“Siempre de pie, nunca de rodillas”

El mensaje es de una cholita escaladora, de paso por Pinamar, que cuenta con simpleza sus ascensos a las cumbres más altas de nuestra América. La historia de una cocinera de las alturas que un día se animó para hacer cumbre en los picos nevados de la cordillera.

La posibilidad la acercó René Olazo, desde siempre comprometido con su comunidad. Su iniciativa dio como resultado una rica experiencia, la de tener un acercamiento con Bertha Vedia Loza, una de las cinco mujeres que de manera activa llevan adelante la difícil empresa de escalar, específicamente de hacer andinismo.

Bertha es una “cholita escaladora”, como se autodefine el grupo y tal cual figura en su cuenta de Facebook. Integra un grupo de paceñas que por distintos caminos siempre estuvieron relacionadas con los ascensos, ya sea como cocineras ellas o como guías sus hermanos. Hasta que un día decidieron dejar de ser partícipes para pasar a ser actoras de su propia historia, un protagonismo que las movilizó para entrenarse y escalar por sus propios medios las alturas del Wayna Potosí, el Cotango, el Pumarapi, el Wayna Cota o el Illimani o, como ocurriera recientemente, el majestuoso Aconcagua. Todas, cumbres de más de 6 mil metros sobre el nivel del mar.

Desde su oficio de cocinera de las alturas, su ocupación habitual, entiende que no hay como una buena comida a la hora de escalar y, para ese cometido, la sopa tiene un papel preponderante.

“Somos diez mujeres. La primera vez nos hemos atrevido al Huayna Potosí, a 6088 metros de altura y bajo cero. Luego fuimos a los otros… y donde siempre hemos flaqueado un poco ha sido en el Illimani porque es muy en subida. Para todas esas montañas nos hemos entrenado, nos hemos alimentado bien, nos hemos cuidado mucho. En cada montaña ha sido diferente; todas las montañas no son iguales”, relata.

Sin ánimo de minimizar los ascensos, es innegable que al “vivir todas en el alto” hay una familiaridad y un metabolismo que se adapta a las alturas. Hay una feria que se hace en la altura, cerca del Huayna Potosí, adonde ellas concurren sin que les cueste demasiado esfuerzo.

“Somos cocineras de montaña, así que a mí no me afecta; en ningún lugar de las montañas me siento afectada. Para subir, nosotras llevamos el casco, unos lentes especiales para que no nos lastime la nieve, los guantes, el violet y los buzos térmicos que llevamos bajo nuestras polleras siempre, porque somos todas mujeres de pollera, y no se nos hace dificultoso. Además, llevamos las botas, los trampones… todo completo”, detalla.

El paisaje y la tradición se unen así como la liturgia aymara, que está siempre presente, y las mujeres no dejan de “chayar a la Pachamama” antes de cada ascenso, como pidiendo autorización para iniciar la subida.

“Ni yo misma tengo palabras para explicar lo que se siente allá arriba. Es único. Es maravilloso. Es como estirar las manos y agarrar las estrellas. No hay palabras. Es como si uno estuviera volando cuando llega a la cima. Dan ganas de conocer más allá”, rememora.

Bertha tiene 50 años, quedó viuda desde muy joven y tuvo que criar a sus cuatro hijos, tres mujeres y un varón, literalmente sola. “Nadie me dice lo que debo o no hacer porque con el esposo no se puede, siempre tenemos que andar a su orden de ellos”, asegura.

Quizás el esfuerzo mayor lo vivió subiendo el Illimani, donde el ascenso se hizo de noche y donde abundan las grandes grietas. A ello se le sumó que parte del equipo se enredó con las enaguas y hubo que solucionar el problema que, dadas las circunstancias, se convirtió en un serio impedimento. El piso congelado puso a prueba la preparación previa y hubo que caminar a conciencia. Para esta acción las cholitas no recibieron ningún tipo de apoyo del gobierno ni de los funcionarios, y han tenido que pasar por interminables antesalas sin obtener resultado alguno.

“Y siempre visto así, a veces me miran como bicho raro pero yo no me avergüenzo porque soy así y me siento orgullosa de representar a todas las mujeres bolivianas de allá. Doy gracias a Dios por haber conocido todos esos lugares adonde he ido. […] También doy las gracias de poder representar a mi país y decirles a las mujeres bolivianas que estén siempre de pie, nunca de rodillas, y que viva Bolivia”, se entusiasma.