Un mensaje de esperanza en los vaivenes de la cuarentena

Enviada por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz.

Sin procesión ni misa especial, se celebra este sábado 15 la solemnidad de la Asunción de la Virgen. Coincide con la habitualmente colorida fiesta de Nuestra Señora de Urquipiña, a la que adhiere fervorosamente, en especial, la comunidad boliviana radicada en Ostende.

A diferencia de la Ascensión, que se refiere a Jesucristo, la Asunción de María revela el acto por el cual el cuerpo y alma de la Virgen María fueron glorificados y llevados al cielo al término de su vida terrena.

El papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950.

El ritual, en esta oportunidad, estuvo condicionado por el retroceso de Pinamar a la fase anterior de cuarentena: las familias rezaron la novena en su casa, y, para continuar con la costumbre de todos los años, el 6 de agosto una familia que tiene la imagen de la virgen en su hogar inició la novena con la bendición presencial del padre Marcelo Panebianco, quien concurrirá nuevamente a la casa el sábado, en la jornada de cierre.

La Gran Solemnidad en ciernes es un mensaje de esperanza que hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios, y en la alegría de tener una Madre que ha alcanzado la meta a la cual nosotros caminamos.

Este día, se recuerda a María como una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima, cuyo cuerpo estuvo siempre libre de pecado.

Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.

Una de las principales advocaciones de María es la virgen de Urkupiña, que se destaca entre las 32 que llegan hasta la festividad en la ciudad contigua a Cochabamba para ser admiradas y veneradas, al igual que la mamita de Urkupiña.

El nombre se lo dio una joven pastora a la que se le había aparecido innumerables veces cada vez que ésta cuidaba de su rebaño de ovejas en las bajas colinas de la comarca boliviana de Cota, al gritarle en quechua “Jaqaypiña urqupiña, urqupiña”, es decir, “ya está en el cerro”.

La devoción, el entusiasmo, la alegría y sobre todo mucha fe son insufladas por más de 70 fraternidades que ofrendan sus danzas en la entrada folklórica de la Virgen de Urkupiña.

Caporales, tobas, morenos, diablos, tinkus y diversos ritmos aportan el fervor y le confieren un particular colorido a las calles de Quillacollo.

Cuando las imágenes se lucen en la procesión, miles de creyentes derraman lágrimas al apreciar a las advocaciones marianas.

La colectividad boliviana que vive en Pinamar sigue entusiastamente esa tradición, aunque en esta ocasión con el distanciamiento al que obliga la cuarentena.