“Todo lo que sé lo aprendí en el Consejo”

Lo asegura Ángela Mónaco, cuando le faltan días para dejar su puesto de administrativa en el Consejo Escolar local, donde desde hace unos días se vive una atmósfera especial, a raíz de su partida.

Angie cuenta con una trayectoria de más de dos décadas trabajando en el Consejo Escolar de Pinamar. Aunque aún le faltan unos años para jubilarse, por algunas circunstancias decidió volver a Alberti, un pueblo del centro norte del territorio bonaerense que alguna vez supo depender de Chivilcoy.

Lo cierto es que Ángela Mónaco, su verdadero nombre, deja innumerables anécdotas, buenos recuerdos y un montón de amigas, dado que es una persona que con su forma de ser ha trazado una huella muy profunda.

En la previa a nuestra entrevista recabamos información y en todas las fuentes consultadas encontramos que íbamos a tener frente a nuestro grabador a una persona formada en la cultura del trabajo y por sobre todo un muy buen ser humano. Como bien cuenta, cuando llegó fue la primera portera de la Escuela 6.

“Hoy me voy contenta porque se cierran etapas. Mi marido se jubiló y eso es lo que nos hace regresar a nuestra casa en Alberti, aunque acá me queda lo más importante de mi vida, que es mi hijo. Así que no me voy del todo de Pinamar, porque acá queda una parte muy importante de mi vida. Acá mis primeros años fueron maravillosos. Si bien en Alberti tenía trabajo, era de otro tipo. Acá me encontré con mucha gente con la que trabajábamos contentos. La primera escuela en la que trabajé fue la 3: estábamos trabajando a full durante ocho horas y ni nos dábamos cuenta de todo lo que hacíamos. Había muchas ganas y mucho compañerismo”, describe.

Angie pertenece a toda una generación de porteras, tal como se denominaba a las que hoy se nombra como auxiliares. Su madre se jubiló en esa función y sus hermanas siguen trabajando en lo mismo en el pueblo que volverá a cobijarla. Pero en su memoria recuerda y agradece a Carmen Zárate, quien fue la gestora de su paso de auxiliar a administrativa. Junto al nombre de Carmen se le acercan otros nombres, compañeras de la 3 o de la 6, además de todos los consejeros escolares que han pasado en estos años.

“Mi primer viaje a La Plata fue junto a Alicia Gómez. Ella fue la primera que me llevó a conocer las oficinas, de las cuales no tenía la más mínima idea. Éste es un lugar que cada cuatro años te moviliza; es mucha gente importante que va pasando… Haber trabajado en la Escuela 3 como auxiliar fue lo mejor. Eran otras épocas porque antes los auxiliares nos involucrábamos en las discusiones con los docentes así como los acompañábamos. Cuando llevábamos a los chicos a la playa, yo era uno más”, recuerda.

Los veinte años de trayectoria tienen un punto alto. Cuando sus compañeros le organizaron la fiesta de casamiento. Angie no tenía los medios y sin embargo no le faltó nada…, rememora mientras la voz se le quiebra por la emoción.

Su último día de trabajo será el viernes 26 de abril, momento en que se alejará del día a día en el Consejo y de su departamento de un ambiente que desde hace unos años ya le quedaba chico. Vuelve a su pueblo, junto a su esposo, a reencontrarse con otros afectos, la familia de ambos y las viejas amistades.

“A todas las personas que pasaron por acá, de una manera u otra, las quise. Con los consejeros nuevos siempre hay tiempo de adaptación hasta que luego se suman y pasan a formar parte del engranaje”, amplia.

Para dar un ejemplo, el contacto para la nota fue producto de una consejera escolar, Fabiana de la Fuente, quien destaca la satisfacción de haber trabajado con Angie, la eficacia de su trabajo, la simpatía y su condición de facilitadora.

Como es rigor, la trayectoria se verá coronada con una cena, donde no faltarán los recuerdos gratos y alguna lágrima rebelde. Muchas fotos y promesas de un pronto reencuentro serán infaltables en la despedida de Angie, que no se va del todo.