Safari a la Ruta 2

Por Amanda Paulos
Bióloga, docente, guía de naturaleza

Imitando los recursos de un célebre escritor, diré que recuerdo el día en que mi hijo me dijo exultante: “Para que estos humedales sean como los Esteros del Iberá sólo le faltan los cocodrilos”. Bueno, no son cocodrilos los de Iberá, pero, por lo demás, solamente exageró un poquito. La Biodiversidad que nos sorprende a los costados del camino cuando emprendemos un viaje hacia y a lo largo de la Ruta 2, es digna de un safari, es digna de un par de binoculares o de una cámara fotográfica. Ah, y un par de botas de goma.

Para mencionar unas pocas de las especies que podemos ver en algunos lugares si detenemos nuestro vehículo, nos damos un descanso y emprendemos una caminata por la banquina, podemos comenzar por mulitas, zorros, ñandúes, ciervos axis, coipos (mal llamados nutrias, porque no lo son), carpinchos, lechuzas, garzas moras, blancas y garcitas, chiflones, cigüeñas, cuervillos de cañada y cara pelada, biguás, macáes, patos de muchísimas especies diferentes, gallaretas, pollonas, gallinetas, coscorobas, cisnes, y ni qué hablar de la diversidad de rapaces y pajaritos. Para muestra dejamos cuatro especies. El zorzal colorado, gran comedor de bichitos, como todos los pajaritos, es lo suficientemente confiado y puede vivir en zonas periurbanas. El taguató es una rapaz de media altura que desde un poste, un cable o una rama de un árbol detecta a roedores, ranas, moluscos, invertebrados y hasta víboras pequeñas y ya tiene lista su cena. Su mirada no es amigable pero sin embargo tolera una aceptable distancia humana como para tomarle con algo de teleobjetivo una foto. Las cigüeñas… que hace décadas parecían mansas aves a cargo del delivery de recién nacidos, han demostrado con los años ser voraces depredadoras. Para ellas todo bicho que camina va a parar al asador. Y finalmente los carpinchos, mansos herbívoros, bastante (y con razón) desconfiados, se alejan cuando detectan la presencia humana, pero casi siempre los traiciona su curiosidad y podemos robarles un recuerdo como éste.

El 22 de mayo es el Día de la Biodiversidad. Celebrémoslo. Pero también celebremos todos los días el privilegio de alejarnos apenas unos kilómetros de casa y poder tener una muestra de ella y de la salud ambiental de la región en la que vivimos.