Niñez y adolescencia, en tiempos de pandemia.

Por Teresa Geerken, psicóloga.

En este último tiempo se han observado muchos pacientes con las mismas problemáticas. Llegaron al consultorio, algunos expresando que ha sido difícil el trascurso de esta pandemia. Mi trabajo me hace estar en contacto con los niños y adolescentes y he contemplado que el encierro por la cuarentena, llevó a problemas a nivel de salud mental y de igual forma como han salido a la luz cuestiones que estaban ocultas antes, de las que no se hablaba porque la rutina y el hacer cotidiano, las mantenía en la oscuridad.

La espantosa sensación de la inestabilidad del no saber qué iba a pasar al principio, el bombardeo de información, el encierro y compartir cada momento del día, hizo que se deban por lo menos, empezar a mirar algunas cuestiones que hasta ahí se mantenían en silencio para algunos. Y en algunos casos no pudieron tapar más lo que les pasaba.

Surgieron algunos síntomas de malestar, la angustia, como una pesada carga en el pecho, esa sensación de que, como le digo a mis pacientes, te metió una patada un elefante y te quedó doliendo… muchos niños y adolescentes acudieron con el conjunto de sensaciones que se define como ansiedad, a saber: sudoración, insomnio, sobre exaltación, dolor en el pecho, angustia, temblores, etc. Donde quizás están presentes todos estos, o parte de estos síntomas.

Como ya dije en algunos casos eran cuestiones que se estaban teniendo en cada uno, y que se vieron maximizadas por la pandemia y en otros casos, surgieron malestares producto del aislamiento, y tanto en los adolescentes como en los niños, de la falta de contacto, con sus pares, amigos, etc.

En este contexto se me planteó, ante la observación de muchos niños y adolescentes desbordados, pensar la importancia del vínculo afectivo de padres e hijos tras observar que muchos de los problemas que se presentan en el consultorio, serían resueltos, o no se hubiesen suscitado, si en el hogar hubiera una buena comunicación, o un vínculo de confianza entre los niños o adolescentes que les permita, contarles a los padres, lo que les estaba pasando.

Sé que no es fácil ser padres. Pero todos hemos sido niños, y adolescentes, sabemos de la dificultad en ello, cada uno tuvo su historia de vida, y quizás los padres la han pasado peor en otros sentidos. Sin embargo esto no hace que los problemas o dificultades de nuestros hijos sean menores, como algo transitivo o instantáneo. Lamentablemente les dejamos nuestra información genética solamente, pero no nuestras experiencias y conocimientos.

Observo también, como a veces los padres por diferentes razones, no desde lo consciente o con mala intención minimizan lo que les pasa a los hijos o les restan importancia. Los chicos se dan cuenta de esto, y si, en vez de apoyarlos y acompañarlos, juzgamos desde nuestra mentalidad de adultos lo que vivencian con dolor, no hacemos más que crear en ellos la idea de que no pueden confiar en nosotros o que “no nos importan”. Sé que es muy fuerte esto que digo, que algunos lo leerán y abrirán los ojos con asombro, pero les cuento lo que muchas veces escucho de niños y adolescentes. Ellos después de recurrir en varias oportunidades a los padres con algunas preocupaciones o situaciones y no son escuchados, optan por dejar de contar, por dejar de hablar. Pero claro, uno puede dejar pasar las cosas, pero las consecuencias están ahí. En algún momento llegan. Esto se pone en el cuerpo. Finalmente, el cuerpo dice lo que la boca calla.

Maite Urizar Uribe, psicóloga del Centro de Salud Mental Infanto-juvenil de Barakaldo, en España, expresa que La importancia del vínculo afectivo de los niños alcanza hasta la edad adulta, ella dice: “La necesidad de introducir este vínculo afectivo en los más pequeños ya que de él dependerá el comportamiento de los jóvenes al llegar a la etapa adulta. De esta forma se pueden prevenir multitud de trastornos durante la etapa de la adolescencia y otros problemas en la personalidad una vez que formen su propia familia”.

Donde la autora aclara que la importancia del vínculo afectivo de los niños, alcanza hasta la edad adulta. Al vínculo afectivo, lo define como "el lazo afectivo que aparece entre dos personas y que genera un marco de confianza en el otro y en la vida, en un contexto de comunicación y de desarrollo". Por lo cual, el apego es, "un mecanismo pre programado que activa toda una gama de comportamientos posibilitando la vinculación del bebé con la madre". La ausencia de ambos aspectos en el desarrollo de los niños ha sido definida por John Bowlby como "personalidades desprovistas de ternura”. Algo que en los jóvenes si está ausente, genera problemas de conducta.

A través del vínculo, los hijos consiguen:

  • Mantener cerca un cuidador y un apoyo. Si a los niños se los incentiva a confiar en los adultos, se puede lograr que, de adolescentes, continúen confiando, y sean a quienes recurran ante un problema.
  • Un sentimiento de seguridad que promueve la exploración, algo importante en los primeros años de vida.

Entonces, quizás, a partir de ahora, se pueda optar por sentarse y hablar con nuestros hijos, dejarles claro que los amamos. Ponerlo en palabras, es necesario, no demos cosas por sabidas. Hay que aprender a decir te amo, y si es muchas veces al día, mejor. Escucharlos, mientras nos cuentan lo que vieron en la tele cuando no estábamos, o lo que aprendieron en la clase virtual. Mirarlos, verlos a los ojos, hacerles saber que los escuchamos, no tener el celu en la mano, y decirles: “te escucho”. Dedicarles unos minutos para eso que nos quieren decir, es importante que sepan, que pueden recurrir a nosotros, y esto es a través de la experiencia, del día a día. Imaginemos que si sienten que no nos pueden contar algo “cotidiano” como van a recurrir para contarnos algo que les paso, y es grave.

Siempre hay tiempo para cambiar las cosas con nuestros hijos, sería bueno que cada uno se plantee que tipo de padre le gustaría ser, que hubiesen querido que hagan sus padres, y si los ven felices a sus hijos. Pregúntenle a ellos que les gustaría que se modifique, si los escuchan los niños son excelentes consejeros saben abordar un problema de otro y dan muy buenas recomendaciones.

Lic. Teresa Geerken.
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