada integrante está con su celular”, reflexiona.

Éste es el punto en que Pigna toma distancia de su último libro y hace foco en el hábito de la lectura, en la idea (propia de los niños) de cambiar el final, y esas cosas que ocurren cuando “uno lee con ese momento de libertad y cariño. A los chicos les gusta que se les lea la misma historia muchas veces y ellos cambian el final”, algo que permite la lectura. “Es el acceso a un mundo infinito. El libro es un instrumento maravilloso que no requiere pila, no hace falta cargarlo; podés llevarlo donde quieras, podés subrayarlo”, agrega.

Los dos tomos aparecen en un momento muy particular de la historia, donde la lucha de la mujer por sus derechos ha dejado de ser una utopía para convertirse en una realidad.

Al respecto, el historiador manifiesta: “Es un momento muy interesante de empoderamiento, de justicia. Lo cuento en el libro y se lo digo a los chicos y chicas en las charlas. Los milenios de lucha de la mujer por lograr los mismos derechos o reconocimiento de cosas básicas. Por ejemplo, en la antigua Grecia, donde en la democracia ateniense se marginaba a las mujeres, no tenían participación política pero sin embargo el registro de la lucha y de la persistencia quedó plasmado en las mejores obras de la literatura griega, como Lisístrata o Antígona, donde se ven mujeres totalmente potentes luchando por lo que les correspondía. Así que es una lucha milenaria. Por suerte hoy está, con dificultad y siempre cuesta, logrando grandes resultados y sobre todo una aceptación, una naturalización, que es lo que tiene que ocurrir, de la sociedad en general”.

Otro de los aspectos para destacar es que la elección de las figuras que conforman esta segunda entrega de la zaga son personajes dispares, algunas prácticamente desconocidas pero veneradas en los pueblos donde vivieron. Tal es el caso de Deolinda Correa, un ejemplo de la mujer que se queda sin su hombre, al partir éste hacia las guerras por la Independencia o las civiles y, por consiguiente, sin sustento para su familia. Para Pigna es el reconocimiento a la mujer que se queda, “la que sale desesperadamente para buscar la vida y encuentra la muerte. Entonces, esa situación milagrosa de la supervivencia del hijo, todo un símbolo que no sabemos si fue así, puede ser un mito, pero que sí refleja una realidad tremendamente mayoritaria: la cantidad de mujeres que quedaban solas sin sustento, sin sus maridos, porque estaban en las guerras civiles”.

El historiador reconoce que no siempre la fuente proviene de una documentación fehaciente y tiene que recurrir a la oralidad, al boca a boca que se inmortaliza en el relato de la gente que no renuncia al recuerdo de las figuras de su imaginario popular.

“Hay vacíos, sobre todo cuando uno trata con personajes populares. Son los menos documentados. Por ejemplo, Martina Chapanay, una bandolera que fue casi una santa en San Juan, una bandolera que fue soldado de Facundo Quiroga, del Chacho Peñaloza, una especie de Robin Hood, que les robaba a los ricos para darles a los pobres…”, admite.

El encuentro tuvo su continuidad en la firma de ejemplares, otro clásico del ciclo. El hall del teatro fue el lugar para que los turistas deseosos de contar con una dedicatoria se dieran el gusto y se llevaran su recuerdo.